Los ojos tras la pandemia

B.M
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Los vigilantes epidemiológicos, popularmente conocidos como 'rastreadores', desarrollan una función esencial estos días para controlar posibles rebrotes. Lo hacen desde los centros de salud y con un trabajo constante

Los ojos tras la pandemia - Foto: Alberto Rodrigo

Rebrote se ha convertido en una palabra temida estos días. Se teme por lo que puede suponer respecto a dar pasos atrás en la desescalada del coronavirus y lo que llegaría a significar para nuestra salud y nuestra vida. Los vigilantes epidemiológicos, popularmente conocidos como ‘rastreadores’, se encargan de llevar a cabo la función esencial para el control de estos casos y lo hacen, además, desde los centros de salud y con una vigilancia constante.

Esta labor la realizan en Ávila una quincena de profesionales que se encargan de intentar controlar cualquier nuevo caso de covid-19 que se produzca y establecer una red de contactos de los afectados. Entre estos responsables de salud comunitaria se encuentra precisamente Verónica Pindado Arenas que desarrolla su trabajo desde los centros de salud de Ávila Sureste y Suroeste. Explica que su función básica es «captar una persona que sea positiva y hacer un control y seguimiento de los contactos que haya podido tener esa persona, básicamente para que el virus no se extienda». Lo que hacen es hablar con el denominado caso índice y «se le pregunta con quien ha tenido relación, con quien ha estado más de 15 minutos, a menos de dos metros de distancia. Un poco ver con quien ha hecho vida durante el tiempo antes de que nosotros supiéramos que era positivo».

Se trata, sin duda, de un trabajo, donde la minuciosidad es esencial. Puede que no sea «un trabajo complicado pero sí que requiere mucho tiempo» y poner todo el cuidado en «saber explicar las cosas al paciente para que nos dé la información que nosotros necesitamos». Para ello, cuando hay un caso, el servicio de Epidemiología les manda un correo interno con el resultado de la PCR, si ha salido positiva, «y ya nosotros empezamos la búsqueda».

A partir de ese momento llega el momento de hacer un seguimiento, con las pruebas que se estimen oportunas según el protocolo que está establecido, y se hace ese seguimiento que normalmente supone estar «14 días cuarentenados», un tiempo en el que un médico de Atención Primaria se pone en contacto con el paciente para ver si surge alguna sintomatología o si se encuentra bien.

Además del propio paciente, a las personas que conviven siempre se les hace la prueba de detección, independientemente de que tengan sintomatología o no como una forma de control. «En el momento en el que sale un caso positivo, a los convivientes y contactos más estrechos se les realiza una prueba», explica Pindado, y las llamadas de control las va haciendo el médico que toque por cupo pero también los vigilantes se encargan de revisar «un poco que las guías asistenciales estén bien realizadas, que se haga un correcto seguimiento por parte del médico».

Es evidente que con el paso del tiempo los casos que van llegando han ido bajando y en su caso, en este momento con los dos centros de salud llevan entre «5 y 7 casos» pero recuerda que ha habido «momentos con mucha más actividad».

Es importante, explica, que una vez «que piensas que alguien pueda estar contagiado hay que aislarle desde el primer momento, con lo cual se tiene un contacto incluso antes de saber el resultado de la prueba». Y es aquí donde de nuevo su trabajo se revela como especialmente importante «para intentar no llegar a lo que hubo en marzo».

Estos vigilantes llevan trabajando desde el 1 de junio, momento en el que ya se encargaban más directamente ellos dado que antes había responsables de centro mientras que ahora los ‘rastreadores’ asumen este trabajo, aunque evidentemente lo hacen apoyados por el equipo. Equipos que apoyan a estos 15 vigilantes epidemiológicos distribuidos en la capital y la provincia. También es cierto que es una vía de doble dirección y en el momento que no hubiera casos también ellos pueden hacer una labor más asistencial de ayuda al centro de salud.

Desgraciadamente, reconoce, que no se ha llegado al punto de que no haya casos, que haya centros de salud que no estén realizando seguimientos, pero esto no significa que no haya habido «una evolución positiva» puesto que «en un mes (el tiempo que llevan) se ha notado un montón que ha bajado». Sí que es verdad que «siguen apareciendo muchos casos pero la mayoría hasta el día de hoy son asintomáticos, lo que supone ventajas o desventajas, según como lo mires. Una persona que no presenta sintomatología normalmente no acude al médico porque no le pasa nada» y ahí es más difícil la labor de control.

Lo que sí se detecta en este momento es que muchos de los casos llegan por la labor del hospital, el hecho de que al retomar las consultas e intervenciones se solicitan PCR (prueba de detección molecular, para saber si el virus está activo en la persona) para evitar que haya un brote en el hospital y es «cuando muchas veces detectamos que ese paciente es positivo». A ello hay que unir los casos que se van sumando en el rastreo.

La parte más delicada de su trabajo, y quizá la más complicada, reconoce Pindado, es conseguir que «la gente diga todos los contactos que ha tenido. Siempre se le pide el consentimiento a la persona vía telefónica o por escrito para que podamos facilitar su nombre y su diagnóstico a los posibles contactos que haya tenido y explicarles por qué se les debe aislar».

Y ¿la gente es comprensiva? «Hay de todo», reconoce, pero «normalmente sí». El principal problema puede ser por «el tema laboral, cuando les tienes que decir que no pueden ir a trabajar. Con esa gran crisis económica que vamos a tener, a la gente le cuesta bastante pero al final conocen por lo que hemos pasado y la mayoría de la gente es comprensiva y no suelen poner problemas», concluye.