A la caza del voto del centro

G.F.A. - M. C. S. (SPC)
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Los expertos lo tienen claro: solo se llega a gobernar si se consigue conquistar esa amplia mayoría social, un 30 por ciento del electorado, que hace inclinar la balanza bien hacia la izquierda o hacia la derecha

A la caza del voto del centro

Echar el ancla en el centro del escenario político permite expandirse a derecha e izquierda. Lo saben muy bien tanto PP como PSOE y ese será uno de sus grandes retos para los intensos meses electorales que quedan por delante: captar al votante del centro; ese elector extraño en este tiempo de trincheras cada vez más hondas y embarradas que no encaja (mal que le pese a algunos) en la dicotomía de o conmigo o contra mí.

Estudios demoscópicos cifran en casi un 30 por ciento el porcentaje del electorado que, de uno a 10, se sitúa en el cinco de la escala ideológica. Ciertamente, no todos son potenciales simpatizantes del centro, también quedarían dentro de este amplio margen ciudadanos despolitizados y abstencionistas en potencia

Pedro Sánchez y Núñez Feijóo saldrán en campaña a la conquista de esa «mayoría cautelosa» como ha sido definida por algunos teóricos y que es la que no se plantea la vida en términos ideológicos. 

Teóricamente, Sánchez llega a esta competición generando desconfianza en esa franja de votantes tan deseados. Su evidente giro hacia postulados más propios de la izquierda radical que del socialismo tradicional no le ayudará. Aspectos como la polémica ley del sí es sí nacida del Ministerio de Irene Montero, la supresión del delito de sedición y la reforma del de malversación como pago de peaje al apoyo de los nacionalistas catalanes, le pasarán factura en las urnas. La incógnita es hasta qué punto.

En la práctica, esta cacería a los electores más tibios, a quien pone ahora en la mira, de forma preferente, es al votante de Ciudadanos, el partido que más podría aproximarse al centro tradicional. Al igual que la extinta UCD, parece vivir sus últimas horas en una larga agonía, negándose a desaparecer por asfixia, mientras bastantes de sus cargos públicos han comenzado a dar el salto a otras formaciones. A nadie se le escapa que lo que queda de Ciudadanos se lo repartirán, básicamente, socialistas y populares.

De hecho ya sucedió en las autonómicas andaluzas del año pasado. La histórica mayoría que conquistó Juanma Moreno para aupar al PP al palacio de San Telmo tuvo una relación directa con el descalabro del proyecto naranja y el trasvase de decenas miles de sus votos a las filas de Génova. 

Cuando el año pasado Alberto Núñez Feijóo cogió las riendas del PP tras sepultar la crisis que abrió el enfrentamiento interno entre Casado y Ayuso, ya dejó ver que uno de sus grandes desafíos pasaba por ensanchar el electorado popular para seguir ganando músculo en la carrera hacia la Moncloa y también para sacudirse la sombra de Vox. Alargada, cuando se intuye el escenario que dejará este intenso año electoral.

Feijóo sabe que la conquista de la Moncloa pasa por recuperar el amplio segmento del centro derecha que, básicamente por razones de desencanto, se pasó al barco de Ciudadanos, sobre todo en la época de Albert Rivera. 

Su vuelta al redil popular y convencerles de que concentren el voto útil en su formación, porque es la única que puede garantizar la estabilidad política y evitar que se conforme nuevamente un Ejecutivo Frankenstein con otra alianza entre PSOE, Podemos y otros grupos «radicales», marcará, sin duda su estrategia. 

¿Es una opción aún viva?

España afronta en menos de 70 días unas elecciones municipales y autonómicas en un súper año electoral que finalizará con las generales y que dará respuesta en las urnas a si el tablero político cierra una etapa y a la pregunta de si asistimos a la disolución del centro político en nuestro país. Hay respuestas en uno y otro sentido.

«Políticamente sí», afirma el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, José Félix Tezanos, quien señala que, curiosamente, España ha sido, desde la Transición, un país que tiene un sector de la población, casi un tercio, que se considera de centro, de centro izquierda o centro derecha.

Una de las peculiaridades del sistema político español es, a su juicio, que los partidos o los líderes que han operado en el centro siempre han tenido algo de inclinación a la derecha, lo que les ha hecho perder esos votantes. «Hay un electorado huérfano que puede oscilar del 10 al 20 por ciento que no encuentra un partido similar a las opciones de centro europeas. Entonces, esta alternativa se diluye como expresión política, pero no como base sociológica», sostiene.

«No», responde tajante a la pregunta Narciso Michavila, presidente de Gad3, una de las principales consultoras nacionales dedicada a la elaboración de encuestas electorales. Lo que se está produciendo, argumenta, es una polarización fabricada artificialmente «desde las elites», que se está dando prácticamente en todas las democracias y que tiene mucho que ver con las nuevas tecnologías y con el hecho de que los políticos cada vez entiendan menos a la sociedad.

«La mayoría del electorado en casi todos los temas que planteamos buscan soluciones de compromiso y son conscientes de que en casi todas las cuestiones las soluciones radicales suelen ser una amenaza», afirma, para añadir que la tendencia es volver al centro, al bipartidismo. Asegura, además, que así como la crisis financiera del año 2008 castigó mucho a los partidos de gobierno tradicionales y produjo vuelcos en todas las democracias, esta crisis fruto de la Covid y de la guerra en Ucrania está generando un refuerzo de partidos de gobierno. «Por tanto, volvemos a un bipartidismo imperfecto».

Antonio Asencio, director de Comunicación y Estrategia de Sigma Dos, la veterana empresa demoscópica, pide diferenciar entre el centro electoral y el centro político. «La mayoría de los españoles se sitúa en el centro de la escala ideológica siguiendo la forma de la campana de Gauss, es decir más, ancha por el centro y más estrecha por los extremos y eso no ha cambiado sustancialmente en los últimos años».

De la misma manera, agrega, tampoco ha cambiado la media aritmética de la adscripción de la autoubicación ideológica de los españoles, que «se sigue situando en el centro, ligeramente inclinado hacia el centro izquierda».

Esto no ha cambiado, apunta Asencio, lo que pasa es que esa distribución ideológica no tiene por qué tener un correlato directo en la oferta de partidos políticos, de tal manera que personas que se autoubican en esta opción ideológica pueden votar en función de la coyuntura política a un partido de izquierdas o a uno de derechas, si no hay nadie que sientan que los representa mejor.

¿Vivimos en una sociedad más polarizada? No, -contesta- los votantes españoles no se han radicalizado ideológicamente, lo que ha ocurrido es que han irrumpido partidos que en el contexto del debate mediático actual son percibidos como más extremistas, pero eso no quiere decir ni que los votantes de esos partidos vean a esos partidos como tan extremistas ni que ellos se autoperciban así.

Quien sí ve una cierta disolución del centro político es el sociólogo Miguel del Fresno, que denomina a este espacio que queda huérfano «la otra España vaciada». «Es cierto que hay grupos que no pertenecen a ninguno de los dos grandes polos políticos, y que pueden estar a favor de determinadas políticas de cada bando. El problema con los biconceptuales es que se están comprimiendo. La tendencia a la polarización social y política está reduciendo la gente que puede estar cómoda en zonas ambiguas o ambivalentes», comenta.

En lo que coinciden todos es en que en España las elecciones se siguen ganando en el centro. Para gobernar hace falta una mayoría social y esa está justo en el medio.