La vida con TDAH

M.M.G.
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Juan Carlos y Julia son los padres de dos jóvenes con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad • Aceptación, diagnóstico precoz y colaboración entre estamentos son, para ellos, las claves para superarlo

La vida con TDAH

 NO es sencillo, pero se puede. Vivir (y hacerlo bien) con un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es posible si se elige el camino correcto, el que señalan la aceptación, el diagnóstico precoz y la colaboración entre médicos, profesores y familia.

Al menos éstas son las pautas que señalan Juan Carlos y Julia, padre de dos chicos con TDAH y que, por tanto, saben mejor que nadie cómo se vive en casa con una enfermedad «complicada» por muchos factores. «En primer lugar porque no es visible y la gente no lo comprende», comienza JuanCarlos a desgranar su historia. Se refiere al hecho de que los pequeños que padecen el trastorno (conocido por la mayoría de la gente como hiperactividad) no presentan ningún rasgo físico que les delate, lo que hace que el resto de las personas no pueda explicarse algunos de sus comportamientos, tachándoles, por desgracia, de maleducados, vagos o traviesos.

Pero nada más lejos de la realidad. «Son cariñosos, nada rencorosos y sin maldad, inteligentes, generosos y buenos y tienen una gran capacidad de esfuerzo y de sufrimiento», alaba Julia a sus hijos y, por extensión, a todos los niños que padecen TDAH. Hay que conocerlos y aceptarlos. Y a partir de ahí, disfrutar de ellos como de cualquier otro niño.

La enfermedad puede manifestarse de varias formas. «Hay un primer caso, de niños con predominio de falta de atención a una tarea», apunta Juan Carlos. «Es el caso que se tarda más en detectar, porque son niños que se comportan normal y son muy tranquilos», abunda Juan Carlos en el caso que padece su hijo.

El segundo tipo englobaría a los niños con un comportamiento impulsivo-compulsivo, que muestran desde muy pequeños y que se hace más evidente a partir de los cinco o seis años. «Con síntomas que hacen que su conducta no sea la normal para su edad», continúa.

Y un tercer caso sería el TDAH combinado o completo, con inatención y comportamiento compulsivo. Éste es el que padece la hija de Juan Carlos y Julia.

«En el último año de Educación Infantil ya comenzamos a notar sus dificultades», recuerda Juan Carlos su caso y habla de cómo tuvieron la suerte de que fuera diagnosticada a tiempo por profesionales especializados.

Diagnóstico, pues, como primer paso para abordar el problema. Y cuanto más temprano, mejor, porque sólo así se puede comenzar a trabajar cuanto antes con el pequeño: para mejorar su calidad de vida y para que, de cara a un futuro a medio plazo, sea plenamente consciente de lo que le ocurre y pueda así gestionar él mismo de la mejor manera posible las situaciones que la vida le vaya presentando.

Y para que ese diagnóstico sea precoz y para que el posterior desarrollo del niño a nivel educativo, médico y personal sea el idóneo es fundamental la colaboración entre la familia, la comunidad educativa y los profesionales sanitarios. «Todos tienen que estar implicados», asegura Juan Carlos, que si bien conoce muchos profesores muy implicados con niños como sus hijos, también ha tenido la ocasión de toparse con algunos que han mostrado una total incomprensión hacia el problema. «Yo no quiero que les aprueben o que les traten mejor por tener TDAH», aclara rápidamente, «lo que quiero es que se sea consciente de sus necesidades».

Sólo así los niños podrán dar pasos firmes en su educación y en su vida social, algo que, también, les resulta complicado. «Les cuesta formar parte de un grupo de amigos, por ejemplo», señala Julia, que menciona otro de los handicaps que superan cada día las familias con algún caso de TDAH: el elevado coste de los medicamentos de una enfermedad que no está considerada como crónica por el sistema sanitario.

«Aunque hay que tener claro que el tratamiento no tiene que ser sólo médico, tiene que ser multidisciplinar», insiste Juan Carlos, que aún así tiene claro que los medicamentos ayudan por ejemplo, y mucho, a la hora de concentrarse con los estudios.

Y así transcurre el día a día de esta familia. Con sus altos y sus bajos, como cualquier otra, aunque, quizá, con unas rutinas y unas pautas mucho más definidas que en otros casos. «Es que las necesitan más que cualquier otro niño», descubre Julia que, como su marido, sabe bien lo agotador que puede llegar a ser atender a dos niños de estas características. «Ellos no tienen noción del tiempo, olvidan las cosas sin querer, por lo que hay que automatizar todo», pone como ejemplo Julia, que habla por eso de «rutinas fáciles» que, una vez interiorizadas, facilitan, y mucho, la vida de todos.

Como les ha facilitado la vida también, aunque en otro sentido, el ser miembros de Abuphi, la Asociación Abulense de Personas Hiperactivas.

Allí encuentran ayuda de profesionales y, además, la comprensión que no siempre abunda en la sociedad. «Y además, la unión hace la fuerza, cuantos más seamos podremos conseguir más cosas para nuestros chicos», anima Juan Carlos a acercarse a Abuphi a aquellos padres que tengan algún hijo diagnosticado con TDAH o que sospechen que pueda padecer el trastorno.