Un lugar para quererse

María Albilla (SPC)
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Sandra Barneda presenta 'Las olas del tiempo perdido', una novela que evoca los recuerdos de la niñez, el sentimiento de pertenencia y la necesidad de perdonarse para poder avanzar en la vida

La autora posa en la cueva de la Ojerada, en Ajo, uno de los idílicos escenarios de su último libro. / Carlos Ruiz - Foto: Carlos Ruiz B.k.

El agua del mar ayuda a cicatrizar las heridas. Escuece cuando entra en contacto con la piel abierta. Calma cuando desde la orilla te dejas hipnotizar por las olas. El agua del mar es casa y refugio y es memoria de verano para quienes pasaron sus estíos en la costa. Por eso, la escritora y presentadora de televisión Sandra Barneda viaja hasta Ajo, en Cantabria, para redescubrir con su última novela, Las olas del tiempo perdido (Planeta), un tiempo común: el de los recuerdos de la infancia, pero también para recorrer las muescas que va dejando el paso del tiempo en aquellos niños que fuimos.   

Belén, Diego, Lucía, Martín y Adrián son los nuevos Cinco de Barneda. Un grupo de inseparables sobre el que el tiempo y la muerte  han causado estragos. El universo del grupo se dinamitó una noche de invierno cuando un accidente de coche segó prematuramente la vida del más joven, Adrián. Sobre su tumba juran que celebrarán el 40 cumpleaños del benjamín del grupo y, dos décadas después, su hermana, Belén, les convoca para cumplir su promesa. Unidos y en un entorno de gran belleza como es la costa cántabra, resurgirán del dolor que supone la pérdida.

La escritora asegura que los protagonistas no tienen un alter ego en la realidad, pero sí que reflejan sus propias obsesiones. Hay una terrible ausencia, el canto a la vida, «todo lo que se silencia y lo que esto provoca» y el carpe diem, una actitud esta última que, según reconoce, intenta aplicar también en su día a día.

«Me gustaría que con esta novela los lectores rememoren sus veranos de infancia y a su primera tribu, aquella con la que despertó a casi todo», explica. Un ejercicio cautivador más si, como los personajes, acabas de romper la barrera de la cuarta década. La vida empieza a los 40 decía la taza en la que desayunaba Adrián de niño. Y, efectivamente, a sus 40 llega la catarsis de los suyos.

«Aunque la vida te pase por encima hay amistades que siempre se quedan ahí. Esta es una historia muy universal que habla mucho de las relaciones, de las relaciones de pareja y de las muchas formas de amar que existen... de esa madeja emocional que todos tememos», explica la autora en la presentación de la novela ante periodistas de todo el país, la primera desde que quedara finalista del Premio Planeta en 2020.

Barneda aprecia que con el tiempo y la experiencia -este es su sexto título- se está convirtiendo cada vez en una escritora más emocial e «intensa. Sí, intensa». «Me interesan las novelas que abrazan las heridas de la vida y la vida misma», explica e insiste en la importancia de saber perdonarnos y de hablar, hablar de las cosas que causan dolor y que se quedan enquistadas si no salen». Pero ella no es de cuentas pendientes. «No tengo cuentas pendientes, pero sí he sido una persona descuidada en los vínculos. En los últimos años los estoy cuidando mucho más», explica, porque, como a todos, también se le han quedado personas queridas en el camino, amistades que no se regaron de suficientes cañas o con las que no se contaron las olas durante el tiempo suficiente.

Una reunión especial

Escribir este libro también le ha llevado a la autora a una reflexión profunda. «Creo que con los años te reconoces mucho más, esto sucede a partir de los 40, cuando has dejado la reivindicación del yo de los 20, el querer construir de los 30... A partir de los 40 te dices, 'mira, voy a vivir mi vida como me da la gana', aunque te lo tenga que recordar la taza en la que desayunas todos los días».

El próximo martes, Sandra Barneda cumple años y en esta ocasión lo va a celebrar de una manera especial. Hay solo seis invitados, los mismos que formaron su primera tribu en la niñez y juventud. Nunca han perdido el contacto, pero con algunos no es tan frecuente como le gustaría. El 4 de octubre, en casa de Sandra, volverán a tener un lugar para quererse. Volverán a tocarse el corazón.