Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


La procesionaria invade los pinares

16/12/2021

Durante estos días observamos en muchos pinares numerosos bolsones de procesionaria del pino  (Thaumetopea pityocampa) .que en pequeñas cantidades no afecta en exceso al árbol, pero cuando se ven cinco o seis nidos en cada ejemplar la cosa cambia y pueden producir graves daños en este tipo de árbol.
No resulta fácil acabar con esta polilla defoliadora debido a enorme poder de multiplicación y la escasez de enemigos naturales que poseen.
La procesionaria está presente en toda España y no sólo ocasiona problemas a los árboles, sino que los pelos urticantes que cubren a sus orugas pueden producir peligrosas reacciones alérgicas en personas y sobre todo en mascotas que pueden olisquear a los ejemplares que procesionan e incluso llevarse alguno a la boca, algo que seguramente va a suponer un gran problema.
Las orugas de la procesionaria construyen sus nidos en las copas de los pinos y generalmente en las puntas de las ramas, algo que dificulta en gran manera su eliminación manual y también facilita a las orugas el que puedan devorar las acículas saliendo de su hermético bolsón y regresando a él una vez realizada la comilona, o haciendo uno nuevo en otra rama si han pelado por completo la zona de ubicación original. Así pasarán todo el invierno, de nido en nido y de rama en rama, protegidas por una seda espectacular en la que se envuelven construyendo un nido impenetrable.
A pesar de su nocividad resulta muy interesante observar cómo actúan y la capacidad de resistencia  del nido, así y su funcionalidad de aislamiento térmico, algo que permite que las orugas se mantengan a salvo en su interior incluso con grandes heladas, tiempo muy frío, o lluvias abundantes.
Estas urticantes orugas tienen también enemigos naturales como algunas hormigas, avispas y ciertas chicharras que devoran su huevos. También en verano algunos mamíferos como el lirón careto o el murciélago devoran sus polillas nocturnas, por lo que resulta interesante colocar cajas nido para facilitar su ubicación en la zona donde existan pinos, y nos devolverán con creces el favor.
Ciertas aves insectívoras también se especializan en la búsqueda y captura de estas orugas, algo muy osado por su parte; entre ellos el pequeño carbonero (Parus major) o el más diminuto aún herrerillo (Cyanites caeruleus) que es capaz incluso de abrir los duros bolsones, algo que demuestra una buena especialidad ya que el que esto escribe ha probado a "abrirlos a mano" para comprobar su dureza y no es nada fácil; ambas especies de aves podemos verlas durante la época fría.
También cuco (Cuculus canorus), críalo (Clamator glandarius), mirlo (Turdus merula) y abubilla (Upupa epops), e incluso cuervo y urraca colaboran en el control de esta plaga, aunque la mayoría de las veces la escasez de estos depredadores naturales se ve insuficiente para minimizar notablemente la expansión de la plaga.
La fumigación masiva realizada en tiempos pasados con insecticidas parece haber dado poco resultado, además del peligro que supone el envenenamiento de los insectívoros colaboradores y el riesgo de que llegue al ser humano a través de la cadena trófica.
Otra solución menos nociva, sobre todo en parques, jardines y zonas urbanas frecuentadas por personas y animales es la inyección directa en los vasos del árbol de un insecticida sistémico a través de taladros, o mucho mejor aún, la eliminación manual por medio de escalas o grúas de los bolsones, ahora en otoño e invierno, algo que facilitaría la creación de algunos puestos de trabajo, y  la gestión del monte o pinar de una forma mucho más sostenible.
En el caso de actuaciones particulares en jardines o huertos urbanos, es conveniente la utilización de guantes, mascarilla, y gafas de seguridad, porque aunque las orugas suelen permanecer gran parte del día dentro del nido, podría escaparse algún pelo urticante y afectarnos los ojos, nariz o garganta. De todos los modos y a pesar de su nocividad, resulta interesante en primavera observar sus procesiones, una oruga tras otra, en busca de un lugar donde hacerse pupa hasta el verano y luego volar sobre todo hacia los pinos, pero también a cedros y abetos para repetir el ciclo biológico de nuevo. 

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