Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Tradiciones que hablan de valores

04/11/2022

Cuando el pasado mes de septiembre tuve la oportunidad de viajar a Vietnam para dar unos cursos, también se me abrió la oportunidad de conocer más de cerca esa cultura y sus tradiciones. Y entre las muchas cosas que me fascinaron, quizás lo que más llamó mi atención fue es tradición milenaria del pueblo vietnamita de recordar y tener muy presentes a sus difuntos durante, al menos, cuatro generaciones.
En cada casa, incluso en hoteles y comercios, tenían una especie de altar donde estaban expuestas fotos o algunos objetos pertenecientes a los familiares difuntos. Y en esa urna encendían sus varitas de incienso y colocaban frutas u otros alimentos a manera de ofrenda o regalo para el difunto. Una tradición presente entre creyentes y no creyentes. Algo que está muy integrado en la vida cotidiana del vietnamita. 
Más allá de las diferentes creencias en el más allá, ligadas al credo de cada persona, tras esta tradición emergen toda una serie de valores capaces de potenciar la unidad y el desarrollo entre las gentes. A pesar de las guerras y situaciones difíciles sufridas por esa tierra durante el siglo XX, no se percibían, ni en símbolos ni en conversaciones, ni odios ni añoranzas de los tiempos pasados. Quizás, porque ese recuerdo y memoria de los familiares difuntos potenciar más el cariño y el amor, dejando de lado otros condicionantes que solo fomentan recelos y confrontaciones.
A lo largo de esta semana también en nuestra geografía hemos visto y participado de esas manifestaciones de cariño hacia los familiares difuntos. La fiesta de Todos los Santos, las visitas a los cementerios, el cuidado de las tumbas, la cariñosa ofrenda de flores… Entre la nostalgia, la tristeza y el recuerdo agradecido, lo que aparentemente es el signo de la muerte, se ha convertido por unos días en un verdadero campo florido y primaveral. Un signo de que hay algo que pervive a pesar de lo duro y difícil de la vida. Un signo evidente de que el corazón humano es capaz de seguir albergando y conservando lo mejor de las personas. 
Y más allá de ser una simple tradición vacía, cada año en esta fiesta percibo y siento cómo la fuerza del amor es capaz de imponerse a las contradicciones y a las sombras de la muerte. Cómo, a pesar del paso del tiempo, el recuerdo de lo hermoso que hemos recibido de los difuntos permanece dando luz, fuerza, vigor y esperanza a la vida del ser humano. 
Casi, sin darnos cuenta, el mito del ave fénix emerge en ese comportamiento mayoritario de nuestro pueblo. Y pone de manifiesto que lo que nos queda, lo que nos enriquece, lo que potencia la permanencia del recuerdo, es el amor que hemos recibido. Una tradición que debería invitarnos a poner la mirada en lo que verdaderamente importa en la vida, para que también nosotros aprovechemos la vida para sembrar en los otros, familiares y amigos, conocidos y desconocidos, la semilla del amor que permanece más allá de las frias lápidas de los cementerios.
Cuando entramos en el corazón de las tradiciones, muchas veces nos vemos sorprendidos de la riqueza y sabiduría ancestral que encierran, y que nos invitan a no ser simplemente repetidores de algo que siempre se ha hecho. Cuando una tradición se convierte simplemente en un signo repetitivo, se vacía de su sentido y valor, y corre el riesgo de no ser comprendido, e incluso rechazada y despreciada.
Visitar una tumba, limpiarla, llevar flores… son expresiones de algo intangible pero que es lo que alimenta desde lo hondo nuestras vidas. Es fruto, también de una necesidad de seguir manteniendo viva la llama del amor, de impedir que lo hermoso y grande desaparezca, de centrar la mirada en quienes han hecho de nuestra vida lo que es, especialmente de los que supieron regarla y nutrirla de ese amor tan imprescindible para vivir el presente con alegría y esperanza.
Es cierto que vivimos tiempos difíciles. Y aunque parece que ya hemos superado la barrera del temor y de las restricciones de la pandemia, la sombra de la guerra, del paro, de la inflación y otros muchos problemas no dejan de amenazarnos. Sin embargo, cuando uno mira esa capacidad humana vivida en estos días, lo que queda es que -a pesar de todo- siempre hay esperanza.