Editorial

La delicada gestión del día después de las elecciones andaluzas

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Si las encuestas no fallan y la abstención no juega una mala pasada al candidato popular, Moreno Bonilla resultará vencedor de unos comicios andaluces que no expiran en la medianoche del domingo. Porque salvo que Juan Marín, que se resiste a ver las siglas de Ciudadanos difuminadas del tablero político andaluz, haga saltar la banca, el PP tendrá que buscar nuevos aliados por la gobernabilidad. Todos los caminos, o el único, apuntan a Vox y a la reedición del pacto de Castilla y León. Lejos quedan aquellos tiempos en los que la formación de Abascal se limitaba a ver los toros desde la barrera. Su asalto a las instituciones es una realidad por mucho que le pese a Moreno Bonilla y también a Núñez Feijóo, convencido de que puede viajar a Moncloa libre de cargas. Para este fin, la posible presencia de Vox en el Gobierno andaluz es una piedra en el zapato. Sea como fuere, el lunes 20 será el día en que vencedores y vencidos tracen el relato que justifique sus decisiones, las presentes y futuras, sobre todo porque estas elecciones se juegan en clave nacional.

La del PP puede ser una victoria agridulce dada las condiciones fijadas por Vox, que ya abrió con su apoyo y el de Ciudadanos, las puertas del Palacio de San Telmo a Bonilla. El pacto, ahora, parece inevitable porque otra convocatoria electoral no se contempla. Es por ello que Núñez Feijóo, taimado, pasa la pelota y la responsabilidad de una posible presencia de los de Abascal en el Gobierno al PSOE al que, llegado el momento, demanda su abstención «si tanto le molesta Vox». Razón no le falta al presidente del Partido Popular. Si el bloque de izquierdas, con sus divisiones visibles, ha hecho del miedo a Vox ha sido su principal argumento electoral, evitar su desembarco en las instituciones debiera, en un ejercicio de coherencia, convertirse en su prioridad. Pero no parece probable la abstención de un PSOE que no olvida que el PP andaluz no dejó gobernar a la lista más votada, la de Susana Díaz, en los pasados comicios.

La campaña se ha desarrollado más en el terreno ideológico que en el de las necesidades reales de los andaluces, con un PSOE anticipando la victoria de su principal oponente al preguntar con insistencia por futuros pactos. El resultado de las urnas servirá para medir la pérdida de influencia territorial del socialismo debido al poder centralista de Sánchez, para calibrar si el 'efecto Feijóo' sigue cotizando al alza y para comprobar la pegada de Yolanda Díaz. La lógica habla de un previsible alianza entre el PP de Moreno Bonilla y el Vox de Macarena Olona, agua y aceite en cuestión de carácter pero condenados a entenderse. No obstante, habrá que atender a las variables mencionadas porque Andalucía se presenta como un paso previo, tal vez decisivo, a la conquista de Moncloa.