Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


¿Quién va a ser?

18/03/2023

Estaría bien que tanto la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, como la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, nos explicaran cómo se lo montan para organizarse esas «excursiones» –imagino que en fin de semana– entre supermercados, ver los precios de diferentes productos, anotarlos y acabar siempre llenando la cesta de la compra en el más económico con la satisfacción del ahorro logrado y las ganas de contárselo a sus vecinos, para que hagan lo mismo. 
Sería algo que nos vendría genial a los millones de españoles, que, con cierta asiduidad,  hemos de acudir al supermercado y comprobamos la diferencia de precios, siempre al alza, en los productos que habitualmente compramos. Lo malo de ello es la imposibilidad de realizar esas «excursiones ministeriales» al carecer de coche oficial con chófer, a la vez que lo que pudiéramos ahorrar en llenar la cesta lo gastamos en combustible.
Son muchos meses desde que sufrimos la subida de alimentos y nos hallamos en una carrera difícil de parar. Según el presidente del Gobierno, sus causas son, además de la invasión de Ucrania por las tropas de Putin ya hace más de un año, el alza de los precios del gas y la electricidad como consecuencia de esa guerra. También el cambio climático. Todo ello ha hecho disparar los precios más del 16 por 100, respecto al mes de febrero del año pasado, y cada día nos cuesta más cualquier producto. Y el haber rebajado el IVA al cuatro por ciento en algunos de ellos, no en la carne y el pescado que no los consideran básicos, poco se nota pues esa reducción del impuesto se ha visto eclipsada con la subida de los propios artículos que debieran sernos mas baratos. ¡El chocolate del loro!
Una subida que solamente beneficia a los intermediarios pues al productor continúan abonándole lo mismo por su genero y al consumidor, eterno sufridor, le cargan un aumento muchas veces injustificable a pesar de que nos digan es por lo que se han incrementado los carburantes y otras materias primas.
Esta alza de precios en lo más básico, junto a la crisis energética derivada de la guerra está acentuando la asistencia de muchas personas a los Bancos de Alimentos para poder llevarse ellas y para sus familiares algo a la boca, aunque ahora, debido a la escalada de los precios, se encuentran «bajo mínimos» en sus almacenes. Esa carestía de los productos repercute negativamente en las campañas de recogida pues, muchas personas que antes colaboraban, ahora, aunque quieran, no pueden hacerlo. 
Ello está generando, de la manera que nadie quisiéramos, aumenten de manera alarmante las llamadas «colas del hambre» que se forman en las despensas solidarias de diferentes ONGs y redes vecinales, que recopilan y entregan alimentos y otros productos básicos, a fin de paliar en la medida de lo posible algunas de las carencias de los que están siendo desbordados por la crisis.
Sufrimos una inflación que no solo ha elevado el precio de los alimentos y el alza desmedida de las tarifas del gas y la electricidad. Igualmente han aumentado en mucho el precio de los alquileres y las hipotecas, lo que está agravando no solo la situación de las personas que ya vivían bajo mínimos, sino que de la misma manera está empobreciendo a familias que, hasta la llegada de la crisis, contaban con recursos suficientes y ahora se ven obligadas a acudir a las entidades sociales para poder subsistir.
Esta crisis-inflación, que arrastramos hace ya varios meses tardará en bajar y, según los expertos económicos, no caerá hasta 2025, castigando especialmente a las rentas más vulnerables por lo que, en algunos círculos, se le denomina el «impuesto de los pobres». 
Algo hay que hacer para ayudar a quienes lo están requiriendo y necesitan sobrellevarla mejor. No basta escudarse en que somos el país europeo con menor inflación y en esas ayudas que el Gobierno está dando para el transporte,  facturas de energía y otras. Es necesario se impliquen más en esta escalada del coste de los alimentos. También los sindicatos, acostumbrados a manifestarse por todo, pero ahora están callados, no alzan la voz. ¿Será por el color del Gobierno actual? Sin duda.
Esos millones de españoles que lo están pasando muy mal y otros muchos que no deseamos vernos en idéntica situación lo único que esperamos y por lo que suspiramos, aunque no confiamos se produzca,  es que alguien ponga freno para evitar podamos despeñarnos más por esa empinada y peligrosa pendiente. ¿Quién será?