"El virus parece que cortó los cables del ferrocarril"

B.M
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Juana Robledo es enfermera, investigadora, antropóloga, docente... tiene un extenso currículo que desarrolla sin perder sus raíces en el medio rural, en Navalperal de Pinares. Y esto también hace que reivindique lo mejor en cuanto al tren

"El virus parece que cortó los cables del ferrocarril" - Foto: David Castro

Juana Robledo (Navalperal de Pinares, 1966), casada  y con tres hijos (madre de familia numerosa, matiza) es la cara más visible de la Plataforma en Defensa del Ferrocarril de la Zona de Pinares, un grupo reivindicativo con las comunicaciones de esa zona de la provincia y donde la lucha es un trabajo colectivo. Puede que ella sea la más conocida por los medios de comunicación pero insiste en que es un trabajo de grupo y si hay éxitos, son de todos. 

Vive en Navalperal de Pinares y lo hace por elección propia. Quizá por esos recuerdos de niña de jugar en la calle, por haber crecido junto a su familia o por las vistas que tiene a través de su ventana. Podría haber elegido otro destino, y realmente su desarrollo laboral le dio oportunidades para ello, pero no lo quiso y eso ha aportado cosas a sus hijos que ella mismo tenía. Ahora, dónde estará el futuro de esos hijos...

La protagonista de este Lienzo Norte es, entre otras muchas cosas, enfermera y actualmente trabaja en la docencia en la Universidad Autónoma de Madrid y colabora también con la USAL en Ávila.

«He vivido siempre en Navalperal de Pinares pero con diez años me vine a estudiar a Ávila. Estudiaba en Ávila de lunes a viernes y los sábados y los domingos me iba para mi casa. Estuve diez años en esa situación, hasta la carrera, y en esos diez años no me quedé ni un fin de semana en Ávila. Todos los fines de semana y los festivos me iba para casa, tenía como mucha dependencia del pueblo», explica. Estudió Enfermería en la USAL, en la capital abulense, pero a partir de ahí su trabajo la llevó por muchos caminos. Reconoce que no es «una enfermera vocacional, aunque ahora me encanta la enfermería». A ella lo que le gustaban eras las matemáticas, pero un sentimiento que se podría denominar práctico la llevó a ser enfermera. 

Empezó a trabajar en Madrid y al poco tiempo hizo la especialidad en enfermería de empresa y a raíz de ahí comenzó a trabajar en un centro de salud en Madrid para trasladarse luego a El Escorial, «que me pillaba más cerquita de casa».

En ese destino se decidió a hacer un máster en enfermería comunitaria de dos años, tiempo en el cual aprobó las oposiciones y «cogí plaza en Navalperal de Pinares, en mi pueblo».

En aquel momento ya estaba casada y hubiera sido fácil para ella quedarse trabajando allí. Pero siguió ampliando horizontes y se decidió por un curso para preparación de oposiciones en comunitaria compaginándolo con la asistencia. «Empecé a dar docencia y me gustó y empecé a trabajar en la Escuela de Enfermería de aquí», pero en un momento determinado, por otro interés, el de la investigación y en la búsqueda de algo más social, se decidió por estudiar Antropología, una carrera que hizo en la Universidad Autónoma cuando ya tenía dos hijos.

Fue un punto de inflexión para ella porque le cambió «mucho la forma de ver la realidad». Siempre he pensado que era muy cuadriculada, que lo mío eran los números, pero con la antropología ves la realidad desde otros puntos de vista y para mí fue fundamental», afirma. A partir de ahí empezó a trabajar en investigación, en una fundación donde durante doce años dirigió departamento de investigación. En ese tiempo hizo también el doctorado y «a raíz de la crisis del 2011 volví un tiempo a asistencia y luego ya consideré que mi sitio estaba más vinculado con una universidad y me fui a la Universidad Autónoma de Madrid».

Su extenso currículo personal tiene un punto en común, su base, la que está en Navalperal de Pinares. Y es que ella misma reconoce que «vivir en un pueblo tiene muchísimas ventajas. Yo trabajo en Madrid, el consultorio donde yo trabajaba en Navalperal estaba al lado de donde había nacido, podía haber sido cómoda y haberme mantenido, pero profesionalmente había cuestiones que me interesaban y que me hacían sentir mejor y por eso me fui. Mi marido trabaja en Madrid, nos podíamos haber trasladado allí los dos y no estar yendo y viniendo casi a diario pero es que tiene tantísimas ventajas… Yo me pongo por las mañanas a trabajar, ahora que hay muchos días que teletrabajo, y miro el paisaje desde mi casa, que se ve Gredos a lo lejos, y los pájaros y las vacas, y los árboles y las flores… y digo esto es vida, lo demás es tontería».

Y reflexiona: «Cuando salíamos en la pandemia a pasear y veías las flores en mayo, le decía a mi marido que ahora nos damos cuenta de lo valioso que tenemos aquí. Me encanta mi pueblo, soy una defensora a ultranza del contexto rural. Creo que he sacrificado cosas por estar ahí, pero tiene sus ventajas. Yo quería que mis hijos pudiesen tener la misma infancia que yo había tenido, una infancia de libertad, de salir, de jugar» aunque también «en el mundo rural cada vez se frena más».

