Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


Error de alto voltaje

26/11/2021

Nada nuevo al decir que China se ha convertido en fabricante absoluto de todo aquello que demandan las sociedades occidentales. Hasta ahora el binomio casaba: Occidente aportaba la investigación y la tecnología y Asia contribuía con una mano de obra en semi esclavitud a saturar sus mercados. Ahora el binomio se ha quebrado. El productor de bajo coste se ha convertido también en consumidor, con el agravante de que se ha quedado con la llave de la tienda.
Europa pretende superar la crisis provocada por la pandemia con fuertes inversiones desde el sector público, directamente o mediante ayudas generosas a la iniciativa privada. Sobre la sostenibilidad energética pivota una parte importante del proyecto. Las renovables han sido presentadas como parte de la solución, fundamentalmente la energía fotovoltaica porque permite la implicación de toda la sociedad a través del autoconsumo. Sin embargo, la voz de alarma no se ha hecho esperar. China ha reducido la producción de placas solares y, en consecuencia, su precio se está disparando. De nuevo, como pasó al comienzo de siglo, el dinero de las ayudas irá directamente a China. Una perversión de los objetivos: las ayudas estimulan las iniciativas pero también aumentan los precios y se crea un tobogán por el que los euros públicos acaban en el país asiático. Eso ocurrió en España entre los años 2004 y 2008. Se olvidaron entonces y ahora de que el valor añadido de la energía fotovoltaica está en la producción de sus componentes y no en la generación eléctrica posterior, que apenas genera empleo. España no está mal en la producción de otros elementos, como inversores y seguidores, pero no en placas solares. China acapara el mercado mundial con un 65%. Europa quiere ahora crear una alianza para desarrollar paneles propios y entre tanto hay voces que claman porque se prime la procedencia de elementos europeos en las subastas de instalación. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. No contaban con los gobiernos españoles, que no aprendieron algo tan elemental como que primero se prima y estimula la producción y después la instalación de lo producido. En cualquier circunstancia.