Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


El Papa de la renuncia y la oración callada, adiós a Benedicto XVI

17/01/2023

Ante el folio en blanco, con los primeros rayos de luz del año reflejados en el río Duero, abro un nuevo Valtravieso, repleto de buenos deseos y esperanza en el 2023. En un momento en el que vuelvo a escuchar con horror la proliferación del inconcreto, impersonal y semivacío "Felices fiestas" que, ni con esas, logra tapar el gran misterio de la Navidad, disfrazado de luces de colores, regalos, intereses comerciales y renos por doquier, abrimos el año aún tambaleándonos por la marcha del Papa teólogo, del gran intelectual lleno de fe y razón, Benedicto XVI.

En medio de la grandeza de lo que supone la Navidad, como "acontecimiento trascendental en el que se plasma la compañía de Dios con el hombre", rescataba hace unos días artículos del teólogo y sacerdote abulense Olegario González de Cardedal, viejo amigo del Ratzinger profesor de universidad, desde hace más de 50 años, cuando sus destinos se cruzaron en las facultades alemanas.

Han sido muchas las ocasiones en las que hemos podido comprobar en nuestro paisano verdaderos gestos de complicidad y amistad sincera con Ratzinger, hasta el punto que en unas jornadas sobre Teología de la Universidad Complutense a las que le invitó en 1989, el que sería Papa alemán quiso comenzar un día de descanso en el que ambos iban a visitar varias catedrales, saludando a la madre del profesor, una señora procedente del mundo rural abulense, con sus raíces en Gredos, a quien le iba a visitar quien se sentaría en la silla de Pedro.

Olegario ha sido el gran amigo del Papa Benedicto en España. Cuenta que, apenas dos semanas antes de ser elegido en cónclave, le había invitado a participar en unos cursos en Salamanca, recibiendo por respuesta que no le venía bien, ya que consideraba su tiempo pasado y que, al morir Juan Pablo II, era el momento de regresar a Alemania para dedicarse a su querida Teología. Sin embargo, se convertiría en el sucesor de Pedro, en el Papa de la Iglesia que pedía a los católicos "cooperar en un auténtico desarrollo social, respetuoso de la dignidad de todos los seres humanos".

Ha sido el Papa que nos ha recordado desde la tribuna de varios parlamentos que el cristiano ha de luchar por la protección de la vida en todas sus etapas, el reconocimiento y promoción de la familia, y el derecho de los padres a educar a sus hijos.

Años después de tantos encuentros y correspondencia, Olegario González de Cardedal recibía en Roma, de manos de Benedicto XVI, el primer premio Ratzinger, un galardón considerado todo un Nobel de la Teología. El Papa abrazó intensamente a su viejo amigo y lo miraba pensando, desde la cabeza de la Iglesia: "Tú has sido lo que a mí me hubiese gustado" y es que la vida de un Ratzinger tremendamente sencillo y humilde, lejos de tanto tópico interesado como nos ha llegado, ha sido una constante de renuncia. Un teólogo que por voluntad propia no querría haber sido siquiera obispo y terminó encargándose de la diócesis de Letrán, responsabilidad que terminaría delegando, escaso de fuerzas después de un gran pontificado, pero con el convencimiento de contribuir con su silencio y oración al sostenimiento de la Iglesia.

Sus últimos años han consistido precisamente en una contemplación activa, similar a la que encontró en la Santa, de quien decía en una de sus audiencias de 2011: "El tiempo de la oración es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos".

Ahí quedan estas líneas en torno a un gran eslabón de la historia de la Iglesia, un Papa fundamental para entender lo que nos depara el siglo, de quien se despide Francisco con gratitud, recordando su personalidad noble y gentil.