«He aportado a Ávila esa inquietud por el teatro»

Ester Bueno
-

José Luis Alfayate lleva el teatro en su interior desde que era un niño. Ávila ha sido su principal escenario vital, sus convicciones y su forma solidaria de ver la vida

José Luis Alfayate - Foto: David Castro

José Luis Alfayate es una persona buena, este adjetivo que es tan difícil de encajar en el carácter de la mayoría, le ajusta en cada una de sus palabras, en su forma de entender el mundo, en sus lágrimas apenas desveladas por los múltiples golpes acusados por la vida, pero afrontados con una mezcla de contención y de sonrisa, en la multitud de vivencias recordadas sin vacilaciones. En toda nuestra conversación van saltando los recuerdos y ordenarlos se convierte en una especie de cronología de lo realizado con grandeza y expresado con humildad. Toda su vida ha girado alrededor del teatro, de los focos, la escritura, los viajes, las representaciones, las luces y también las sombras, el aplauso del público, la reflexión sobre el ser humano reflejada en los temas de sus obras de teatro. 

Nació en el año 1935 en Ávila, en casa de sus abuelos. Al preguntarle por sus primeros recuerdos se refiere a su escuela, a los juegos en el recreo, sobre todo el fútbol con los amigos «me enamoré del equipo Atlético Aviación que luego sería el Atlético de Madrid, eso de que parecieran aviadores me encantaba», relata. Pero hubo un acontecimiento que cambiaría por siempre su forma de ver el mundo, asegura «un día, tendría yo seis o siete años,  apareció en San Vicente un circo ambulante. Estuve alrededor del sitio con la curiosidad de ver como se montaba, como crecía la carpa, después fui a la sesión y todo lo que vi allí me cautivó, los payasos, esos personajes que eran como niños torpes y divertidos, el clown blanco con su traje de lentejuelas brillantes, la música, los chistes, salí contagiado de esa magia que percibí en el circo, un mundo distinto al que conocía», nos cuenta. Asegura que ese contacto con la actuación, con el espectáculo, debió despertar algo en él que luego se reflejaría en algunas de sus obras teatrales. 

¿Cuáles fueron tus primeros pasos en el teatro?

Tendría ocho o nueve años y asistí a un festival navideño de la juventud católica en el que se representaba el nacimiento del niño Jesús, recuerdo haberme conmovido con la actuación y con una de las canciones y aumentó mi inquietud por explorar ese mundo. Poco después se instaló un teatro portátil en lo que es hoy la Plaza de Adolfo Suárez, allí representaron Caperucita Roja, Pinocho..., estaba impresionado con cada obra, y al ir creciendo un poquito más empezamos a actuar en el teatro que promovía el frente de juventudes, después en Educación y Descanso, en La Farsa, en Radio Ávila y finalmente en Jufran. Pero mis primeros recuerdos alrededor del circo y del humor hicieron que formara una pareja cómica con un compañero de mi misma edad, Fidel Sáez, que bajo el nombre de 'Los atómicos' nos lanzamos a actuar en muchos lugares. Ya éramos adolescentes y quedamos campeones del concurso de noveles que emitía Radio Ávila, íbamos por la provincia actuando, recuerdo compartir escenario con Mari Carmen Linares por ejemplo y otros artistas famosos de la época. Nuestro humor era muy blanco,  fino y elegante, siempre cuidando el lenguaje, nada chabacano, llegábamos bien al público. Más tarde formé también pareja cómica con Pacorro, recordado y conocido en Ávila y ya tristemente fallecido. Con él también recorrimos, no solo la provincia, sino muchos otros festivales en España, fueron épocas de trabajo y de aventuras y diversión alrededor de nuestras actuaciones. Pero también he actuado en cine, en películas como Castillo Interior, Pasión Turca, La mentira tiene cabellos rojos, Acto de posesión y Extramuros, las productoras me conocían y me llamaban para que buscara extras y organizara un poco ese área.

Todo esto lo compaginabas con estudios y trabajo

Estudiaba en la Escuela de Formación Profesional y ya con 16 años entré a trabajar de botones en un banco de aquí, de la capital, previo concurso con otros jóvenes de mi edad. Así pude llevar mi primer sueldo a casa. Mi madre hizo muchos esfuerzos por sacarnos adelante, ya que mi padre falleció cuando yo tenía cuatro años, eran tiempos duros y había que ser responsable con lo que acontecía. 

¿Cuándo comenzaste con el grupo de teatro Jufran? ¿Qué supuso para ti?

