José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Pleno recelo

25/03/2022

Vaya! Otra maldita reunión de trabajo. Con la ilusión que yo tenía por cogerme hoy la mañana libre, acercarme temprano al Chico, aparcar mi bicicleta en cualquier farola — sí, otro recordatorio más: escaleras mecánicas de a 400 000 euros todas las que hagan falta, pero algún que otro aparcabicis por 40 eurillos tampoco vendría mal para la movilidad urbana— y, tras pasar el consabido control de seguridad, ascender las escaleras hasta el salón de plenos de nuestro ayuntamiento, a coger buen sitio en los bancos del público. Pero ya les digo, estimados tres lectores, esta vez no podrá ser, mi gozo en un pozo. Y me apena, porque esta mañana es día de pleno municipal, y no uno cualquiera: ¡el primer pleno presencial en dos años! ¿Se dan cuenta? Cual si el tiempo se hubiese detenido —igual que lo estuvo tantísimos años el reloj de la casa consistorial— en un mundo de pequeñas caritas en Zoom, ordenadas cinco por cinco, y de pronto hoy saltasen de la pantalla, como los personajes de «La rosa púrpura del Cairo». No entiendo a qué esperar tanto, si todos, nuestros concejales los primeros, llevamos ya meses asistiendo a actos más concurridos y con toda normalidad.
El pleno de hoy es la metáfora de un final. ¿De verdad? La pandemia —relegada tras comenzar la pesadilla de la invasión rusa— sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso. A pesar de que Fernando Simón se haya cogido vacaciones perpetuas, a pesar de que ahora nos den los datos una o dos veces por semana, a ver si así son más digeribles, a pesar de que ya no miramos las esquelas, a pesar de que no haya confinamiento para asintomáticos y las mascarillas empiecen a olvidarse. 102 000 muertos, que al comienzo de la pandemia nos hubiera sonado a cifra inasumible, se ha convertido en algo ya asimilado. Al fin y al cabo no son el millón de fallecidos de EE.UU. Ya no miramos las curvas, cuesta encontrar las incidencias a 7 y 14 días que tanto dieron que hablar. Por supuesto que dejamos de usar lejía hace ya meses, pero es que ahora hemos vuelto a darnos la mano, aunque sin abusar, eso sí. Las vacunas han sido el escudo que nos protege y han obrado el supuesto milagro, pero siempre nos quedará la duda de si basta con tres dosis, o cuatro, o cinco o…
A mí, lo confieso, todo esto me ha dejado la morbosa costumbre de madrugar cada día cotilleando las cifras de su evolución en los países del mundo. Quién supera a quién, qué país incrementa o reduce sus porcentajes. Y la verdad, tranquilo no ando. Porque si bien es cierto que la famosa «presión hospitalaria» parece haber amainado en algunos países occidentales —no así en Alemania, en máximos de contagios, o Francia, Italia o Reino Unido, en claro ascenso—, allá por el Pacífico las cosas pintan oscuras, con crecimientos exponenciales que recuerdan a los primeros tiempos. ¡Incluso China, de cuya transparencia no voy a hablar ahora, ha declarado nuevos muertos por vez primera tras más de 14 meses!
Deseo a nuestros munícipes que aprovechen el día para verse las caras —de paso, para ponérselas unos a otros coloradas, como tanto gustan en estas reuniones— y que lo disfruten, no vaya a ser que otra nueva ola, y no sé cuántas van ya, nos atice de pleno. Tras el pleno.