M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Nostalgia

08/01/2023

Hay palabras que, o bien las amas o bien las odias. Porque portan una gran carga emocional que siempre estará relacionada con lo que somos, o con nuestra memoria, o con lo que alguna vez fuimos o tuvimos y ahora sentimos que ya no es nuestro. Nostalgia es palabra asociada a la idea de pérdida, quebranto, pues no se siente nostalgia por lo que no conocemos o por lo que carecemos, sino por lo que hemos dejado o perdido -y no siempre de buena gana- a lo largo de los avatares de nuestras vidas, aunque Sabina cante que "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió". Como es palabra de emociones intensas pero suaves, de esas que nos adentran en lo profundo con solo nombrarlas, soy de los que la aman.
Ulises emprende su largo viaje asolado por la nostalgia. Nostalgia de la tierra natal, nostalgia por el amor a la esposa y al hijo allí dejados. Y sorteará las dificultades de las tormentas, los cantos de las sirenas, el amor de Nausica, la magia de Circe o la inmortalidad ofrecida por Calypso, hasta que ese motor emocional le devuelva junto a su tierra añorada, donde aún le esperan Penélope y Telémaco. 
Nostalgia es palabra creada a finales del siglo XVII por un médico suizo a partir de dos palabras griegas, nóstos (regreso) y álgos (dolor) y con ella quería describir la añoranza que tenían por su hogar los soldados. Al ser palabra de tan reciente creación, una de sus paradojas hermosas es que se escribe y pronuncia muy parecido en todos los idiomas. En su poesía podríamos decir que es palabra que nos une más allá de la lengua que hablemos; que un alemán, un inglés o un italiano nos van a entender cuando oigan pronunciar por nuestros labios esta palabra.
Como palabra con fuerte contenido emocional, la nostalgia nos impulsa y da aliento –como le ocurrió a Ulises-, o nos paraliza y asola para lamer las heridas y lamentar la pérdida. Con el acabar del año puede ser momento en el que la nostalgia decida llamar a nuestra puerta y nos pida posada por un rato y algo de conversación. Como no quiero darle con la puerta en las narices en la visita que me hace esta tarde, la invito a tomar un café mientras conversamos. Enseguida, ese su perfume que dispone de toques de melancolía y notas de ingenuidad inunda la sala. Me pregunta acerca de este año que en unos días será ya pasado y recuerdo de una tierra visitada largo tiempo y dejada de improvisto de un día a otro. Como esta es una conversación privada, permítanme no ser indiscreto y guardar el secreto de lo que nos confesamos mutuamente, pues la nostalgia no solo escucha, sino que también necesita que la escuchemos. 
Pero sí diré que, junto a ella, a ratos he viajado por el dolor de no volver a compartir el abrazo y la mirada de quien en este tiempo marchó de este mundo y que ya vive en el eterno desconocido y en la memoria nuestra, que aún es intensa. Que al dar otros sorbos del café, hemos recordado a aquellos que están hoy fuera de su tierra y lejos de quienes aman, igual que tantos exilados y perseguidos en las guerras que son y que fueron. Que ella –me dijo- no es la tristeza ni la soledad, aunque se empeñen los doctos en hacerlas sinónimos…
Al marcharse, con esa mirada que sólo ella tiene, me ha dicho al oído el poema que Mario Benedetti le dedicó. "¿De qué se nutre la nostalgia? / Uno evoca dulzuras / cielos atormentados / tormentas celestiales / escándalos sin ruido / paciencias estiradas / árboles en el viento / oprobios prescindibles… / pero con esos mínimos / no se arma la nostalgia / son meros simulacros / la válida la única / nostalgia es de tu piel."  
 

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