Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Tristes guerras

19/02/2022

Si por alguna extraña razón llegaras a pensar que cada quince días no hay temas suficientes para escribir, llegarías a la conclusión de que cada día, tendrías más de quince noticias relevantes que contar. Y hay semanas que son muy intensas porque los temas pueden ser tan variados y variopintos como la guerra, el día san Valentín o las elecciones en nuestra comunidad autónoma.
Tan solo el gran Miguel Hernández, podría unir palabras tan opuestas como el amor del 14 de febrero y la guerra en un mismo poema. Empresa difícil la suya, que hoy me envuelve de nuevo en su magia de hacer poesía, cuando estamos a las puertas de conmemorar los ochenta años de su fallecimiento (28 de marzo de 1942).
Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes, tristes.
Tristes motivos los que esta semana me llevan a escribir sobre la crisis ruso-ucraniana que tiene al mundo pendiente de un hilo. Tuvo sus inicios hace casi un año, aunque nos podemos remontar a 2014, cuando se disputó la codiciada Península de Crimea. Aquello se "justificó" por un codiciado acceso al Mar Muerto y por consiguiente a las reservas de gas de la zona. Nadie mueve fichas a cambio de nada, por lo que parece. Y quizá, no para todas las personas son tristes las guerras, cuando lo que nos mueve son los intereses económicos en vez de las consecuencias humanitarias que se derivan de cada contienda.
Las conversaciones diplomáticas bilaterales entre Estados Unidos y Rusia que se llevaron a cabo en enero de 2022 no han servido para mucho. Empuñar el arma del diálogo, el deseo de llegar a acuerdos que no provoquen muertos, no está de moda. 
El don de la palabra, las conversaciones y alianzas, en muchos dramáticos casos, parece que se esfuman como un caramelo a la puerta de un colegio. Ya lo decía Miguel:
Tristes armassi no son las palabras. Tristes, tristes.
¿Cuál es la alternativa al odio? ¡Qué nuevas armas tendremos que conocer! ¿Por cuántos y por cuánto? Demasiados intereses, cuando la única batalla debiera ser la del amor infinito. Cuando aquellos que mueren, lo hacen movidos por el odio. Cuando nuestro único objetivo es conquistar por encima de todo, sin morir de amor, viviendo de rencor.
Tristes hombressi no mueren de amores.Tristes, tristes.
Próximamente espero poder pensar que no estamos al borde de otra guerra, cuando no puedo llegar a entender el sinsentido de toda manifestación de violencia. No se trata de renuncias, ni de cesar la lucha por lo que se cree o por los ideales de una misma. Pero entendiendo "lucha" en el momento de la historia donde nos encontramos. En el instante donde ya deberíamos haber superado otras barreras. En el suspiro, donde consideramos que todas las guerras son tristes y convierten la humanidad en seres Tristes, tristes.
Que no nos sentemos sobre los muertos, ni hagamos más cancioneros a las ausencias, que la última canción no sea la de las tristes guerras, que no nos dejemos llevar por el rayo que no cesa y nos acecha. Porque detrás del sufrimiento, podemos seguir siendo la luz que ilumina otro mundo, otros mundos, otro San Valentín con otras valentías.