Tenía 29 años cuando comencé a dirigir Jufran y también a escribir obras para ser representadas por la compañía.  Estuve al frente de Jufran durante 35 años, toda una vida de emociones alrededor del teatro y todo lo que conlleva ese mundo. Fui actor, director y escritor, tocando todas las aristas del mundo teatral. En este periodo escribí seis obras, todas representadas en diferentes lugares, todas con una trayectoria.

¿Sobre qué temas versan tus obras de teatro, como escritor?

Mi primera obra fue La Función, aquí me aprovechaba de personajes del circo para encajar crítica social a la libertad, el endiosamiento, la adulación, la envidia, el triunfo, en definitiva habla sobre las pasiones y defectos del ser humano. En La juventud rebelde hago una inmersión en los problemas que generan las drogas en los jóvenes, a través de las vivencias de un grupo de música, con todo lo que conlleva de destrucción y de falta de libertad al entrar en esos círculos. El final provocado es una proyección futurista ante un escape nuclear. Aquí, personas de diferentes estratos sociales se ven abocados a compartir un espacio exiguo en el que ninguno se escapa de analizar su vida ante la muerte. En De profesión altruista retomo de nuevo lo circense, la historia de un trapecista que por celos deja caer a su 'partenair' e intenta redimirse ayudando a personas que, desesperadas, optan por el suicidio. En esta obra se refleja la grandeza del ser humano que, a pesar de su situación o devenir, siempre está dispuesto a ayudar a los demás. Otra de mis obras, Oh, mi ciudad, la ambiento en la postguerra y versa sobre el enfrentamiento de dos familias de clases sociales distintas cuyos hijos se enamoran pero su relación no es aceptada. Y en mi interés por la vida de personajes unidos a la religión escribí La luz resplandeciente de Alcántara y La vida de San Antonio de Padua. En ambas profundizo sobre al vida y obra de los Santos, pero poniéndolos en un contexto actual, donde es posible interactuar con los problemas y las inquietudes de nuestra sociedad. San Antonio de Padua es una obra en verso, un ejercicio bastante difícil en teatro, tanto para escribir como para ser representado. En cuanto al teatro infantil también tengo varios títulos: El mejor tesoro, La Navidad de Tinín, Dartacán y los extraterrestres alucinantes y Dartacán y los arlequines pillines. Y como teatralización, siguiendo el argumento de José Belmonte, recuerdo con especial cariño las 15 leyendas de Ávila.

¿Es la esencia del ser humano la principal fuente de inspiración?

Jufran surgió en la parroquia franciscana. Cuando yo llego a dirigir el grupo de teatro la mayoría de sus integrantes eran personas muy jóvenes y me vi impulsado a escribir en un sentido también educativo, en valores. Quería que esos jóvenes, al inicio de sus vidas, comprendieran la esencia de la persona, lo bueno, lo malo, lo que es importante a la hora de relacionarse con los demás. Era un reto para mí esta idea formativa, aparte de la lúdica que siempre tiene el teatro. 

Jufran evolucionó e integró ya a personas adultas, pero el sentido de mis obras siempre es el ahondar en esos aspectos casi filosóficos de las personas, pero desde un punto de vista accesible para el espectador. 

¿Qué te ha gustado más, actuar, dirigir o escribir?

He disfrutado mucho como actor, hemos representado muchísimas obras de grandes autores del teatro español en innumerables lugares.  Lo que me ha inspirado mucho, pero a la vez me ha dado más quebraderos de cabeza, ha sido la creatividad que supone escribir una obra de teatro,  hacer realidad en el papel a los personajes que sugería mi mente, buscar los perfiles, hacerlos vivir. Pero en otro orden de cosas también era complicado y emocionante asignar a los actores el personaje que a mí me parecía idóneo para ellos, para su perfil. Digamos que es un conjunto de experiencias difíciles de separar, una sinergia, además de confianza, que se crea entre el director y el actor muy complicadas de definir. Creo que he tenido esa intuición necesaria en un director de teatro de confiar al actor adecuado su personaje preciso para que ellos pudieran sacar su mejor versión como actores y que disfrutaran en el escenario.

¿Un momento que recuerdes como especial en tu trayectoria teatral?

Si tuviera que recuperar un momento en particular quizás elegiría mi intervención en la obra del Grupo Talía que dirigía José Antonio Prieto Adanero,  y que se titulaba La huella. En esa ocasión, en el escenario, me sentí definitivamente invadido por el personaje, había adquirido su personalidad, fue un momento único. He disfrutado mucho de humorista, como actor también, en todas las ocasiones que me subía al escenario. Me he sentido arropado por un público que me quería y quería al grupo, que seguía y valoraba lo que hacíamos. Me sentía útil, nos sentíamos parte de una sociedad que nos necesitaba y a la que necesitábamos.

