Pablo Serrano

CARTA DEL DIRECTOR

Pablo Serrano


El consuelo no sirve para el mal de muchos

15/05/2022

No hay afán de emprender rivalidades en esta carta, pero de siempre (o al menos desde el ente preautonómico), si tres provincias han pitado en esta región han sido Valladolid, Burgos y León. No sé si necesariamente por ese orden, porque en población León supera a Burgos. Pues resulta que la segunda provincia más poblada se ha echado esta semana a la calle con una llamada a la huelga (de cuestionado seguimiento) y a una manifestación (con buen respaldo) reivindicando un plan de reindustrialización e inversiones que pusiera fin a la sangría de población. Si esto es así en León, que debería ser en provincias que en criterios de convergencia siempre estuvieron por debajo. De lo que se vuelve a convencer uno es de que en todos los lugares cuecen habas, y que más allá de los márgenes de complacencia o derrotismo hay problemas estructurales que no se pueden abordar como se está haciendo. Y es extensible a todo el país, que recordemos está formado por provincias reconocidas en la Constitución.
Esto es un poco como el comerciante y el cliente, con la máxima de que el cliente siempre lleva razón. Con las salvedades del ejemplo, si el vecino o ciudadano considera que se ha hecho poco o nada por su propio bienestar, pueden estar sucediendo dos cosas, o que se estén llevando a cabo acciones que no se perciben o que realmente no se estén ejecutando políticas que calen el ciudadano. Dicho de una manera o de otra, perece lo mismo. 
Los representantes de las administraciones, las distintas, las gobernadas por diferentes partidos, solo se ponen de acuerdo en una cosa ante tanto revuelo. Aunque cada uno tiene un libro que vender, todos son de la misma temática, recogiendo las inversiones y políticas aplicadas en un territorio concreto durante un plazo más o menos acotado. Y todos han invertido un montón. Pero no lo percibe el vecino, o no colma sus expectativas. Y también coinciden en que para todos es un acicate la movilización. Hasta ahí, el aburrido y previsible discurso público. 
¿Se llegan a preguntar qué hacer ante tanto desasosiego popular? Mientras los partidos territorialistas siguen ganando terreno, porque si bien sus logros no son tantos (la realidad es que su capacidad está limitada), al menos lanzan el grito de socorro que el pueblo quiere oír, y que los tradicionales no saben hacer llegar. 
Así empieza a suceder provincia por provincia, en Castilla y León, pero también en otras comunidades autónomas. Y vemos que el factor población determina el resultado de la principal derivada del problema. A más densidad población, menos problemas. A menos población, futuro más incierto. A pesar de la generalidad, ahí Castilla y León hace aguas. Hace solo una semana recorría el norte de Palencia, con ciertas similitudes con el territorio leones, y con una industrialización que ya quisiera nuestra capital o algunos de nuestros pueblos. Pero la sensación es la misma. Se repite la historia allá donde se mire.
La distancia entre las sensaciones de deterioro que perciben unos y las supuestas realidades inversoras que defienden otros se acrecienta, sin atisbos de mejorar. Y nos embobamos comparándonos con el otro, tratando de demostrar que estamos peor que el vecino, como si esto fuera a servir para mejorar. Algo sigue pasando, y no se sabe poner remedio.