Fallece Marcos Ruiz, el prior que abrió Santo Tomás a Ávila

D.C
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Las cenizas del sacerdote dominico, cumpliendo su deseo, serán depositadas en ese templo abulense

Fallece Marcos Ruiz, el prior que abrió Santo Tomás a Ávila

Marcos Ruiz Arbeloa, fraile de la orden de los dominicos que ejerció su ministerio en el monasterio de Santo Tomás de Ávila durante 13 años, nueve de ellos ocupando el cargo de prior (tres periodos de tres años consecutivos), falleció el pasado 20 de noviembre en Villaba (Navarra), a los 80 años de edad.

Tras sufrir en julio de 2016 un derrame cerebral que hizo imposible que continuase con su vida como religioso, Marcos Ruiz murió a consecuencia de la covid-19 y su cuerpo fue incinerado. Para cumplir con el deseo que había expresado de que sus restos mortales descansasen para siempre en Ávila, sus cenizas serán enterradas en el cementerio propio de los frailes dominicos en Ávila, un funeral junto a sus familiares y los miembros de su comunidad religiosa que será realizado cuando las circunstancias lo permitan.

Marcos Ruiz, navarro de la localidad de Lerín, llegó al monasterio de Santo Tomás en octubre del año 2000 procedente de una parroquia madrileña que él mismo había creado, destino abulense que de alguna manera supuso un ‘regreso’ para él ya que en este convento dominico había estado estudiando teología durante dos años y también en él fue ordenado sacerdote en el año 1965. 

El Ávila que se encontró en el año 2000, recordaba en su día, era muy diferente al que él había conocido en sus años de estudiante de teología y ordenación sacerdotal (también lo era el monasterio, que en los años sesenta no era una parroquia sino un seminario centrado en sí mismo), y uno de sus primeros objetivos como prior fue poner en marcha una serie de restauraciones a todas luces muy necesarias, para las cuales se puso en marcha un plan director que ayudase a rehabilitar la mayoría de las muchas zonas del monumento que se encontraban en evidente mal estado de conservación.

restauración. Fruto de aquel empeño fue un plan que salió a concurso bajo la supervisión de Bellas Artes, un proyecto de largo recorrido que permitió llevar a cabo importantes e inaplazables reformas en varios lugares del edificio; entre las actuaciones más destacadas se contó la recolocación de los dos museos del monasterio, el de arte oriental y el de ciencias, la realización de dos grandes intervenciones en cubiertas y artesonados y el desarrollo de seis talleres de empleo, además de la restauración de la capilla de Núñez Arnalte, que fue dedicada a la memoria de los dominicos asesinados en 1936.

Muy importante fue también el empeño de Marcos Ruiz, objetivo que también llevó a buen puerto, de abrir el monasterio a la ciudad de Ávila para que los abulenses lo sintiesen como algo suyo, un proyecto que construyó convirtiendo al enorme y magnífico monumento en lugar de cita para la realización de encuentros culturales de diferente índole, unos directamente ligados a lo religioso y otros abiertos a una cultura que quizás tuvo su mayor exponente en la Cátedra Santo Tomás, un foro de reflexión entre religión y sociedad que aportó muchas ideas interesantes y contribuyó a la riqueza cultura de la ciudad.

Aquella Cátedra, recordaba Marcos Ruiz cuando dejó su destino en Ávila, fue importante «para el monasterio y para la ciudad», ofrecida en forma de un proyecto de recuperación del espíritu universitario del centro religioso que ya sumó once años de vida, intensa y enriquecedora, y que tuvo como principales impulsores y sostenedores, aparte de a él mismo, al dramaturgo Juan Mayorga, al filósofo Reyes Mate y al teólogo Felicísimo Martínez, aparte de al Ayuntamiento de Ávila.Áureo Martín, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Ávila que fue, recordaba ayer también el firme apoyo a la Cátedra Santo Tomás y a otras actividades culturales allí organizadas, como Ávila a la luz de la velas. Reconocía «lo mucho que hizo por la ciudad de Ávila el padre Marcos Ruiz, un intelectual muy generoso que sintió esta ciudad como suya y que consiguió su objetivo de abrir el monasterio a la ciudad». Por todo ello, añadió Áureo Martín, hay que lamentar la muerte de «alguien que aportó mucho a la ciudad de Ávila, un prior al que hay que agradecer siempre que abriese Santo Tomás a los abulenses».