La imagen humana en el arte

EFE
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Desde bellezas ideales a estatuas ecuestres, CaixaForum Madrid muestra la evolución del cuerpo del hombre y de la mujer en la creación desde hace 10.000 años de antigüedad hasta la actualidad

Estampa en color sobre plancha de madera de Ichikawa Yaozo III (1796) y Korwar, Papúa Occidental.

Belleza ideal, imagen de poder, deidad o símbolo de transformación. El arte ha prestado atención al cuerpo humano desde la prehistoria en múltiples versiones y formatos. Por eso, la Fundación la Caixa junto al British Museum han organizado hasta el próximo 16 de enero en CaixaForum Madrid una exposición para mostrar esa evolución creativa asociada a la imagen del hombre.

«El cuerpo ha sido un vehículo para representar ideas a lo largo de la Historia», explica el comisario de la muestra y conservador del centro británico, Brendan Moore, que no concibe el arte sin la expresión de quien lo crea.

La imagen humana. Arte, identidades y simbolismo reúne 155 obras de distinta procedencia y disciplinas heterogéneas -escultura, vídeo, fotografía o pintura-, pero con un lugar común: el cuerpo humano.

La mayoría de los objetos procede de los fondos del British Museum (145), pero también hay una decena de la colección de la propia fundación la Caixa (siete), una instalación del Macba, y una obra prestada por del Museo del Prado.

Entre la nómina de autores se encuentran artistas tan dispares como Henri Matisse, David Hockney, Goya, Manet, Alberto Durero, Luis de Madrazo, Koya Abe o Vanessa Beecroft, con el objetivo de que el espectador establezca lazos de unión a través del tiempo y del espacio.

Así, la pieza más antigua de la exposición, un cráneo encontrado en Jericó (Cisjordania), con más de 10.000 años de antigüedad, convive con una instalación de arte contemporáneo del artista Óscar Muñoz, un vídeo en el que se ve cómo dibuja con agua y un pincel su propio retrato en una baldosa.

«Estos dos rostros están conectados por la idea de la mortalidad», explica Moore.

Este tipo de conexiones se dan a lo largo de todo el recorrido de la exposición, que inicialmente fue expuesta en Seúl en 2015, pero que ahora se ha diseñado con un discurso más centrado en la actualidad para su visita en Madrid.

 

Atractivo divino

La muestra se sustenta en cinco atractivos apartados que describen la belleza ideal, los retratos, el cuerpo divino, el cuerpo político y la transformación corporal. 

Una estatua de Venus se muestra junto al de una diosa de Rajastán y una obra de Koya Abe (2008) que transforma la Venus ante el espejo de Velázquez y se asocia con una mujer con la espalda grabada con tatuajes japoneses.

Dentro de la muestra hay un pequeño homenaje a la historia del retrato, en el que la imagen de una mujer egipcia, datada de un siglo antes de Cristo y pintada probablemente para su memorial, convive con el autorretrato de tamaño natural del artista Ali Kazim, en el que el cuerpo desnudo e inerte del artista está despojado de todo signo de identidad.

El retrato, según el comisario, ofrece una visión subjetiva y parcial del modelo, no una imagen incontestable.

La muestra también aborda las muchas representaciones que el cuerpo ha tenido a lo largo de la Historia como algo sagrado. Sus representaciones son tan dispares como conceptos de lo divino y lo religioso existen.

Una cabeza romana del dios Apolo, una figura del dios hindú Visnú, un Buda, una figura de Amón-Ra o una Virgen María con el niño Jesús del siglo XV se codean con una imagen más contemporánea, Black Madonna with twins, de la fotógrafa Vanessa Beecroft, pero que también representa lo sagrado.

Marketing político

El cuerpo y su representación también han sido claves en la propaganda política. «Los dirigentes desde siempre han usado la imagen para transmitir poder, bien sea como estatuas, pinturas, monedas o pósters, siempre para idealizar al gobernante», subraya Moore.

Prueba de ello es una estatua de Marco Aurelio, una ilustración de Indira Gandhi o una de las millones de estatuas de Mao Tse Tung, que se atesoran en los hogares chinos y que está presente en la exposición.

Como broche final, el último tramo de la exposición se dedica a profundizar en cómo el cuerpo ha servido para abordar «rasgos extremos» y su poder de transformación. La presentación visual de la figura humana en una forma fantástica o drásticamente alterada es un fenómeno «prácticamente universal», relata el comisario.

Máscaras funerarias, cabezas de difuntos, una videoinstalación del artista digital Rafael Lozano-Hemmer, que usa la cara de los visitantes para transformarse, o un aguafuerte de David Oxtoby sobre David Bowie, el artista que se reinventó una y otra vez, así lo demuestran.

«La exposición explora la evolución de la imaginería de los tiempos antiguos a la actualidad», resume Moore, quien cree que la muestra comparte «un propósito común», que es hablar sobre «cómo somos y cómo nos vemos en el mundo».