Editorial

La seguridad, un valor en alza por la popularización de las tecnologías

DAV
-

De siempre, la seguridad ha sido un valor reconocido por el ciudadano. Aunque es cierto que, sin querer tampoco ser alarmistas, en épocas de mayor indefensión, este valor se prioriza. En pocos años hemos pasado en este país de vivir la inseguridad propia del terrorismo, que atentaba contra la propia vida de forma indiscrimida, a vivir una irrupción de delitos estrechamente relacionados con el desarrollo de las nuevas tecnologías y la popularización de internet, buena parte de ellos a modo de estafas –algo que prácticamente había desaparecido del día a día, y que se contaba casi de forma anecdótica–, de acoso o de extorsión.

A pesar de que toda la población es vulnerable ante estos delitos, hay dos grupos de edad que siguen siendo los que están en mayor riesgo. Por un lado, los más jóvenes, y por otro, los mayores.

Los jóvenes, a pesar de manejar la tecnología como el que abre un grifo o acciona un interruptor de la luz, no tienen la suficiente madurez para afrontar las situaciones de inseguridad que día a día conocemos a través de los medios de comunicación. Y en parte, no lo son porque sus progenitores, que han nacido paralelamente a la eclosión de estas tecnologías, no han asimilado los peligros que arrastran, ni han sido educados en los problemas que un mal uso conlleva, además de que han percibido el desarrollo tecnológico con más beneficios que perjuicios, que en parte es muy certero.

Por eso, es encomiable la labor que desarrollan los cuerpos de seguridad del estado, pero también todas aquellas asociaciones y organizaciones que tratan de demostrar la compatibilidad entre hacer un buen uso de las tecnologías, sin olvidar los conflictos que propician. Y de ello se han de mentalizar las familias, como parte fundamental en la educación de las generaciones venideras.

En este grupo de edad, son menos habituales las estafas, quizás porque los jóvenes conocen mejor cuando están en riesgo de ser objetivo de estos malhechores, pero sí son más habituales los delitos vinculados al acoso o al abuso sexual que, en muchos casos, la familia desconoce.

Por otro lado, los mayores, que en su día asumieron que los timos y las estafas eran minoritarios, pero que, por su falta de hábito ante la popularización de las tecnologías, están en la mira de estafadores y timadores. Por eso, hay que seguir haciendo pedagogía a nuestros mayores en este sentido, y ya que buena parte de esta población sigue habitando en pequeñas localidades, los ayuntamientos han de facilitar todos los medios para que sus convecinos vivan lo más seguros posibles. La colaboración institucional, policial y profesional ha de ser una prioridad para que poco a poco se sigan minando las aspiraciones de estos delincuentes que se aprovechan del anonimato que permite la tecnología para actuar. Eso sí, cada vez más vigilados.