«A Brahms hay que ponerle entre los grandes compositores"

D. Casillas
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José Luis López-Antón, director de la OSAV, continuó su ciclo de conferencias 'Contando la música' acercándose al compositor alemán a través de dos de sus oberturas

«A Brahms hay que ponerle entre los grandes compositores"

El ciclo de conferencias 'Contando la música', con el que José Luis López-Antón, director de la Orquesta Sinfónica de Ávila, está ayudando a entender mejor ese arte para así también valorarlo más y disfrutarlo desde sus muchas perspectivas, ofreció ayer una cita con el compositor Brahms, continuando de esa manera con la línea cronológica que se abrió con la primera escuela de Viena y que ha transitado al periodo del romanticismo. 

El primero de esos autores sería Schubert, que fue la conferencia que quedó pospuesta porque estuve yo de baja, y ya nos hemos metido de lleno con las figuras digamos cumbre de la música romántica, alemana en este caso.

De Brahms, el protagonista de la cita del lunes en el Episcopio, habló López-Antón de su «estilo compositivo a través de dos obras que son un poco gemelas la obertura Trágica y la obertura para un Festival académico, que compone en el mismo año y que las denominaba, textualmente, como una que llora y una que ríe».

La segunda de esas oberturas, apuntó, «la compone Brahms cuando le nombran doctor honoris causa de Filosofía en una universidad alemana; en primer lugar lo agradece con una postal y una carta, pero los rectores y responsables de la institución le dicen que ya que es compositor podría a lo mejor mostrar su agradecimiento con una composición, invitación a la que él responde con esta pieza en la que mete cuatro o cinco citas a canciones tradicionales estudiantiles y cerveceras alemanas, y acaba con una cita del celebérrimo Gaudeamus igitur, creando una obra que, para entenderlo mejor, si fuese una pieza musical a la española contaría con temas de la tuna».

obra sombría. La obertura Trágica, por contra, «tiene un carácter completamente diferente, es mucho más sombría y en ella el compositor recurre al modo menor, en concreto al Re menor, estableciendo un paralelismo con la misma tonalidad de la Novena sinfonía de Beethoven».

Esas dos oberturas, siguió el ponente, «son obras muy contrastantes que a Brahms le gustaba proponer que se interpretaran de forma conjunta en un concierto, algo que no es habitual en nuestros días porque normalmente dos oberturas de un concierto sinfónico no se suelen hacer, salvo que sea una gala de ópera».

Además de comentar esas dos piezas, en su charla habló también López-Antón de «la guerra que existía entre los compositores románticos, porque había dos escuelas, la más conservadora, en la que Bramhs y Clara Schumann eran los máximos exponentes, y la escuela de los digamos más rebeldes, con centro en Weimar, en la que estaba Frank Listz como cabeza visible, que propugnaba una evolución en las formas».

Ambas corrientes «tenían a Beethoven como referencia, una como una cima inalcanzable, y ahí está el caso de Brahms, que tardó veinte años en componer su primera sinfonía porque no se atrevía a seguir la línea del maestro alemán, y la otra como un visionario que abrió la puerta hacia nuevas músicas».

A Brahms, finalizó el director de la OSAV, «hay que ponerle entre los grandes compositores de la Historia, y de hecho hay muchos musicólogos que hablan de la 'santísima trinidad' en la música, que forman las tres 'B' que son Bach, Beethoven y Brahms».