Fernando R. Piñero

Blanco sobre blanco

Fernando R. Piñero


Gripe seca

24/12/2022

En el centro de la ciudad, los sitios para dejar el coche escasean. Y no obedece a un hecho sin ningún fundamento, es pura física. Aunque, a la hora de la verdad, si todos los que aparcamos en las pocas plazas disponibles ocupáramos verdaderamente la que nos corresponde, el problema tendría otras dimensiones. No quiero que me den y por eso es bueno dejar un espacio entre mi coche y el bordillo. Claro que sí. Luego, cuando sea usted quien se halle encomendándose a todo el santoral para encontrar un sitio en un emplazamiento desde el que no tenga que completar una etapa del Camino de Santiago para llegar a su destino, se acordará del dueño del coche cuyo morro se encuentra a unos veinte metros de la acera.
En algunas de esas tardes en las que la mala praxis automovilística obliga a recorrer las calles aledañas del recinto de la muralla, uno se encuentra con la perspectiva de una ciudad vacía y apagada. Los adornos y las luces de Navidad contrastan con el frío del empedrado, desierto de pisadas y de visitantes, aunque algunos quizás se refugian al calor que ofrece un restaurante a esas horas del día. Hay calles que se cortan y se peatonalizan de manera temporal, por unas horas, aunque el motivo no obedece a ninguna razón práctica ni real. La afluencia de público de la que hablan algunos quizás sea el producto de un deseo manifestado en forma de cortes de tráfico: el deseo de encontrarnos con una ciudad, Ávila, sabiendo disfrutar de sus días de fiesta. Porque la calle Duque de Alba no se convierte los sábados en la Gran Vía ni la calle San Segundo en el paseo del Prado. Aunque nos gustaría.
Una vez que el coche es abandonado correctamente entre las líneas debidamente señalizadas de una calle probablemente perteneciente a otro término municipal, las aceras comienzan a poblarse de los primeros abulenses que han decidido luchar contra los elementos y salir a disfrutar de la tarde de diciembre. Algunas tiendas están vacías, otras reciben a unos pocos clientes. Las hay también que tienen cola fuera, frente al escaparate, y no necesariamente tienen que ser farmacias. No obstante, lo que más llama la atención son los elementos metálicos que pueblan la mayoría de las aceras. Objetos de tamaño mediano y correctamente colocados entre sí que, sin embargo, estorban el tránsito por las calles del centro. Son las terrazas. Porque, aunque estamos en invierno y lo más lógico es pensar que nadie se atreverá a hacer uso de ellas, lo más fácil es abandonar las sillas y las mesas y poner trabas a quienes se deciden a salir a la calle. Quizás la razón de ser obedezca a que el peatón se las tenga que arreglar para no caerse y animar un poco su paseo. En ese caso, aunque absurdo, quizás sea mejor darle otra vuelta.
Una vez que se accede al interior de la muralla, la cantidad de gente aumenta, aunque no exponencialmente. Los bares y restaurantes que pueblan el casco antiguo reciben una clientela regular, que busca su propio refugio fuera de sus casas. Los hay que también estornudan o llevan un pañuelo en el bolsillo por si las moscas, que nunca se sabe. Los catarros y los resfriados acechan y también la gripe. No obstante, lo que más abunda este invierno es la gripe seca, una modalidad absolutamente desconocida para muchos aunque de gran envergadura médica y social. Es posible padecer una enfermedad respiratoria sin tener congestión ni fiebre, tan solo sentirse con la necesidad de ponerse malo. Es una dolencia que poco a poco se extiende por todos los rincones, convirtiéndose en una excusa perfecta para justificar la falta de interés o de trabajo llegado el momento. Si hay un boquete que lleva semanas por tapar o una acera nueva y mal hecha sin terminar, tan solo basta con aducir que los operarios sufren gripe. Pero no se les ve enfermos. Calla, que es gripe seca. Ah, entonces es mejor callarse. O si es imposible coger un tren a Madrid por la falta de plazas disponibles o porque posiblemente se tarde lo mismo que en ir andando hasta El Escorial, la solución pasa por toser un poco. Lo mismo ocurre para justificar los cortes de tráfico o el mal gusto a la hora de iluminar la torre de la Catedral con motivos navideños. La gripe seca no perdona este año. Pregunten a los farmacéuticos.
En todo caso, ¡Feliz Navidad!