Luis Miguel Torres

Velay

Luis Miguel Torres


Un acuerdo que mueve todas las fichas del tablero

11/03/2022

La entrada de Vox en el gobierno de las instituciones autonómicas ha vuelvo a ubicar a Castilla y León en el centro del interés político nacional con una intensidad casi desconocida desde los años 80 del siglo pasado. Entonces, un joven diputado que recaló en Ávila, Jose María Aznar, se hacía con las riendas de la Comunidad, apoyado por los centristas del CDS, con un programa que no distaba en muchos aspectos de lo que hasta ahora han planteado los de Abascal. Para más inri, el joven presidente tenía un pasado como articulista en el que cuestionaba la Constitución, la deriva del Estado de las Autonomías o la retirada de honores a Franco. La polémica en Madrid estaba servida, pero en Castilla y León las aguas no se agitaron en demasía, sobre todo, porque la victoria dejó hundido a un PSOE que había perdido las elecciones por méritos propios: por estar a sus cosas. La historia parece cíclica y pendular. Hoy Castilla y León está otra vez en el foco porque la derecha 'sin complejos' (como diría el propio Aznar) vuelve a las instituciones autonómicas después de muchos años de un PP tan moderado que a veces pasaba por la izquierda al propio PSOE. En la hemeroteca están los halagos de los sindicatos a la política de la Junta como ejemplo.
Antes de cualquier análisis de lo ocurrido ayer, creo que hay que destacar lo obvio: vuelve a las instituciones porque los electores lo han querido así. Los resultados del 13 de febrero dibujaron un parlamento en el que el único gobierno estable era el que pudieran formar el PP y Vox. Ni los socialistas podían conformar un alternativa ni otros encajes, como la abstención de los de Tudanca, servían para otra cosa que salvar el momento y enfangar a la Comunidad en una inestabilidad poco deseable. Por más que los populares han querido evitarlo, pensando en las estrategias nacionales del partido, el pacto era la única posibilidad si se quería evitar la repetición de elecciones. Si había que hacerlo, cuantos antes mejor, decían ayer algunos populares en el pasillo de las Cortes.
Quedan aún muchas incógnitas por despejar –el reparto de consejerías, la concreción del acuerdo en medidas concretas– pero la sensación es que el Gobierno resultante puede ser más cómodo para Mañueco y más cohesionado. Hay, a mi juicio, varias razones: la victoria del PP en las últimas elecciones da un plus de legitimidad a su presidente que no tenía, la coincidencia programática de ambos partidos en algunas medidas no identitarias, la tendencia a la institucionalización de los elementos más exaltados de los partidos cuando están en el Gobierno y, lo que me parece más importante, parte del electorado 'popular', cansado de la soberbia y la sobreactuación de Ciudadanos, comparte el acuerdo.
Sin embargo esta comunión de planteamientos no implica ni un cheque en blanco ni que matrimonio duradero. Dada la aceleración de la política actual, es imposible poner la mano en el fuego, pero si quieren que sea largo, tendrán que encontrar la manera de evitar que la política madrileña interfiera. Un Vox empeñado en segar la hierba debajo de los pies de Feijoo no es el mejor de los regalos para la pareja.
Las réplicas del acuerdo afectan también a la oposición. El PSOE queda tocado por el resultado de las urnas y, diluida la posibilidad de una repetición electoral inmediata, afronta la primera parte de la legislatura con su líder bajo el síndrome del pato cojo. También verán diluido su papel las formaciones provincialistas que no tendrán ninguna capacidad de influencia porque no serán necesarias para conformar mayorías. Soria ya ha jugado especialmente mal sus bazas –podría haber apoyado al PP y darle una alternativa al acuerdo con Vox y no lo ha hecho– por lo que su éxito electoral –tres procuradores– está condenado a la irrelevancia. Lo mismo cabe decir de Por Ávila. Si en la legislatura pasada pudo presumir de torcer el brazo al PP para traer inversiones a la provincia, en ésta será una voz más con resultados prácticos. Quizá por eso se hayan pasado ya a posiciones mucho más críticas, en ocasiones, que las de la izquierda. Las municipales están cerca, pero si su idea de política útil les dio buenos resultados en febrero, es una incógnita que recogerán desde la oposición despiadada.