Pablo Serrano

CARTA DEL DIRECTOR

Pablo Serrano


La subsede

12/02/2023

Asistía como espectador el pasado jueves a la firma del convenio entre el ministro de Cultura, Miquel Iceta, y el presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García Paje, para que el Palacio de los Duques del Infantado de Guadalajara pueda acoger obras del Museo del Prado, dentro del programa que ya tiene la pinacoteca en vigor bajo el título de 'Prado Extendido'. El anuncio de esta firma levantó sospechas y reacciones en cadena en Ávila, aunque después de ver la escenificación del acuerdo, me recordaba a la que tuvo lugar hace un cuarto de siglo en Ávila, entre la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre, y el entonces presidente de la Junta de Castilla y León, Juan José Lucas. Homólogos se reúnen veinticinco años más tarde para dar el pistoletazo de salida a un proyecto similar. Es lo que tiene la política, que lo aguanta casi todo de forma esperpéntica.

Tras estos días de trajín, con la implicación del propio presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco –lo más razonable, sabiendo que representa a la administración que va a permitir que se abra cada día las puertas de Los Águila si en algún momento se culmina el proyecto–, no parece haber dudas de que la conversión del Palacio de los Águila en sede del Museo del Prado se ha quedado descafeinada.

Esta semana se han cumplido 38 años desde que el Estado español aceptara el legado dispuesto por María Luis Narváez Macías, la duquesa de Valencia, «con todos los muebles, ropas y enseres que hay en ella (la casa) para la instalación de un museo». Es en julio de 1998 –a punto de cumplirse 25 años– cuando se celebró la rúbrica entre Aguirre y Lucas «para establecer el marco de ejecución y desarrollo de actuaciones que permitan la utilización del palacio de 'Los Águila' como espacio adscrito al Museo Nacional del Prado», según la resolución publicada en agosto de ese mismo año en el BOE.

Lo de después, sabido por todos. Primero que si taller de restauración, que si luego subsede, más tarde 'sala' y ahora que si 'prado extendido'. Unos genios los que han logrado descafeinar un proyecto que tenía mimbres de exclusividad para Ávila, y que ha quedado diluido. Lo han conseguido ya.

Resulta insultante seguir las intervenciones del director del Prado, Miguel Falomir, que hace dos años, en Barcelona, aseguraba que Barcelona podría contar con una subsede del Museo del Prado si hubiera un «clima de unanimidad». Y más tarde, en un oficio remitido a un grupo municipal de Guadalajara, negara la posibilidad de que el Museo del Prado abra subsedes «ni dentro del territorio español ni fuera de él». Anda que no se ha dado vueltas a la subsede de Ávila. Y lo dice el mismo Falomir que aceptaba en marzo de 2018 que El Prado y el Museo de Ávila compartieran espacio en el Palacio de Los Águila, llegando a asegurar eso de que «ahora habrá presencia física en una ciudad distinta a Madrid». ¿Este planteamiento no es el de una subsede?

Como si fuera una novedad, a los abulenses nos la volvieron a meter doblada. Después de veinticinco años quizás sea el momento de plantearse si es más práctico y rentable tener un 'Prado extendido' como el de los demás, o un museo del grafiti. Parece haber llegado el momento de dejar de defender lo indefendible, y comenzar a pagar apuestas pendientes.

A todos, muchas gracias por 25 años de desidia.