Begoña Ruiz

Reloj de arena

Begoña Ruiz


El tabú del suicidio

28/11/2020

Estamos hechos del mismo material con el que se tejen los sueños” escribió Shakespeare, o “La vida es sueño” tituló Calderón a una obra de teatro. Si dicen eso los sabios, quizás no conviene tomarse las desgracias muy en serio, pero es más fácil repetir citas de dramaturgos que soportar la realidad. Las circunstancias diarias y los pensamientos sobre las mismas nos pueden angustiar tanto que veamos el suicidio como la única salida a la pesadilla, cuando solo había que esperar un poco más a que llegara el amanecer.
Un amigo, voluntario del teléfono de la Esperanza, me ha comentado que últimamente han aumentado las llamadas cargadas de pesadumbre y los psicólogos alertan sobre el incremento de suicidios.
No es raro. El coronavirus ha traído enfermedad, muerte, soledad, paro, problemas económicos, problemas sociales, separaciones, violencia, arrebatos de melancolía… El virus es muy peligroso porque aparte de atacar nuestro sistema biológico también ataca el psicológico. Es un amargavidas. 
 Desgraciadamente parece que las soluciones que hemos utilizado en otros momentos para salir del atolladero ya no sirven, porque la situación es totalmente nueva. Se oye que el tiempo lo cura todo, pero pasa tan lento.
La vida de Jesucristo y las de los santos son un antídoto contra el suicidio, pues tratan de mostrarnos a personas que han sido traicionadas, torturadas y vilipendiadas como ejemplos de lucha ante esa tentación, pero en la iglesia, donde se habla de variadas tentaciones, nunca se menciona la tentación de acabar con la propia vida. Simplemente dicen “más sufrió el Señor” y si insistes, amenazan con que es pecado mortal y vas a ir al infierno, cuando el problema es que la víctima piensa que ya está en el infierno y no puede haber algo peor.
No hace falta recurrir a la Biblia o santoral para descubrir a personas a las que el destino les ha ofrecido un sendero muy difícil y, aun así, han caminado por él descubriendo maravillas. Stephen Hawking perdió la movilidad, pero viajó por el universo; perdió el habla pero comunicó todas sus investigaciones.
Frida Kahlo, con solo dieciocho años, sufrió un terrible accidente. El autobús escolar en el que ella viajaba fue arrollado por un tranvía. Su columna vertebral y otros muchos huesos de su cuerpo se fracturaron y el pasamanos del vehículo le atravesó la cadera y le salió por la vagina (Ella solía decir, con sorna, que ahí perdió su virginidad). Nunca pudo tener hijos aunque lo intentó. Padeció muchísimos problemas de salud y pasó largas temporadas en hospitales o en cama. En este ambiente de ingresos y convalecencia empezó a pintar. Al principio por paliar el aburrimiento, luego fue por placer. Bretón la consideró pintora surrealista pero ella advirtió que sus cuadros no tenían nada que ver con el mundo de los sueños sino con su dolorosa realidad. Fue una transgresora en varios aspectos y como la vida le dejó huellas en el cuerpo con sus golpes, ella también dejó huella en la vida con sus cuadros.
 Tampoco hace falta recurrir a famosos. Todos conocemos a alguien que está en una situación muy crítica y a pesar de todo es muy alegre. Sin embargo, hay gente que llega a un momento en el que no puede soportar el sufrimiento, este pesa demasiado y quizás los familiares o amigos no tengan fuerza para ayudar o estén cansados, porque les ha tocado algo parecido. No todo el mundo sabe escuchar una tragedia sin romper en llanto, o sin huir porque le recuerda demasiado a su propia situación. Los profesionales son necesarios. En casos de depresión y angustia aguda lo aconsejable es acudir a un psicólogo o psiquiatra, pero, para colmo, este simple acto está estigmatizado y se corre el riesgo de que nos llamen locos. El cantante Dani 
Martín ha reconocido públicamente que se ha pasado media vida en consultas psicológicas. Parece que dar este paso es tan difícil o más que salir del armario.
Yo he ido al psicólogo y me ha ayudado mucho. También escribo y comparto mis preocupaciones, reflexiones y alegrías con los lectores de Diario de Ávila. Este fin de semana se abren los bares y los gimnasios, y lo mejor de todo: Por fin llega la vacuna.