Desde Villarejo hasta pisar el Polo sur

D. Casillas
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El sargento abulense Oliver Arnau lleva en la Base Antártica Española del Ejército desde diciembre, realizando labores de mantenimiento y seguridad con la dificultad de unas condiciones climatológicas extremas

Desde Villarejo hasta pisar el Polo sur

Oliver Arnau de la Fuente, sargento del Ejército español natural de la localidad de Villarejo –anejo de San Juan del Molinillo–, está participando desde mediados del pasado mes de diciembre en la XXXV Campaña del Ejército de Tierra en la Base Antártica Española 'Gabriel de Castilla', una misión de seguridad, mantenimiento y montaje de infraestructuras en la que comparte gélido destino con tres militares de la provincia de Salamanca: el teniente Mario Garzón, el brigada Rafael Benito y el soldado Adrián López.

Su labor, especialmente complicada porque es realizada a muchos grados bajo cero y en ocasiones con unos vientos que superan los cien kilómetros por hora, se centra en el montaje de un nuevo módulo taller que ayudará a la renovación de las instalaciones de esa base polar, así como en la consolidación de la línea de costa para proteger una zona relativamente frágil por estar formada por material volcánico, sin olvidar ciertas tareas de «logística» que sirven para facilitar el trabajo de los investigadores allí instalados.

Esos trabajos, que en condiciones normales de temperatura serían relativamente sencillos, se hacen muy difíciles en aquel entorno tan hostil para el hombre, ya que en el exterior sufren condiciones de temperatura, viento –y la suma que suponen unas sensaciones térmicas muy por debajo de los cero grados– y falta de humedad que hacen extenuante cualquier esfuerzo físico.

La 'aventura' del abulense Oliver Arnau y de sus tres compañeros de viaje, que les ha llevado a más de 12.000 kilómetros de su casa, comenzó el pasado 13 de diciembre, cuando salieron de Madrid, tras la pertinente cuarentena para evitar contagios por la covid-19, con destino a Chile, país del cono sur americano donde tuvieron que volver a estar unos días confinados por ese mismo motivo.

Desde su llegada al continente helado han realizado las labores de mantenimiento y apoyo a las infraestructuras de la base que tiene asignadas el Ejército de Tierra, a las que se suman otras como proporcionar a los investigadores allí presentes la seguridad que precisan en sus desplazamientos por tierra, hielo y mar, y asimismo la realización de proyectos en materia de telecomunicaciones y sanidad teniendo como referencia principal la identidad que propician las condiciones extremas que se dan en el polo sur.

Allí el mundo y el tiempo son muy diferentes, los días transcurren como si el calendario se rigiese por otras normas, y buena prueba de ello es que el día de Navidad, para su trabajo de montar un nuevo módulo taller, estuvieron 24 horas seguidas sin descansar, desde las 5,30 horas del día 25 de diciembre hasta el mismo momento del día 26. 'Buen comienzo', ya que esa labor la llevaron a cabo al día siguiente de su llegada, tras haber tenido que pasar la Nochebuena en un barco debido al mal tiempo.

Esta dureza que provoca el clima extremo del continente helado –a pesar de la 'bonanza' que significa que allí era verano se vivieron temporales de una fuerza y una frecuencia como no se recordaba– no está exenta, lógicamente, de algunas satisfacciones, entre las cuales se cuenta la excepcionalidad de estar en un lugar duro y espectacular en el que no existe nada de vegetación, pero en el que cuentan con compañeros inesperados y simpáticos como los pingüinos.