La pluma y la espada - Hernán Cortés

El conquistador de un Imperio que no llegó a Virrey (III)


El militar extremeño se caracterizó por sus gestas y sus proezas políticas, entre ellas, la creación de Nueva España, de la que fue gobernador y capitán general

Antonio Pérez Henares - 20/03/2023

Derrotados los aztecas, Cortés se puso a la tarea de fundar México, pues, aunque se le niegue tal reconocimiento, es lo que hizo. Él puso las bases de la nación actual. Un país mestizo nacido de aquellos tiempos y tremendas convulsiones y mortandades, guerras y matanzas. Pero el impacto más terrible no fue causado por las armas sino por las enfermedades importadas desde Europa. Destacó la viruela que azotó con saña y causó muchos estragos a la población indígena reduciéndola muy significativamente. Los españoles, por su contacto de siglos con la enfermedad, gozaban de mayor inmunidad.

 El filólogo medievalista Martín Riquer resume en estas acertadas líneas lo que entiende que fue una gran hazaña militar pero aún más, una proeza política. 

«Aconsejado por Malintzin, supo sacar el máximo provecho de la división de los indios. Nombrado por una cédula real del 15 de octubre de 1522 gobernador y capitán general de la Nueva España, Cortés ejerció un poder casi absoluto hasta su salida a Las Hibueras (Honduras) el 12 de octubre de 1524. 

El conquistador de un Imperio que no llegó a Virrey (III) El conquistador de un Imperio que no llegó a Virrey (III) Reparte encomiendas entre sus seguidores, pero limitando sus derechos, y exime totalmente la provincia de Tlaxcala como pago por su ayuda. Instala los cabildos con sus alcaldes y regidores; emprende la reconstrucción de México, en el mismo emplazamiento, según el plan cuadrado clásico aprovechándose de los talentos de Alonso García Bravo, Bernardino Vázquez de Tapia, Martín de Sepúlveda, arquitectos y topógrafos. Lanza la explotación de minas de oro y envía a Sandoval y Alvarado a descubrir comarcas vecinas como Colima, Jalisco, Michoacán y luego Guatemala. Promulgó en 1524 sus ordenanzas de buen gobierno y multiplicó las fundaciones (hospital de Jesús). Recordaba la despoblación de las islas y estimuló el mestizaje entre españoles e indias, dando el ejemplo y aprovechando el mismo anhelo de los indios en este plan. Cortés no olvidó enviar al Emperador importantes cantidades de oro. Solicitó la venida de misioneros franciscanos: los 12 primeros el 13 de mayo de 1524. Los franciscanos apoyaron siempre la causa de Cortés». 

Expedición a Honduras

Cortés era un descubridor y no podía quedarse quieto. Ese mismo año, emprendió su siguiente aventura. La expedición a Honduras. Al igual que hizo con Alvarado hacia Guatemala, envió a un capitán de su máxima confianza Cristóbal de Olid. Pero este, que en Cuba había sido un hombre muy cercano a Velázquez, volvió a entrar en tratos con él y ello lo acabó sabiendo Cortés que partió hacia aquel territorio. Además de tropas españolas se hizo acompañar por los principales jefes méxicas, encabezados por Cuauhtémoc, el último emperador, el huey tlatoani de los méxicas para mantenerlo lejos de Tenochtitlan y que no tuviera la tentación de provocar una revuelta en su ausencia. 

 Fue un viaje difícil, pues eligió la peor ruta por el este atlántico. Se topó con las peores cienagas y atravesó turbulentos ríos. Un cacique local le avisó que los notables aztecas que iban con él le preparaban una traición y querían darle muerte. Cortés detuvo a los sospechosos de la posible sublevación y los interrogó por separado. Sacó en limpio que el principal responsable era Cuauhtémoc y, sin más, ordenó ahorcarlo. Algunos, entre ellos Díaz del Castillo, entendieron que no había pruebas suficiente y amén de injusto consideraron que era un error.

El conquistador de un Imperio que no llegó a Virrey (III) El conquistador de un Imperio que no llegó a Virrey (III)  Siguió avanzando con dificultades por territorio maya y al llegar a la población guatemalteca de Nito le llegó la noticia de que Cristóbal de Olid, tras haber llegado hasta él tropas enviadas para detenerlo y tras diferentes escaramuzas y alternativas, le habían dado muerte. 

Hernández de Córdoba

Los nativos le presentaban cada vez mayor resistencia. Conectó entonces con otro conquistador, Francisco Hernández de Córdoba, fundador de Nicaragua, homónimo del malogrado descubridor de Yucatán. Este estaba bajo el mando de Pedrarias Dávila, y el encuentro y la sospecha del temible gobernador de Panamá de que pensara unirse a Cortés le costó la vida. Años antes había hecho lo propio con el descubridor del Pacífico, Vasco Núñez de Balboa.

 Las noticias que le llegaban de México eran cada vez mas inquietantes. Su ausencia y el rumor de que pudiera haber muerto propiciaban las revueltas. Además había llegado al territorio como presidente de la Audiencia y luego como gobernador de una zona al norte que se fue a llamar la Nueva Galicia. 

Quien se convertiría en su peor enemigo, sería Nuño Beltrán de Guzmán, un peligroso individuo que buscó su ruina y que se dedicó a hacer fortuna a base de esclavizar cuantos indios podía apresar acusándolos de estar alzados. 

Popular y con autoridad

La situación en los dos años que había estado fuera había permitido que recién llegados, muchos de ellos oficiales ambiciosos y corruptos funcionarios de la corona protegidos por don Nuño no sólo explotaron de manera atroz a los indios sino que pelearon entre ellos, arrinconando a los fieles a Cortés. La vuelta de éste, que gozaba de una gran popularidad entre los españoles sino también entre los indígenas, fue providencial y con el apoyo de los franciscanos pudo restablecer su autoridad.

