José Ignacio Dávila

Pensando

José Ignacio Dávila


En un 20 de noviembre de 1945; en un 9 de noviembre de 1989

11/11/2021

Nuestro gran diccionario de la lengua española, que ya sirve de medio de comunicación cultural a más de seiscientos millones de personas en estos temas de libertad sin fronteras, nos señala, democráticamente, que la libertad es el derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas, además de ser una facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
En nuestra evolución constitucional, con el punto de partida del consenso constitucional de 1978, podemos sacar las sacar las consecuencias del valor que supone vivir en libertad, en una sociedad, bajo la luz de la convivencia en un Estado Social y Democrático de Derecho, como lo es el que hemos decido tener la mayoría de todos nosotros, sin la deriva mortal contra la libertad de las doctrinas totalitarias, ya condenadas por la gran historia de la verdad de las naciones europeas. 
En la cultura política europea, tras las consecuencias de los horrores de las últimas guerras mundiales y su paso esparciendo sangre, terror, dolor y exterminio, es natural que no se deje de mirar de frente y de reojo a cualquier asomo de los cofrades del pensamiento político único, que no paran en su afán de dinamitar todo atisbo de la razón vital de la libertad, en toda su dimensión, en las historias que no pueden ocultarse bajo ningún paraguas ideológico de nuevas ediciones sociales del terror en el mercado político, a pesar de que el mercado todo lo aguante, ya no solo en papel, también con los nuevos medios digitales de difusión de opiniones. Para espabilar al durmiente se dijo que las herejías se repiten bajo vestiduras nuevas. No podemos ocultar las lecciones históricas del daño material, social y político recogido en la condena de nuestro Parlamento Europeo del comunismo y del nazismo; del robo de nuestra historia europea; de los millones de personas, de ciudadanos en la sociedad a la que pertenecemos, el horror del exterminio de millones de personas: es la realidad del valor de la libertad y del daño causado a las naciones europeas por su privación. Es crónica siempre obligada, viva, de que generación a generación en antorcha y luz en relevo que sacuda la ignorancia de la historia real, presencia sin olvido de las secuelas del daño causado a la cultura europea y a la humanidad y fraternidad entre las naciones que han decidido vivir en libertad.
Las opciones totalitarias votan por la oscuridad, socaire remolón de la confusión del concepto de libertad; de bandera al frente de la contradicción del concepto de culturas, cuando la realidad es que la cultura europea es una, unificada gracias al tiempo de convivencia; con las normas que nos hemos dado en suma de soberanía española y europea; y con las raíces de todas las culturas europeas que hemos conseguido convivir, en cultura común, en un mercado dentro del espacio común, iluminado por las luces de naciones: desde la diversidad hemos decidido convivir, sin que ninguna visión totalitaria, ni localista, nos estropee el camino a recorrer cada día. Unidad europea en que la vida por vivir se realiza en suma de ciudadanos libres, en nuestra empresa común, a pesar de las subidas de precios, o calenturas de oportunistas que sin dar golpe vivan del esfuerzo de los demás. 
En un 20 de noviembre de 1945 se abrieron las puertas contra la impunidad, el Juicio Principal de Núremberg: la condena del nazismo y la luz para escribir las crónicas reales del exterminio de pueblos y culturas. Lecciones para no ser olvidadas de una Segunda Guerra Mundial; llamadas a la verdad frente a todo tipo de ideologías autoritarias: a) lecciones del libro de la vida de las naciones europeas en libertad; b) lucha legal para que el olvido no de entrada, ni acogida, a ninguna versión totalitaria de la sociedad y de la negación del ciudadano, mujer, hombre, infancia adoctrinada; religiones y culturas colgadas de la orca para escarmiento de toda aspiración de libertad. 
En un 9 de noviembre de 1989, se llegó a escribir el capítulo de la caída del muro de Berlín: a) la destrucción del terror totalitario contra la sociedad que desea vivir en libertad; b) la desaparición de una frontera ideológica, material y real contra la vida en libertad, y de su control; y c) rotura del muro y cadenas puestas en privación del derecho a la unidad de una nación sin divisiones. En mi generación, lo vimos en los medios: de los ciudadanos libres caídos por las balas; y de la caída de las piedras abriendo a la luz, a la unidad europea de todos, sin un muro de cárcel y opresión, para que la vida no se volviera a ver bajo colores excluyentes, sino desde lo alto del muro en la destrucción de barreras de terror.
Para la generación que lee y estudia, y se informatiza: Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa: Resolución del Parlamento Europeo, de 19 de septiembre de 2019, sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa (2019/2819(RSP)). Sin que nadie nos oculte la verdad de nuestra historia, en lo bueno, malo y horroroso que no podemos olvidar, ni podemos dejar que nos lo oculte nadie, ni nos imponga versiones ideológicas para que las nuevas generaciones sean capaces de aprender las lecciones del secuestro de la verdad y de la soberanía de cada ciudadano para acompañar en el camino, con el perdón que puede alcanzarse con el respeto de la libertad informada y real.