José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Primos de Zumosol

03/06/2022

Si el toro blanco —Zeus— mirase desde el Zodiaco a la Europa que raptó para llevarla a Creta, seguramente se echaría a llorar. Poco queda ya reconocible de aquella deslumbrante fenicia, hija de reyes, en esta amalgama de naciones, de fronteras dúctiles, de perdidas grandezas y de orgullosos pasados empolvándose en las olvidadas estanterías que habitamos.
Uno nace donde nace: yo, estimados tres lectores, nací aquí, en este subcontinente extraño y contrahecho de múltiples almas, tantas como mares lo bordean o cordilleras lo rasgan. Eso me ha hecho lo que soy, occidental, hijo de colonizadores, herencia de griegos y latinos, de sangre eslava y nórdica tintada en pinceladas africanas. Una brizna de paja más en la cuna de la civilización, que diría Pérez Reverte. Posiblemente sea una visión pacata y ególatra, ya que la historia la escriben los dominadores, pero una parte significativa del devenir mundial ha estado marcado por lo ideado en este breve terruño.
Europa se había acostumbrado hasta apenas hace cien años a gestionar el mundo, a dominarlo, mientras sus múltiples reinos se entretenían en absurdo juego del rey de la montaña. La descolonización y pérdida de influencia fueron coetáneas con la Gran Guerra, a la que siguió un periodo de descomposición social y estructural que acabó en septiembre del 39. Tras la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. cogió el testigo del control del planeta, contando con el contrapunto del bloque comunista, enemigo necesario para consolidar una bipolaridad estable.
La Guerra Fría no fue agradable, bien sabemos los que vivimos aterrados por un conflicto nuclear, pesadilla de mi infancia, pero al menos nos daba la tranquilidad de saber en qué bando se jugaba, y que había un primo de Zumosol que se dejó decenas de miles de compatriotas en la gatera —el lunes es el aniversario de las playas de Normandía— para apoyar a la Europa que conocimos, a la par que robar su trono. Un mundo bipolar en el que —salvo los raritos que se declaraban «no alineados»— o eras de los míos o estabas contra mí. Al caer el muro pareció llegar el fin de la historia, mas la irrupción de China como superpotencia y la reubicación de las áreas de influencia hacia el Pacífico y los continentes emergentes han traído el concepto de la multipolaridad. Se acaba la gasolina, no solo de forma metafórica. Las alianzas que creíamos inmutables ya no valen, los primos no siempre están cuando otros nos pegan, bien lo saben Ucrania y 100 días de invasión. Y ante esta situación, ¿qué tenemos los europeos?: ¿ruinas?, ¿democracia?, ¿la herencia grecolatina? Eso vale para vacaciones de 10 capitales en 7 días o fotos de Instagram. Pero no sé si es lo mejor para enfrentar el nuevo escenario.
Creo que Europa, madre de Minos, está empezando a darse cuenta de que anda perdida en un laberinto; busca desesperadamente el hilo de Ariadna que la saque de él, consciente de que ningún yanqui Teseo matará al Minotauro. Necesita reinventarse, desde su idiosincrasia, orígenes y espíritu primigenio. Si Tom Cruise es capaz de hacer una secuela de «Top Gun» que supera a la original, ¿no va Europa a lograrlo? Claro que para ello deba olvidarse de primos y empezar a beber mucho zumo de fruta.