"Sentíamos que podía pasar pero no lo esperábamos"

M.S.J.
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Estas son las palabras de Olga Shestopal, cinco meses después de abandonar su casa por la intervención de Rusia en Ucrania

"Sentíamos que podía pasar pero no lo esperábamos”

Olga, profesora de la Universidad Nacional Tarás Shevchenko de Kiev ha sido una de los más de cinco millones de ucranianos que han tenido que abandonar su hogar para huir de la guerra desatada el pasado mes de febrero. "El veinticuatro de febrero cayó el primer misil a tan solo dos kilómetros de mi casa, en Kiev", así lo narra Olga, quien tuvo que abandonar su casa para mantener su seguridad y la de su hija de 12 años en la casa de su amiga Tania, con la esperanza de que el horror pasase pronto.

Durante seis largos días y noches, Olga (43) y su hija Oleksandra (12), empezaron a interpretar las alarmas. "Eran tres toques seguidos que nos avisaba de que teníamos que escondernos en el sótano", explicaba. Por medio de las redes sociales, se difundía la información sobre como sobrevivir a un bombardeo en un edifico y evitar sufrir un accidente, "nos teníamos que esconder entre dos paredes, tumbadas con la cara pegada al suelo y yo encima de mi hija".

Después de estos días, Olga recibió la llamada de su jefa de departamento de la Universidad, quien ya estaba instalada en Leópolis, una ciudad más al oeste del país, en donde pensaban que nunca llegarían las tropas rusas, que tras cinco días de paz, comenzaron a bombardear esta zona ucraniana. Primero quisieron ir a Poltava , donde viven sus padres y su hermana, sin embargo, al estar tan cerca de la ciudad de Sumy, bombardeada por los rusos, "me daba miedo llevar a mi niña a esa casa tan próxima a la zona normalmente bombardeada por Putin" contaba Olga. Sin otra opción y, animada por su amiga española, el dos de marzo " yo no quería, pero por mi hija nos fuimos de Ucrania a España". Primero, hicieron parada en Polonia gracias al contacto con una familia, quienes les dieron cobijo durante una semana, hasta que el catorce de marzo aterrizaron en Madrid.

Cambio de vida

Una vez en España, "gracias a la ayuda de Raquel pudimos asentarnos en Ávila". Los primeros días, cuenta, fueron un caos lleno de papeleos en la comisaría "sin nadie que nos guiase para poder registrarnos como refugiadas ucranianas", lamenta Olga. Sin embargo, se siente afortunada de poder haber contado con la acogida de Raquel, amiga y madre, que ha permitido que tanto Olga como su hija Oleksandra hayan vivido en su casa durante cuatro meses, en los que además de tener un hogar también han podido disfrutar de la compañía de una familia.

Durante los cuatros meses, de marzo a julio, tanto Olga como su hija se han ido adaptando a la vida de los españoles y, más concretamente, a los abulenses. Aunque, ambas no han perdido contacto con su vida en Ucrania, Olga impartiendo clases telemáticas, desde principios de abril, con sus alumnos de Literatura Universal y Oleksandra, haciendo ejercicios del colegio de Ucrania, la pequeña también ha superado su curso en el colegio el Pradillo, en donde ha cursado estos últimos meses sexto de primaria y, por su parte, Olga ha estado ayudando como auxiliar de conversación para mantener la comunicación entre sus compatriotas ucranianos y los españoles, gracias a sus estudios que le permiten comunicarse tanto en español, como en inglés y ucraniano.

Esta situación la ha facilitado poder comunicarse y poder rehacer de algún modo su vida con el documento de protección temporal, que "me ha autorizado a buscar trabajo, tener vivienda y seguridad social". Ahora, después de cuatro meses en España, su vida cambia de nuevo.

Futuro incierto

Aunque no descarta la idea de poder rehacer su vida en Ávila, puesto que asegura "es una ciudad que nos ha acogido muy bien" y su situación puede ayudar "a autonomizarme de una forma más rápida", también es consciente de que su futuro actualmente es incierto, ya que según cuenta, "estoy esperando la decisión del Ministerio de Educación de Ucrania y del rector de la Universidad en cuanto al comienzo del año escolar" que, según asegura, "será presencial en las ciudades en las que no hay peligro por acciones militares peligrosas". Una incertidumbre que no le permite rehacer su vida en Ávila, porque según cuenta Olga, "no estoy segura de poder conseguir un trabajo relacionado con mis estudios y perder mi puesto después de veinte años en la Universidad de Kiev es muy duro".