José Ignacio Dávila

Pensando

José Ignacio Dávila


Ni tutía

23/06/2022

Un Estado Constitucional se caracteriza por la limitación del poder, llevada a la práctica por la división de los poderes, clásicos: legislativo, ejecutivo y judicial, respetando siempre la libertad de los ciudadanos soberanos, y garantizando el principio básico de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: Artículo 16: Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada ni la separación de poderes establecida, carece de Constitución. 
En la dimensión de la sociología, las cosas del Derecho Constitucional, y la sabiduría que la Historia entrega a las naciones que desean serlo, y ser libres, se convierte en la respuesta práctica, política y fundamental que nuestra civilización occidental tiene para conseguir que la Constitución pueda hacer frente a las dictaduras, hacer frente a la humillación de las naciones libres, y evitar todo intento totalitario para hacerse con el poder absoluto sobre las vidas y las haciendas; y el derecho a una vida mejor, solidaria  y alejada de los llamados Estados fallidos, que los hay.
La importancia de las elecciones periódicas y en libertad es la respuesta a la voluntad de los ciudadanos para evitar que la sociedad definida en la Constitución, constituida en un Estado  Social y Democrático de Derecho, se vea debilitada; y no se pueda consentir que la propia norma fundamental se vea traducida por el idioma del pensamiento único, segregador de la unidad del Estado Constitucional y debilitar la fuerza de los principios que sirven para seguir uniendo voluntades y evitar todo tipo de marginación de personas por motivos sociales, políticos o culturales, tal y como nuestro Sabio diccionario de la lengua española nos enseña. 
El respeto de la unidad nacional y la diversidad de los sumandos culturales, históricos y económicos  que las regiones, y nuestra historia real (por respetar y nunca ocultar ni olvidar), están recogidos en el manual político (Constitución)  para la convivencia posible, como instrucciones para que no se repitan los errores del pasado, seguir con los tres milenios invertidos en la formación de nuestra gran Nación y sin leyendas raras.
Como prueba y contraste de que funciona el sentido común, cuando los ciudadanos hemos decidido seguir adelante desde la transición hacia los espacios constituyentes de las libertades reales que hacen posible la convivencia entre personas, en nuestra españolidad por el mundo mundial, sin necesidad de disparates imaginarios de fantasías que ni el mercado financiero asume. Nos hemos entregado el listado de la cosas para la convivencia de cada día, con el lenguaje inspirado en una sociedad de todos para todos, no tan egoísta,  y con el protocolo constitucional y social para que la soberanía se refleje en el derecho a ser personas, de votar y señalar la decisión mayoritaria para conseguir ser nosotros mismos, no una visión de ambiciones políticas, y conseguir que se respeten los compromisos electorales. Esta realidad demuestra que la Constitución sigue funcionando y permanece como herramienta constitucional, fruto de la decisión de la soberanía ciudadana por la nación española, sin leyendas raras. El Estado Constitucional hace posible el respeto de la soberanía ciudadana, un derecho que no es un juego de palabras, hace posible que la sociedad respire los aires de la libertad del pensamiento, que la vida por vivir sea real desde que se inicia hasta la baja definitiva y natural en el censo, dejando leer con tranquilidad las crónicas reales de historia, de nuestra cultura nacional, social, de las familias del pueblo, ciudad, barrio, hasta de nuestro Estado de las Autonomías, sin censuras políticas excluyentes de la identidad española por el brujo de la tribu y su tribunal cultural-religioso-oficial. El respeto de las reglas de la convivencia constitucional refleja nuestra historia común reciente, y las intrahistorias de cada uno en vida constitucional. Es una experiencia que nos ha enseñado: a) que la vida es real, nacional y soberana, y nunca puede  quedar en manos de la estructuras del poder con mando exclusivo en  plaza; b) que el mundo en el que estamos es real, sin necesidad de interpretaciones programáticas fantásticas sobre la información de la realidad de la economía, la inflación de salarios que deja por el camino las mejoras necesarias para hacer la vida en casa, en familia con trabajo y sueldo que mantener; c) que hay que ser positivos: hemos demostrado que somos un Estado real, soberano y pertenecemos al mundo libre, real y de una sociedad abierta a la información que destruye toda improvisación inoportuna; d) que se puede seguir con nuestra Constitución, que es una realidad y funciona; no es una mera placa que da nombre a la plaza mayor del pueblo, o a otra calle; d) sumen su aportación soberana, en libertad soberana.
Nuestro Estado Constitucional nos identifica entre la comunidad de naciones que hemos decidido ser libres, sin seguir detrás de banderas contrarias a nuestra identidad democrática. Hemos decidido seguir ampliando la herencia de nuestra presencia en la comunidad mundial que habla y piensa como nosotros, y con las reglas del manual de la Constitución que funciona, sin leyendas raras, ni tutía (ver sabio diccionario).