¿Has llevado el teatro a lugares donde era necesario y difícil de trasladar?

Sí, he actuado en la cárcel, en residencias de ancianos, en muchos eventos para recaudar fondos para diferentes causas. Recuerdo con especial cariño una obra pequeña que escribí y que titulé como El payaso amigo de Cristo que he representado en distintos espacios , siguiendo con esa impronta que el Circo me dejó ya desde mi infancia. En ella trato de representar los valores cristianos desde un punto de vista humano, emotivo y crítico también. También he de decir que mi trayectoria vital está imbuida por mi pensamiento religioso de la vida.

¿Qué te gustaría haber aportado al conjunto de la sociedad con tus obras, con tu trabajo en el teatro?

Yo creo que de alguna forma he aportado a Ávila esa inquietud por el teatro y todo el universo que surge alrededor de él. Es algo involuntario pero que está unido al devenir de todo lo que he hecho en este ámbito. Era también un impulso de abrirse a otros mundos desde esa sociedad tan sumamente conservadora de mis inicios, mundo amplios que solo sobre un escenario se podían mostrar. Fuimos pioneros y de ahí surgieron muchos otros grupos de teatro, una competencia sana y divertida, que se centraba en la cultura y en la creación, que era colaborativa con la sociedad. 

Tu labor ha sido reconocida con multitud de premios

Han sido muchos los galardones que a lo largo de mi trayectoria he recibido con humildad y con agradecimiento. Fui recogido como personaje de Ávila en el libro de Domingo del Prado. También como escritor desde mis inicios fui galardonado con varios premios en distintas ciudades, en Ávila, en Zamora como mejor actor en la obra  Cuñada viene de cuña.  Recibí distinción en 1973 de la institución Gran Duque de Alba y un homenaje junto a Fidel  Sáez en Ávila. En Vitigudino como mejor director por Anillos para una dama de Antonio Gala, y el premio como compañía a Jufran en esa misma representación. También estuve nominado como mejor director en Arévalo y en Benavente. En poesía, en un certamen en Castilla y León, conseguí el tercer premio en un encuentro del Club de los 60 entre 235 poemas, y fui finalista en el concurso internacional de cuentos de Lerma.  

El deporte ha sido también importante en tu trayectoria

Siempre me ha encantado el fútbol, competí en varios equipos, me ficho uno que patrocinaba Piquío el restaurante tan conocido de la calle Estrada. En el equipo también estaba Rivilla que luego jugó en la selección nacional y fue internacional, jugábamos juntos también en el Ávila B. Luego me federé con el Residencia Provincial, en esa época sufrí una lesión y estuve mucho tiempo sin poder jugar así que me convertí entrenador de equipos de jóvenes: del  Inter, del Kelvinator, de La Casera, todos locales,  lo combinaba con mi afición al teatro.

¿Cómo conseguiste conciliar tu vida familiar con todo lo que supone el teatro y el deporte?

He tenido suerte porque especialmente mi mujer, con la que ya he hecho las bodas de oro y que es mi compañera y mi referente de vida, y también mis hijos, siempre han apoyado todas mis inquietudes. Los niños han participado conmigo en las obras de teatro y han sido parte integrante de mi vida, activamente. La verdad es que sin el apoyo de todos ellos no habría podido hacer todo lo que he hecho en estas experiencias de las que hablamos hoy. 

¿Cómo ves el panorama teatral en Ávila en la actualidad?

Lo veo bien. Creo que todo ha cambiado para mejor. Hay muchos grupos no profesionales que llevan también el nombre de Ávila por muchos lugares y certámenes de teatro que acercan a la ciudad a grandes compañías. En mi caso acudo poco al teatro porque llegué a tener cierta "sobredosis" pero sí contemplo con satisfacción que el teatro forma parte de la vida de los abulenses.

¿Con qué sensación te quedas de toda esta trayectoria personal?

Me quedo con la sensación que soy una persona querida y reconocida por los abulenses. Me quedo con grandes amigos, con el descubrimiento del teatro como forma de vivir la vida con intensidad, y con la convicción de haber contribuido a hacer del teatro algo apreciado y admirado en nuestra ciudad. Sigo escribiendo con la misma energía de siempre y espero que mis obras se sigan representando.