«Te metes en la boca del lobo, pero es necesario»

M.M.G.
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El médico abulense Kevin Bliek afronta a sus 26 años la labor de gestionar la atención a las residencias de mayores aragonesas en estos complicados momentos

«Te metes en la boca del lobo, pero es necesario»

Kevin Bliek tiene sólo 26 años. Pero su juventud no está siendo un inconveniente para que cada mañana se vista de médico y se meta sin dudarlo «en la boca del lobo».

Kevin, abulense de nacimiento y de corazón, es residente de Medicina Preventiva ySalud Pública en el Hospital Miguel Servet, de Zaragoza. Antes de que todo comenzara, realizaba sus rotaciones con normalidad en uno de los hospitales más importantes de España. Pero al desatarse la pandemia, la reorganización de puestos y necesidades le llevó directamente a responsabilizarse de unos de los colectivos más golpeados por la enfermedad: el de los mayores y las personas con necesidades especiales.

Porque Kevin y su equipo trabajan directamente vigilando los brotes epidémicos que se producen en estas residencias. «Son centros donde conviven personas frágiles y con un alto riesgo de que se multipliquen los casos si se infectan», comienza a explicarnos con la madurez que da la experiencia de años (décadas, incluso) concentrada en apenas unos meses.

«A nivel profesional es verdad que es apasionante», reflexiona sobre esta experiencia. Pero lo cierto es que ahora tampoco tiene mucho tiempo para pensar en ello. Los turnos de Kevin son prácticamente de 24 horas los siete días de la semana. Porque a su trabajo del día  a día (que complementa la atención hospitalaria que reciben las personas afectadas) suma la atención del teléfono de alerta de salud pública, abierto las 24 horas del día.

Por desgracia, son muchas las llamadas que recibe. El colectivo al que él y sus compañeros prestan atención es de alto riesgo. Y es, además, numeroso. «España tiene una población muy envejecida, es gente que tiene mucho riesgo de contagio, y si el virus entra en una entidad es un verdadero reto limitar su transmisión», reflexiona.

Pero, ¿es posible?, le preguntamos esperanzados. «Es difícil, pero es posible», nos responde convencido. «Tenemos distintos equipos formados para detectar cuanto antes cualquier síntoma y en cuanto saltan las alarmas instauramos medidas de prevención y control», continúa con sus explicaciones.

«Nosotros estamos en contacto directo con las residencias», explica.En cada una de ellas, Kevin evalúa sus características y valora la disponibilidad de recursos materiales y personales.

«Es que también está siendo un reto la escasez de personal», se refiere al segundo aspecto. Y en lo tocante al material, lamenta la falta de abastecimiento, sobre todo en los primeros compases de la pandemia. «Faltaban muchas cosas, batas, mascarillas, EPI... pero era algo generalizado, en toda España», cuenta Kevin, «ahora parece que va un poco mejor».

Ya fuera antes o en estos momentos, Kevin y sus compañeros hacen todo lo posible por protegerse a ellos mismos y a sus pacientes. ¿Siente miedo?, le preguntamos. «Es verdad que vamos a focos epidémicos, pero también es cierto que no tengo una exposición continua, como la pueden tener los compañeros de las Urgencias o las UCI», plantea. «Al final te metes en la boca del lobo, pero es que es lo que se necesita ahora», contesta restándose todos los méritos que de verdad tiene.

Además, continúa con su reflexión, esa cercanía con las personas afectadas más vulnerables contribuye a tranquilizar a la gente. «Es importante transmitir una sensación de tranquilidad», considera, «porque se dan situaciones sociales muy difíciles. Tratamos con gente que está desconectada de su entorno, aunque sea por su bien, y eso es muy duro».

Así pues, Kevin se convierte a veces también en psicólogo. «Pero más que con los pacientes, con los trabajadores de las residencias», nos sorprende. Y nos habla de trabajadores que, en no pocas ocasiones, tienen miedo, desinformación y falta de formación.

Por eso la presencia de médicos como Kevin, Master en Salud Pública, se hace tan necesaria en estas residencias.

Antes de despedirnos de Kevin le preguntamos también por cómo se encuentra personalmente. Casi ni recuerda la última vez que pudo venir a Ávila para visitar a su familia. «Creo que fue en Navidad», recuerda para nosotros. 

Les echa de menos, por supuesto. Y se apoya en la pequeña gran familia de amigos que ha formado en Zaragoza. 

Esperamos poder saludarle pronto por las calles de Ávila.