Fernando Romera

El viento en la lumbre

Fernando Romera


O las humanidades o un hobby

05/01/2022

Es verdad que se eliminan las humanidades de la escuela, pero debemos estar tranquilos, porque cada vez hay más programas culturales en la tele. O al menos, esos no desaparecen del todo. Los hay de literatura, de cine, de arquitectura... Ya no se educará como antes, pero se divulga bastante. En la televisión, en los podcasts, en el Tic-toc, en youtube... el que más o el que menos, tira de canal para contar sus cosas y divulgar de todo. Yo, reconozco, he caído en alguno de esos canales para ampliar cositas sobre música o cine que luego he descubierto muy equivocadas. La divulgación no es nueva; los escritores realistas usaban sus novelas para proyectar ideas políticas; los monjes de la Edad Media para dar a conocer a sus fundadores y santos; los juglares para hacer crecer la fama de los héroes locales... Así que la política siempre andaba detrás de mucho de ello. La cuestión es que, paralelamente, había un esfuerzo de conocimiento que ponía las cosas en su sitio y podía negar la mayor cuando era necesario. Si había un Belianís, también un Quijote. Si un cronista del rey o el emperador, también un filósofo. Si alguien decía alguna tontería, se le podía enmendar la plana con conocimiento de causa y, si no la decía, pues a engrosar la lista de los sabios que en el mundo han sido.
Tiene uno la sensación algunas veces de que hay un proyecto en todo esto, así como «en plan conspiranoico». La intención de llevar el pensamiento o el arte hacia un interés diluido, hacia la afición o el hobby es atroz. Convertir la literatura o la historia en una cosa del tiempo libre, una desgracia. Se cruza uno con multitud de historiadores aficionados construidos a base de documental de la 2 o escritores forjados en la lectura de novela de suplemento cultural. Que todo el mundo escriba, pinte o filosofe está muy bien porque contribuye a diluir las ideas en la comunidad del todo discurso vale. Todos podemos ser Cervantes o Velázquez, se cree: si no puedes serlo, olvidemos a Cervantes o a Velázquez y asunto resuelto.
La sutilidad del intento es tal que tiendo a ver fantasmas de intelectos programando todo ello. No será verdad, claro; cuando los movimientos sociales se echan a andar, ruedan solos hasta que el objetivo, más o menos, se alcanza. Las ideas, una vez que la sociedad las hace propias, terminan por acomodarse y hacerse dueñas del tiempo que les corresponde. La historia, también la de las ideas, es interpretable, claro, y viene ocurriendo desde que tenemos memoria. Los egipcios borraban nombres de acá y de allá cuando el faraón lo consideraba conveniente. Muchos bustos romanos tenían cabezas de quita y pon, para evitar el engorroso trabajo de modificar el torso cuando había cambio de turno. Así que tampoco hay que escandalizarse porque ahora algunos quieran cambiar de régimen y redecoren el ambiente. Lo preocupante no es que dejemos de mandar una carta a una calle con nombre de General, sino que no sepamos quién era el General. Hace unos días me pasaba por una librería importante, una de esas en las que todas las novedades se ponen en mesas para que uno pueda husmear entre el olor a tinta reciente y papel. Una buena torre era la obra de una humorista que ha salido en los papeles estos días por dar una estrambótica explicación del porqué no funcionan las vacunas de la covid. Reconozco que me reí mucho y no sentí especial remordimiento: un humorista es un humorista y como broma tomé la cosa, aunque no pareció serlo. El resto, novelas recientes, algunas de gran valor literario, es cierto, libros de autoayuda y premios editoriales para regalo de los ojos y de los Reyes. Una muchacha preguntó a la dependienta por un ensayo que yo había leído hace meses: Los griegos y nosotros. Es un breve tratado sobre la importancia de los clásicos. Yo creo que la dependienta y yo nos fuimos esa tarde a casa con la esperanza de que todo esto tenía arreglo. Fue un regalo de Reyes.