 Sin embargo, hubo de aguantar el acoso de Beltrán de Guzmán que desde la Audiencia se lanzó sobre él. Le metió en juicio, le acusó del asesinato de su primera mujer y le embargó toda su fortuna, muy mermada por la malhadada expedición a Honduras. Hernán Cortés se estableció en Cuernavaca, a 12 leguas de la capital, donde levantó una residencia señorial y volvió por sus fueros de comerciante y empresario que tanto dinero le habían dado en Cuba. En tan solo unos años logró de nuevo rehacer una inmensa fortuna poniendo en marcha grandes y feraces cultivos así como la cría de ganado y a la importación y exportación de todo tipo de artículos. Puso en explotación varias minas de oro, la más importante en Michoacan y para ello en vez de indios importó esclavos negros. Creó también los astilleros de Tehuantepec. 

Carlos V

Hernán entendió que para poner las cosas en su sitio debía echar mano a la pluma y llegar hasta Carlos V. Se le concedió licencia de vuelta en 1528 y en julio llegó a Toledo, tras desembarcar, en Sevilla, acompañado de su leal capitán Sandoval seguido de un séquito principesco y cargado de regalos, oro y joyas, para acudir a presencia del Rey. Le entregó un completo memorial donde formuló sus peticiones, sugerencia e ideas para el gobierno de la Nueva España. Después unido a su corte le acompaño hasta Zaragoza. Carlos V tardaría casi un año en darle respuesta a sus peticiones.

 Había logrado resolver bastantes cosas favorablemente. De las acusaciones quedó exonerado. El 6 de junio de 1529, Carlos V concedió a Cortés 23.000 vasallos, repartidos en 22 villas, y el título de marqués del Valle (de Oaxaca) y algunos cargos de mucho rango, pero no el mando supremo de la zona que había conquistado «Honores si, pero no el poder» . 

Iba a ser otro el elegido, Antonio de Mendoza, el hijo del Gran Tendilla, de la muy poderosa familia alcarreña y hombre muy ducho y formado en diplomacia y ejercicio de la autoridad. Cortés hubo de conformarse con lo que el emperador le concedía. Retornó a México y continuó con su frenética actividad. Puso en marcha cuatro expediciones, desde 1533 a 1540. Aunque poco beneficiosas para su hacienda, permitieron el descubrimiento de California y de su gran saliente al mar, que se creo por un tiempo una isla y donde la fantasía de la época suponía que era un lugar mágico, situado en el que desde entonces fue llamado el Mar de Cortés. 

California

Sabed que a la diestra mano de las Indias existe una isla llamada California muy cerca de un costado del Paraíso Terrenal. Estaba poblada por mujeres negras, sin que existiera allí un hombre, pues vivían a la manera de las amazonas. Eran de bellos y robustos cuerpos, fogoso valor y gran fuerza. Su isla era la más fuerte de todo el mundo, con sus escarpados farallones y sus pétreas costas. Sus armas eran todas de oro y del mismo metal eran los arneses de las bestias salvajes que ellas acostumbraban domar para montarlas, porque en toda la isla no había otro metal que el oro. En Las sergas de Esplandián, de García Ordóñez de Montalvo (Sevilla, 1510), aparece el nombre California, gracias a los soldados de Cortés . 

Nuño Beltrán de Guzmán

Hernán Cortés financió y armó varias navegaciones pero solo fue presencial a la tercera, para enfrentarse personalmente con don Nuño Beltrán de Guzmán, que encastillado en sus dominios del norte le había hecho todo tipo de agravios, apresando a sus hombres y requisándole barcos. Cuando llegó a Santiago donde estaba su capital, el Beltrán de Guzmán, temeroso, se acoquinó y lo recibió con mucho cuidado y sin rechistar. Cuando se marchó se apresuró a enviar toda serie de denuncias contra él aduciendo que le había invadido.

El tiempo de Beltrán de Guzmán llegaba a su fin. Tuvo que responder ante la Justicia española por las tropelías cometidas. Temeroso de ello, no se atrevió a asomar en mucho tiempo por la ciudad de México. Al final se decidió al saber que llegaba a ocupar su cargo su paisano, el también alcarreño Antonio de Mendoza. No le valió de nada. Nada más asomar, Beltrán de Guzmán fue apresado, juzgado por un nuevo funcionario real esta vez mejor elegido, metido engrilletado en un barco y enviado a España donde concluyó su vida encarcelado en Torrejón de Velasco (Madrid).

 Cortés hizo de tripas corazón y se avino a convivir lo mejor posible con el Virrey Mendoza. Da prueba de ello Álvar Nuñez Cabeza de Vaca cuando llegó allí tras su inaudita epoyeya de atravesar a pie desde Florida al Pacífico. Cuenta que le recibieron muy bien él y el marqués y que le invitaron a los toros en la plaza de la capital el día de Santiago. Corría el año de 1537. 

En 1541, Cortés volvió a España con sus dos hijos legítimos, Martín y Luis. Participó al lado del rey la empresa de Argel. Sus avisos no fueron tomados en serio y la expedición fue un fracaso. No pudo encontrarse con Carlos V y le dirigió varios largos memoriales en los años 1542, 1543, 1544 que demuestran un conocimiento impresionante de los asuntos de la Nueva España, pero que no obtuvieron respuesta.

En 1545, Cortés se retiró a Sevilla y en 1547 a Castilleja de la Cuesta, donde murió el 2 de diciembre. Sus restos han dado muchos tumbos. Hoy, están en el edificio que acogió el primer hospital que fundó en la ciudad. Quizás es el momento de repatriarlos.