Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


Los fantasmas del Partido Popular

18/02/2022

Es que no hay nadie sensato en el Partido Popular para decirle a su directiva que llevan un año realizando un viaje a ninguna parte. Es que nadie del partido azul es capaz de señalar que los problemas están en otro lugar, que el contrario es el que está enfrente, no al lado, que deben escuchar a los ciudadanos, que deben mirar la estela de quien hace las cosas con sentido común.
Mientras no se disipen los caprichos personales, se acaben las acciones impulsivas, borren ya del propio relato las frases vacías y prefabricadas; mientras no se entienda que los ciudadanos de centro-derecha, afiliados, simpatizantes y otros que están a la expectativa, están demandando que desaparezcan esos fantasmas que atemorizan al PP, no podrán hacer camino.
En la calle, esos ciudadanos se dan cuenta que llevan mucho tiempo, demasiado, siguiendo la estela de la narrativa socialcomunista, quienes desde su supuesta superioridad moral pretenden marcar el paso a los demás, y que quienes no sigan sus directrices están condenados a la pérdida de sus valores y de su identidad. Mientras no se refuerce el debate y se imprima y asume una dialéctica de igual a igual, jamás conseguirán superar el miedo escénico en el que se mueven.
Y ese miedo es el que alienta Pedro Sánchez cuando les dice que rompan los acuerdos con Vox en sus comunidades y se pensará en su abstención en Castilla y León. Y es que el líder socialista no tiene enmienda: consejos da que no quiere para él. Y Casado cae en su trampa cuando critica a Vox y no quiere aceptar que su autodestrucción está en camino al no escuchar a sus críticos.
Porque ese es el motivo de su inacción: el miedo a que le llamen de todo. Pero el discurso de la izquierda se está acabando. Ya no se puede recurrir a Franco, a los fachas, proclamar una alarma antifascista, martillear con la irrupción de Vox… Esto ya se tiene que acabar y el PP debe, está obligado, a elaborar un discurso que sostenga el debate en igualdad de condiciones.
Lo primero, asumir que las proclamas que se arroga la izquierda ya no tienen sentido, aunque ellos sí lo crean. En cierta ocasión Fernando Savater dijo que "la famosa alarma antifascista sólo se centra en el peligro de la derecha radical, como si la amenaza viniese de ahí y no de la izquierda extrema". Pues eso, el PP debe armar con buen criterio y mejor argumento que su estilo de gestión es el que proporcione una mejor vida para los ciudadanos. Frente al miedo, los hechos; frente a la algarada, sensatez; frente al dedo señalando, la mano indicando el camino; frente al totalitarismo, libertad.
Y para ello, debe tener claro su camino, mostrarse como un partido sólido, unir fuerzas, difundir el ideario de la convivencia social sostenida en los valores que realmente han construido un proyecto emanado de la Constitución que firmamos todos los españoles a finales de 1978. Y para alcanzar estos objetivos ha de superar los egos internos que los ciudadanos perciben en su seno. Ha de disponer de una dirección valiente, dispuesta a superar los embates y los torbellinos que surgen en el transitar político, a entender necesarias y positivas las disensiones, valorar y enriquecerse de las aportaciones que vayan ofreciéndose en cada momento. No todos tienen que pensar lo mismo, pero sí tener un objetivo común: los ciudadanos.
Frente al discurso repetitivo, somnífero, que genera siempre la izquierda -a la que, por cierto, no le ha importado unirse a la izquierda extrema, los nacionalistas radicales y asesinos- tienen que apostar por centrar el discurso en todo lo que realmente le importa al ciudadano; y si para ello tiene que hablar con otros partidos, no le debe incomodar lo que digan los contrarios, más bien debe animarle, pues estoy convencido de que encontrarán más coincidencias que diferencias. 
Alejarse de los ambientes tóxicos que le rodea como partido es una necesidad. Y me refiero a que la dirección debe regenerarse y enfrentarse a los hechos con madurez y eficacia. Abandonar los fantasmas es una prioridad, pues se acaba el tiempo de creerse un partido necesario. Y si en este camino hay que tomar decisiones internas importantes, pues se toman. Eso es un partido.