José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


La mala reputación

22/10/2021

Pocas veces lo tiene uno tan fácil, estimados tres lectores, a la hora de escribir un artículo. El calendario parece que viniese hoy a buscarme, sacándome de la cama y gritándome la fecha. El 22 de octubre de 1921, hace cien años, nacía en el sur de Francia Georges Charles Brassens —el viernes que viene se cumplirán también cuarenta de su fallecimiento—. Los que peinen canas quizás hayan compartido clandestinamente algunos de sus discos en los años del aperturismo franquista; otros no tan mayores, como yo, seguro que han llegado a él tras escuchar sus canciones versionadas por otros iconoclastas como Javier Krahe, Paco Ibáñez o incluso Loquillo. Muchos de los jóvenes de hoy en día —lo siento por ellos— no tendrán idea de quién hablo.
Brassens fue antes que nada poeta: fabuloso, irónico, irreverente, consecuente; escudriñando y escandalizando a la burguesía de la posguerra francesa desde la casa de Jeanne, donde vivió para defender su vida primero y su rabiosa independencia después, con su guitarra y su bigote sembró de ideas los corazones ajenos; él, anarquista huidizo de cualquier idea. Llevó flores a Marinette, nos incomodó pensando en Fernande, gritó avisando del gorila, enseñó a odiar al vecino vendedor de pararrayos, recordó que los amigos son lo primero, alabó la sencillez del pobre Martín, loó la agria soledad de la mala hierba, nos conminó a morir por las ideas…
Entre todas sus canciones, «La mala reputación» destaca como uno de esos himnos que traspasan fronteras, generaciones y culturas. «En el pueblo, sin pretensión / tengo mala reputación / haga lo que haga es igual / todo lo consideran mal» cantaban Paco Ibáñez y Loquillo; las letras del cantautor francés siempre fueron huesos duros de traducir. Una oda a la independencia de espíritu frente a la tónica dominante. Y no por postureo, por ser admirado como valiente, osado o transgresor; Brassens no busca la provocación, sino que critica a la moral acomodaticia que etiqueta a los que a los que viven fuera del rebaño, pasan de la fiesta nacional o ayudan al ratero en su huida. Seguro que algo de eso les suena, vivimos en una pequeña Vetusta castellana donde colgar sambenitos de mala reputación es el deporte rey local.
Más de uno, leyendo esto, sonreirá condescendiente pensando que el que apunta con el dedo hoy sigue siendo el sector burgués, conservador, religioso y reaccionario. Y quizás sea así, pero creo que cada vez más ese colectivo que Brassens rehuía y ridiculizaba está siendo reemplazado por otro, el nuevo «bienpensantismo», lleno de bellos mensajes de ecologismo, feminismo, corrección, historia reescrita, paz universal y utopías sociales; un nuevo catecismo del padre Ripalda con una colección de axiomas que, no por considerarse verdades aquí y ahora han de serlo absolutas y perennes, como nos enseña la Historia. Me pregunto si el péndulo no ha cambiado de lado y no necesitamos hoy Brassens que se burlen, sacrílegos amigos del desacato, de los nuevos cultos profanos que sufrimos. Y sí, queridos lectores: soy consciente de que solo por osar plantear esto pasaré a tener mala reputación; así, como en la canción, podré decir: «Todos, todos me miran mal. Salvo los ciegos, es natural».

ARCHIVADO EN: Loquillo