Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Ávila ciudad despatrimonializada

25/10/2022

Puede ser una afirmación errónea o incluso exagerada, pero Ávila lleva tiempo –acrecentado en esa última legislatura– donde su título de ciudad patrimonio de la humanidad está empañado. En los finales de los noventa las intervenciones en el patrimonio público y privado dieron contenido a esa riqueza heredada para una ciudad que es algo más que solo sus murallas. Voces que claman un paulatino abandono son cada vez más crecientes en la calle y en los corrillos abulenses a lo que se suma una imagen de ciudad indigente que los turistas multiplican a su regreso tanto en la geografía nacional como internacional.
El patrimonio arquitectónico-urbanístico, más allá de restaurar o rehabilitar edificios históricos o emblemáticos, se encuentra también en pequeños detalles de la ciudad real aparentemente insignificantes con esa imperiosa protección. La nula política urbanística para rehacer más de una treinta de edificios privados del centro histórico en plena y constante ruina física, se suma un desacertado entendimiento de lo que significa el espíritu del patrimonio para una ciudad que lo debe sentir y expresar, pues en definitiva es fuente de sus ingresos. De ahí que cada vez el patrimonio de la ciudad esté más despatrimonializado tanto en su valor cultural como en su paulatina devaluación económica.
Dos pinceladas de esa ausencia de sentido y sensibilidad patrimonial. La primera está ligada a las obras que se ejecutan por la ciudad en particular en su zona intramuros y en el anillo exterior más cercano. No debiera volver a repetirse lo que este verano se ha visto con la reforma pública del pavimento de su principal plaza –Mercado Grande– donde el cerramiento de las mismas con vallas metálicas de lona verde trasparente y agujereada parecía una «granja de pollos» portátil.  Un puñal clavado en el patrimonio abulense que dejaba una estampa de ciudad decadente a pesar de sus riquezas.
En próximas semanas, por mor de las elecciones, van a coincidir una serie de obras públicas. Sería deseable, cuando no exigible a las concesionarias, instalar cerramientos acordes con lo que se espera de una ciudad patrimonio (en la misma medida las obras privadas). Existe en el mercado un sinfín de productos de cerramiento que respetan el patrimonio y facilitan la ejecución de los trabajos encomendados. Frente a endebles vallas metálicas, existen vallados opacos de madera, de chapa galvanizada, con grecas, trapezoidal, lisas o de panel sándwich, incluso con lonas que pueden llevar fotografías del paso del tiempo en la ciudad. Las obras también pueden embellecer el patrimonio.
La segunda manifestación de ese insulto al patrimonio abulense la tenemos en las proliferadas terrazas en sus variadas manifestaciones, principalmente en toda la zona centro. Apenas con los dedos de una mano se cuenta las que respetan lo que los antepasados hicieron en esta ciudad. La mayoría son antiestéticas, grotescas, repulsivas, horteras, indecorosas y sobre todo innobles para una ciudad patrimonio de la humanidad que nunca ha tenido playa. Los legítimos intereses económicos, en esto, no pueden hacer desmerecer el conjunto artístico. Al contrario, debería ser acorde y armónico –incluso homogéneo– con el señorío que se le presupone a una ciudad cuyo patrimonio y espacio colectivo público es identidad local, regional y nacional. Toca sensibilizar y tomar medidas drásticas que garanticen la protección y conservación de todos esos valores a las generaciones futuras.