Armstrong, eterno

EFE
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El inconfundible estilo de la leyenda del jazz y su particular universo vital siguen brillando con luz propia cuando se cumple medio siglo de su muerte en su casa de Nueva York,hoy convertida en un lugar de culto dedicado al artista

Armstrong, eterno - Foto: EFEI0023

La leyenda del jazz, la gran estrella popular de la música, el embajador cultural de Estados Unidos, el maestro Louis Armstrong, sigue siendo un mito medio siglo después de su muerte. Falleció el 6 de julio de 1971 en su casa de Nueva York, pero su estilo y su mundo maravilloso continúan sonando con fuerza 50 años después. Ese día, en su domicilio del barrio de Corona, se pararon los pulmones de Satchmo, como era conocido. Los motores que dieron vida a canciones míticas como What a Wonderful World, West End Blues o Hello Dolly, que alcanzó en 1964 el número uno en las listas norteamericanas, superando incluso a los Beatles.

Su hogar, donde residió con su cuarta y última esposa Lucile Wilson y convertido ahora en un museo en su memoria, recuerda el legado de Pops, como lo llamaban los jóvenes admiradores de su música. Una herencia marcada por la complejidad de su vida: el cornetista, trompetista y cantante nació el 4 de agosto de 1901 en Nueva Orleans en el seno de una familia desestructurada, en la que su madre se veía obligada a prostituirse para seguir adelante y con un padre ausente.

Durante su infancia, sumida en la pobreza, Armstrong pasó dos años en el reformatorio (1912-1914) por delitos menores. Una experiencia que le cambiaría ya que allí, bajo la tutela de Peter Davis, aprendió a tocar la corneta y se convirtió en el líder de la banda de música del Hogar de Nueva Orleans para niños abandonados negros.

Tras recuperar la libertad y dispuesto a convertirse en músico profesional, dio sus primeros pasos apadrinado por el mejor cornetista de la ciudad, Joe King Oliver, con quien tocaría en los barcos fluviales del Misisipi y se cuenta que también por los prostíbulos del barrio de Storyville, en Nueva Orleans.

Aquí forjaría las bases que lo acabaría convirtiendo en el primer gran solista del jazz, el primer cantante y el hombre que prácticamente inventó el scat-singing, la imitación de los sonidos de instrumentos con la voz.

Giro de guion

En 1922, King Oliver le invitó a unirse a su banda en Chicago, lo que marcó el despegue de su carrera musical y el comienzo de las grabaciones de sus actuaciones. Los discos de la segunda mitad de esa década, al frente del quinteto Louis Armstrong and His Hot Five, y más tarde del septeto Hot Seven, están considerados por los expertos los más influyentes en el jazz de todos los tiempos.

Por esa época, el artista también tocó con la orquesta liderada por el pianista Fletcher Henderson, donde decidió cambiarse a la trompeta.

Su carrera solo fue detenida por la parca y en su camino dejó decenas de éxitos como Blueberry Hill (1949) o Mack the Knife (1955), y de colaboraciones con otras leyendas del jazz como Ella Fitzgerald, Oscar Peterson, Duke Ellington y Dave Brubeck.

Con este último publicaría el influyente disco álbum The Real Ambassadors en 1961.

En 1967, grabó una de sus canciones más conocidas, What a Wonderful World, sencillo escrito por Bob Thiele y George David Weiss. Su letra es un canto a la esperanza en los turbulentos años 60 americanos.

Otra de las grandes leyendas del jazz, Miles Davis aseguró sobre el maestro de Nueva Orleands: «No se puede tocar nada en la trompeta que no venga de él, ni siquiera mierda moderna. No recuerdo un momento en el que sonara mal tocando ese instrumento. Nunca».

Su carrera tuvo, asimismo, su proyección en la gran pantalla, cuajando en participaciones en una veintena de largometrajes de Hollywood.

Con motivo del 50 aniversario de su muerte y el 120 de su nacimiento, acaban de estrenarse documentales como Black & Blues: The Colorful Ballad of Louis Armstrong o el musical sobre su vida A Wonderful World. Además, se espera la inauguración de una ampliación de la Casa Museo de Louis Armstrong en Corona.