"'Cuadros de una exposición' es música descriptiva pura"

D. Casillas
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José Luis López-Antón abordó ayer en el ciclo de conferencias 'Contando la música' la obra seguramente más conocida de Mussorgsky, una suite inspirada en unas pinturas que realizó su amigo arquitecto Victor Hartmann

El ciclo de conferencias 'Contando la música', que tiene como ponente a José Luis López-Antón, director de la Orquesta Sinfónica de Ávila, llegó este lunes en su camino por la historia de la música clásica hasta la célebre pieza Cuadros de una exposición, de Mussorgsky, una pieza de la que recordó que ya había hablado «en una actividad parecida cuando la OSAV la interpretó en la Navidad de 2018», y que el compositor ruso «realizó a modo de homenaje y agradecimiento a su amigo Victor Hartmann por una exposición que iba a hacer; él realmente era arquitecto pero había hecho una serie de dibujos que no son de una altísima calidad pictórica, sobre todo en correlación con la obra musical que inspiró, que es una de las piezas cumbres de esa época».

A la hora de realizar su suite, «Mussorgsky, de una manera muy inteligente, va conectando cada uno de esos cuadros de Hartmann, Gnonos, Tullerías, El viejo castillo y demás, y crea con todos ellos una serie de paseos musicales que sirven de nexo de unión; además, es muy curioso la forma en que él los escribe, porque los realiza en compases irregulares, no habituales, como el 5x4 o el 11x4, y por eso lo que yo deduzco es que realmente es como un paseo despreocupado por el Prado, en el que tú vas disfrutando de la visita pero no sabes muy bien en qué cuadro te vas a detener, o cuál te va a llamar la atención o no, y de esta manera él lo señaliza en la parte musical».

La conversión de cada uno de esos cuadros en una obra musical, siguió López-Antón, «tiene una esencia muy marcada, y así, por ejemplo, está el aire tenue y casi tenebroso, entre brumas, de El viejo castillo, o la actividad frenética de  Tullerías, o los dos judíos polacos, uno avaro y rico y el otro pobre… cada uno con su contraposición; es decir, que cada uno de esos números tiene ese carácter maravilloso que le hace diferente a los demás».

Aunque la música original de este obra la compuso Mussorgsky para el piano, explicó el director de la OSAV, «Maurice Ravel unos años más tarde, en 1922, realizó una orquestación que se ha hecho famosísima», y que es quizás la más interpretada en la actualidad; en realidad «hay varias versiones diferentes, pero generalmente la que se ha impuesto es ésta de Ravel, un poco por el dominio tan extenso que tenía este compositor de la paleta orquestal, que incluye instrumentos como el saxofón, por ejemplo en El viejo castillo, y utiliza la percusión y las cuerdas de forma magistral, consiguiendo con esa adaptación que la partitura original luzca de otra manera y desde otra perspectiva».

Cuadros de una exposición, resumió el ponente, «es música puramente descriptiva, una de las obras cumbres de ese movimiento, y además en esta obra está ese intercambio total, esa sinergia artística entre la pintura y la música, que aparece también en otras obras de la historia de la música como es el caso de La isla de los muertos, de Rachmaninov».