Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


A cada tiempo su arte, al arte su libertad

19/02/2022

En Viena, entre muchos edificios clásicos, hay una construcción que se distingue de todas. Es un cubo cuadrado, blanco, coronado con una esfera de laureles dorados:  el Pabellón de la Secesión. Dentro de él se encuentra la que, para muchos, es la obra cumbre del Art Noveau: El Friso de Beethoven de Gustav Klimt, el afamado autor de el Beso. La obra es un homenaje al citado músico que intenta cumplir con el término Gesamtkunstwerk. Este trabalenguas de palabra viene a significar «obra total de arte» y era el objetivo que los secesionistas pretendían cumplir: creaciones artísticas en las que se integrasen todas las ramas del arte. El Friso podría considerarse lo más cercano a conseguirlo ya que no es solo pintura, también es arquitectura pues decora tres largas paredes, fue pintado oyendo la Novena Sinfonía de Beethoven, tiene fragmentos de joyas incrustados y, para rematar, rinde homenaje a las demás artes. 
El mensaje de la obra es claro: la salvación del hombre llegará a través de las artes y el amor. En la obra de Klimt, unas hadas viajan a través del relato vital del ser humano que pasa por la indiferencia y las fuerzas hostiles en dos paredes, para acabar en una tercera con la culminación de la obra: la salvación a través de las artes. Fue presentado en 1902, un periodo difícil en Viena, preludio de la caída de su imperio y de la Primera Guerra Mundial. Un periodo de preguerra y crisis que, sin embargo dio un impulso al arte y la cultura del país como hacía tiempo que no había ocurrido. No solo con el Art Noveau o el propio secesionismo, también es el tiempo del músico Gustav Mahler o del florecimiento de la medicina vienesa. La relación entre el arte y la ciencia en aquella época en la capital austríaca era intensa, a través de los salones, donde la gente de la ciencia y de la cultura se relacionaba y aprendían los unos de los otros en interesantes conversaciones.
Los periodos de crisis nos llevan a desarrollar el ingenio, la creatividad y la inventiva. No solo en la pintura. Arquitectura, danza, música o literatura han evolucionado siempre alentados por las crisis. El swing surge como opiáceo contra el ascenso del nazismo. El rock, el country y más recientemente el hip hop fueron la manera de expresarse de los colectivos americanos más marginados. Las artes no solo nos ayudan a evadirnos o hacernos olvidar, sobre todo, nos ayudan a pensar. La educación cultural es un elemento fundamental para adoptar una actitud crítica. Necesitamos las artes para pensar y desarrollar nuestra personalidad.
A veces creo que esa concepción del pensamiento, que en otro tiempo estaba tan claro se está perdiendo, y deberíamos ser capaces de recuperarlo. La esencial relación entre las ciencias y las letras, que jamás deberían haberse sesgado fomentando la elección entre una u otra, debería ser el eje vertebrador del aprendizaje, contribuyendo a la posibilidad de crear un pensamiento crítico. El arte debe avanzar con nosotros, adaptarse a los nuevos tiempos, pero sin perder su esencia. Ya lo pensaban los secesionistas, y así lo grabaron en la puerta de su templo blanco, en letras doradas, para que el mensaje no se olvidase. A cada tiempo su arte. Al arte, su libertad.