Viaje a la prehistoria de Ávila desde la magia de sus piedras

D. Casillas
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Alfredo González Tejada presentó en el Episcopio su libro 'Urko el vettón', una ficción protagonizada por un niño que está inspirada en las caprichosas formas de unos granitos abulenses a los que el autor da vida

Viaje a la prehistoria de Ávila desde la magia de sus piedras

La literatura es un arte que se alimenta al mismo tiempo de la realidad y de la imaginación, en proporciones tan variables como quiera o pueda cada autor, pero en la que late siempre algo o mucho del poso cultural individual o compartido que nos identifica social e individualmente, y que es en buena manera definidor de cada una de esas realidades, la colectiva y la personal.

Alfredo González Tejado, abulense apasionado por el pasado más lejano de estas tierras, ha apostado por fundir nuestra prehistoria con la fantasía para escribir el libro titulado Urko el vettón, una novela mitológica en la que la creatividad del autor «se desborda en visionarios personajes pétreos que forma la naturaleza en los conjuntos graníticos de piedras y peñascales tan abundantes en la sierra de Gredos, en los montes y campiña abulense». 

Este libro, explica su autor, desarrolla una historia fantástica que desarrolla una mitología propiamente abulense –con lógicas y seguramente necesarias influencias de otras alegorías que han servido secularmente para intentar conocer el mundo en ese afán siempre infructuoso de entenderle–, cuya trama está protagonizada por Urko, un niño de cuatro años de edad nacido en un poblado vettón de pastores en el alto Alberche en tiempos pre-romanos que se pierde un día de otoño y, cuando está a punto de morir, es encontrado por una osa que le cuida y alimenta en su propia guarida durante todo el invierno. 

Llegada la primavera salen de la cueva el niño y la osa y «se encuentran con una sacerdotisa, una druidesa que decide acoger al pequeño como si fuese un hijo para cuidarle»; esa adopción hará que el niño no solamente tenga mayores garantías para sobrevivir sino que también, y eso le marcará definitivamente, «aprenda los principios y los valores necesarios para llegar a convertirse en un sabio maestro, un druida vettón que alcanzará la fama en su territorio».

Urko, especifica más el escritor, «nace en Navalosa, en donde aún queda la vigencia de unos tinados que son iguales a los que había hace dos mil años, se pierde en el monte siendo niño y cuando está a punto de morir le encuentra una osa que le cuida, animal para el que me he inspirado en una piedra que parece una osa». 

La osa lo cuida durante un invierno en una cueva, y cuando sale en primavera de nuevo al campo se encuentra con una druidesa, una figura humana que creó inspirándose en una alta piedra vertical que se encuentra en el municipio de Navalacruz, un afloramiento granítico espectacular que allí llaman 'la virgen' o 'el cuchillo', y que Alfredo González afirma que «parece una imagen mariana, una mujer esbelta, con poderes mágicos». Esa druidesa, antes de carne y hueso, ahora ya mutada para siempre en piedra, acoge al pequeño Urko porque ha habido un hecatombe que ha destrozado los pueblos, que pudo ser cuando vino Aníbal a la Península, y le enseña a ser un médico, un chamán.

Esa intensa vida de Urko la relata Alfredo González de forma novelada, sin afán de dar lección ninguna sobre la prehistoria abulense –«porque no es esa mi intención ni a mi corresponde esa labor, que es de otros profesionales»– pero sí animando a los lectores a que se interesen por ese largo y muy interesante periodo histórico a través de esta ficción, tomando como «realidades importantes» en el desarrollo de la trama «los perfiles de las piedras que aparecen en abundancia por todo el territorio donde se desarrolla la acción: las sierras de Gredos, Serrota, la Paramera y Sierra de Ávila, y en los valles altos del Alberche, Tormes y Adaja».

paisaje idílico. Con todos esos elementos, alimentados por la pasión de quien ama esta tierra, su historia y sus leyendas, González Tejado arma una narrativa amena, llena de colorido y atractivas descripciones muy reales de la fauna y la flora local, enmarcado todo ello «en un paisaje idílico serrano que en no pocos momentos es reconocible por el lector que conozca la zona que sirve de escenario a la trama».

Otra característica destacable y definidora de este libro es que en él «las piedras toman vida», porque su autor se sirve de las caprichosas formas rocosas que encuentran por doquier para crear «descripciones mitológicas, relatos fantásticos y escenas puramente artísticas creadas por el placer de la imaginación».

En «esta novela histórica llena de mitología», sigue explicando su autor, «hay personajes de carne y hueso, pero al mismo tiempo doy vida a las piedras convirtiéndolas en personajes que conviven con los anteriores, por ejemplo Urko es un personaje real que se presenta a través de las piedras»; y eso es así, añade, porque «vi que esas maravillosas piedras que tenemos bien podrían ser personajes del pasado convertidos en granito, hombres, mujeres, tortugas, toros e incluso un elefante, y lo que hago es una cuestión mitológica de los siglos III y IV antes de Cristo».

El libro, acaba explicando su autor, «es también un canto a la naturaleza para celebrarla y defenderla, porque hablo de la flora y la fauna de toda esa zona, y además hay un chamán que saca las medicinas de las hierbas que encuentra».