Darío Juárez Calvo

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Darío Juárez Calvo


Las Galias perdidas del Brexit

09/04/2022

El concluyente aguacero que desató la tormenta sobre el barrio de Fulham se empezó a acumular sobre los portones de las foodtrucks que abrazan Stamford Bridge los días de partido, cuando Benzema saltó al césped para iniciar el calentamiento con la misma determinación de quien regresa a Roma convencido de recuperar la pertenencia definitiva de las Galias perdidas en las 23 puñaladas de la momia de Julio César. El vendaje de la mano derecha, a escala; la barba, como el Caifás argelino de la fraternité futbolística; y el sueño de otras semifinales de Champions, en el alambre de la confianza para el madridismo tras un sonrojante Clásico que, sin su capitán sobre el campo, se llevó por delante el éxtasis todavía en activo del recuerdo sempiterno de la última gran noche histórica que vivió el Bernabéu en Europa con el galo como bandera. 
El Madrid, el equipo más voluble de los grandes que quedan en cuartos, volvía a contar con su 9 de referencia para medirse al Chelsea. La resurrección de la Saeta volaba de punta a punta del labrado londinense del The Bridge, bajando a recibir al abrigo de Alaba para subir el balón, desplazarlo con el alma hacia el carril de un Vinicius que hociqueaba el espacio de la espalda del lateral como un miura por el tejado de un burladero, para terminar por rematarlo él mismo de abajo a arriba, en carrera, a once metros de la portería y con un giro de cuello que a la vez que valía para abrir el marcador, también sumaba dos ceros a la cuenta de su fisio de confianza. 
Y la obra de arte del segundo gol cambiando a Mendy el contrapié o la presión del tercero, volviendo a generar diarrea en un portero de primer nivel hasta sacar del fallo otra diana que dejaba el Brexit del Chelsea aprobado por Tuchel en rueda de prensa, independientemente del segundo asalto del próximo martes en el Bernabéu. Podría pasarme un día entero postrado de rodillas ante Karim, después de haber querido fundar su primer club de haters hace siete u ocho años. Gracias por tanto y perdón por tan poco, Karim. No me lo perdones nunca.