Y es en esta reflexión donde su une su vena reivindicativa. Si hubiera que buscar un origen sería en 2001, «a raíz de una disminución del número de trenes, tuvimos un movimiento ciudadano». Ellos se movilizaron «porque nos quitaron varios trenes y conseguimos que se mantuviesen las frecuencias que teníamos».

«Ahí se quedó, tampoco hicimos los trámites para legalizarnos como plataforma o asociación en ese momento. Pero en el año 2013, en mayo, de buenas a primeras nos encontramos que nos quitaron la mitad de los trenes que teníamos, aunque ya se venía oliendo que iba a haber un recorte importante». No pensaron que iba a ser tanto como sucedió y en el momento en el que pasó «hubo una respuesta del pueblo tremenda, empezamos a movilizarnos, creamos la plataforma y empezamos a hacer actividades reivindicativas. La fuerza de la plataforma es que está todo el pueblo presente, salimos a la calle en una manifestación y salió todo el pueblo. Vinimos a Ávila a recoger firmas y se vino una tanda de gente a recogerlas». Les habían quitado, dice, «el tren que tenían los chavales para volver después del colegio y vinimos aquí a la estación a hacer un picnic y que nos viesen». 

Se apoyó para recaudar dinero, por ejemplo con parodias en el centro cultural, y es cuando surge la plataforma, cuando se legaliza. Entonces empezaron «a machacar con actividades reivindicativas, cartas, escritos y así estuvimos dos años y pico hasta diciembre de 2015. Hubo modificaciones desde que nos movilizamos, el tren de los chavales se cambió, se amplió alguna frecuencia pero el cambio fundamental fue en diciembre de 2015 que ajustaron los trenes, con algunas carencias que indicamos desde el primer momento, porque se miraba mucho hacia Madrid y poco hacia Ávila». Por ejemplo, hay un tren que sale de Navalperal a las 8 y no hay otro hasta casi las 12, lo que dificulta, por ejemplo, si hay que venir al médico. Al contrario, el último tren que sale de Ávila dirección Navalperal es a las 20,00 horas y «es muy pronto para gente que trabaja en comercio y lo reivindicamos. Pero en 2015 hubo un cambio importante» aunque quedaron «lagunas que hemos seguido reivindicando».

Con el tiempo se crea la Mesa del Ferrocarril y en ella están presentes porque fue «un paso importante, porque anteriormente nosotros habíamos intentado llegar a nivel de los políticos que negociaban los trenes que necesitábamos sin saber nuestras necesidades y era vergonzoso. A un dirigente de aquel entonces le llamamos 70 veces para hablar y nunca estaba, a la secretaria ya le daba vergüenza».

Critica que se plantearan unas necesidades que no eran las suyas y dice que «tenían las orejas cerradas, pensaban que sabían todo lo que nosotros necesitábamos, pero queríamos que escucharan a la gente que utiliza el ferrocarril para desplazarse y sabe si tiene que coger un tren a las 6 de la mañana o se requieren trenes a las 11».

A pesar de estar la mesa constituida ellos siguieron su actividad propia, con reuniones para trasladar las propuestas, asambleas, actos reivindicativos... Yentonces llega la pandemia y todo va «muy mal». 

«El virus parece que cortó los cables del ferrocarril». Tuvieron una reunión antes de la pandemia y parecía que todo iba a ir muy bien, «pero llegó la pandemia y se acabó todo. Se recortaron servicios que todavía no hemos recuperado y eso no se puede consentir, que se aproveche el tema de la pandemia. En un primer momento es justificable que se recorten servicios, no había viajeros, pero lo que después se ha hecho es que se ha utilizado la pandemia para hacer de forma injustificada un recorte de trenes y no hay más». 

Y esto hace que ahora mismo estén «con situaciones deficitarias en diferentes franjas horarias que se han agudizado por los recortes de la pandemia» y a lo que se unen el resto de problemas de comunicación comunes en la provincia, dice.  Entre ellos, los elevados tiempos porque «no es normal que tardemos menos de Madrid a Alicante que a Ávila. Algo hay que hacer, el problema es que no se está invirtiendo en infraestructuras y mientras no se haga no podemos llegar a los tiempos de viaje». Y luego, a esa situación «hay que añadir el abandono de las estaciones en la zona de Pinares. No hay personal en las estaciones y eso hace que no se ofrezca servicio a los viajeros. Los sistemas que tienen establecidos de megafonía la mitad de los días no funcionan, el año pasado hubo cuatro o cinco días con los andenes impracticables porque nadie quitaba la nieve.

Habla de un «tema de prioridad, de Cercanías o de Media Distancia. Hay veces que llegas a Villalba y va el tren con 20 minutos de retraso y cuando llegas a Navalperal llega a la hora. Evidentemente esa velocidad más rápida la puede llevar pero no está establecido». Esto lo vive ella misma con la mala combinación que tiene y que hace que, por ejemplo, el día anterior a esta entrevista, tuviera que desplazarse en coche. Porque ella, si puede, va en tren.

Por eso cree que el futuro pasa por estar dentro de la red de Cercanías para que «tengamos mayor número de trenes, trenes más económico».

Y aún así, si la preguntas por cuál es el futuro para sus hijos, lo primero que recuerda es que sus padres viven en Navalperal y dos de las tres hermanas también. «Yo creo que mis padres tienen esa parte de la proximidad de los hijos» pero parece que ella no la va «a tener» al menos esa «proximidad física».