Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Sigan leyendo en voz alta

14/05/2022

¿Para qué sirve aprender a leer, si luego no leemos? Invertimos una gran cantidad de esfuerzo en que los niños aprendan a leer y lo comprendan, pero si al final no quieren hacerlo todo este esfuerzo es en vano. Centrándonos en la comprensión y otros aspectos de la lectura como la entonación, el ritmo etc. pasamos por alto que, si los niños están motivados a leer, leerán y todos los aspectos en los que nos insistimos cuando trabajamos la lectoescritura se adquirirán de manera progresiva y natural. Muchas veces, en las primeras etapas educativas focalizamos tanto en aspectos formales de este proceso que podemos crear en los alumnos una ansiedad que puede degenerar en un malestar y falta de ganas.
Cuando un niño empieza a leer, esta motivado, tiene ganas, desea poder hacerlo. Esto se debe, en parte, a que lo perciben como una actividad de «mayores», pero fundamentalmente viene marcado por el bagaje literario que tienen a sus espaldas. Aprendemos a escuchar antes que a leer. La literatura está presente en nuestras vidas desde que nacemos y nunca nos abandona. Nuestros oídos nunca dejan de recibir historias, versos, canciones etc. Hay más literatura en el ambiente que en los mismos libros, aunque muchas veces no nos damos cuenta y de esta manera no lo aprovechamos. La literatura llega a nosotros antes de adquirir la lectoescritura, a través de las personas que nos la transmiten.
El patrón a seguir es sencillo y siempre el mismo: una persona que entrega a los niños unas palabras que hacen volar su imaginación. De repente no estamos en casa o el colegio; estamos en la corte del rey Arturo, en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, o en el maravilloso mundo de Oz. Palabras llenas de misterio, de vida, de evocaciones. Estos contactos con la literatura despiertan el deseo primario de querer saber más, no solo de la misma historia, sino que ejercen de vínculo con la vida. A través de las narraciones entramos en contacto con el mundo que nos rodea, podemos comprenderlo mejor, ver la naturaleza humana. Podemos saber qué nos aguarda, aprender qué podemos esperar de la vida.
Al principio la literatura nos llega como era en un principio: oralmente. En el pasado a la literatura bien podríamos haberla llamado "oratura" pues las historias se transmitían de viva voz. En la actualidad la transmisión oral se limita a la más tierna infancia y en muchos casos cuando se comienza con el proceso de lectoescritura la dejamos de lado para que los niños lean. Sin embargo la lectura y la transmisión oral de historias deberían ir unidas para seguir creando interés en los alumnos. 
El gusto por escuchar una buena historia nos concierne a todos, y trasladarnos del mundo oral al escrito, de la voz del narrador a los libros, no debería ser una experiencia traumática, sino que debería ser una transición natural, desprovista de ansiedad o crisis. La voz debería conducir a las letras. Por eso hoy, sin decir con ello que cuando toca los niños no deban practicar la lectura, porque como todo necesita entrenamiento y práctica, les animo a que cuenten historias. A que lean en voz alta a cualquier edad, a que pongan en valor el potencial de la literatura para hacer amantes de la palabra escrita.