IN MEMORIAM. Andrés Vázquez, Maestro de maestros

Darío Juárez Calvo
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IN MEMORIAM. Andrés Vázquez, Maestro de maestros

"Pues claro que no", me respondió hace año y medio cuando le regalé una mascarilla de "la cultura no se censura" para entrevistarlo para las líneas de este diario en el seno de su casa, por su reciente nombramiento como galardonado con el Premio Tauromaquia de Castilla y León. Allí, junto a Jaime, su hombre de confianza, nos esperaba desayunando su café con galletas. También fue allí donde nos habló de los pocos recuerdos que la cabeza le dejó expresar con esa ternura y esa pasión con la que lo hacía, sirviéndole una simple servilleta de cocina para emular "aquellos muletazos por alto que le pegué al pablorromero de 712 kilos en San Sebastián".

Frente a la tele y sobre la mesa camilla descansaba el último semanario de Aplausos y el 4º tomo de El Cossío; las paredes, el relicario de su vida. Esa que nunca entendió sin ponerle todo su alma. Poder dar sentido a su existencia con tan solo dos segundos en los que fuera capaz de aguantar la mirada al miedo. Andrés fue un niño de la guerra que aprendió a leer y escribir en el coche de cuadrillas. Con 14 años se fue a Toro en bici a matar el sobrero de una novillada que toreaba Manolo Lozano. Torero de Madrid y maestro de los galgos. 17 son las cornadas que cincelaron el mapa de su cuerpo; Belmonte, su fenómeno fan. Como también el idilio pluscuamperfecto con Domingo Ortega y su querido Antonio Bienvenida.

Andrés Vázquez es de los pocos pero elegidos toreros que han podido llevar orgullosos el distintivo de 'torero de Madrid', porque "creo que llegar a ser torero de Madrid es lo más grande. Además de por la responsabilidad personal, ver que estás haciendo el paseíllo en esa plaza con otros dos figurones del toreo, no está pagado. Madrid me ha querido mucho, pero yo la he querido más".

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Las capeas curtieron a 'El Nono' -como así le apodaban entonces- como uno de los toreros más poderosos que ha parido Castilla, el cual se enfrentó a toros que "te querían comer. Te tenías que tirar de cabeza a un carro. Aquello no estaba tan seleccionado como ahora, que hay algunos que se pasan los toros hasta por el culo sin que haya nada de emoción. Porque cuando el toro es bravo, es otra cosa. Pero lo de ahora, ay lo de ahora...", comentaba aquel día el maestro entre lamentos.

El cárdeno de su fuerte pelo y el cuadro con Victorino detrás de su sillón hacían un guiño a ese cielo que hoy ya comparten juntos. El oro de ley de su legado; la sonrisa tierna de su bonhomía infinita. Y los galgos de su corazón.

Eterno, Andrés Vázquez.