La huella dejada por Luis González Grande en la Moraña

Samuel Jiménez
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Durante 16 años ha sido el párroco de localidades como Vita, El Parral, Herreros de Suso, Mancera de Arriba, Duruelo y Blascomillán

El sacerdote Luis González durante la misa de despedida - Foto: Samuel Jiménez

Recomienda el apóstol San Pablo, «Sed agradecidos» y a su vez, sentencia la sabiduría popular, «Es de bien nacidos, ser agradecido». Eso es lo que han hecho, el pasado domingo, los fieles laicos de Vita, El Parral, Herreros de Suso, Mancera de Arriba, Duruelo y Blascomillán, agradecer a Don Luis González Grande sus más de 16 años al servicio de la comunidad. El sacerdote ha sido párroco de todos los pueblos a lo largo de su estancia en el arciprestazgo de Fontiveros, no obstante, en la actualidad lo era de Duruelo, Mancera de Arriba y Blascomillán. El acto tuvo lugar en la iglesia parroquial de Blascomillán y consistió en una eucaristía de acción de gracias, que era completamente sorpresa para el sacerdote, el cual contaba con celebrar la eucaristía como de costumbre. Dicha eucaristía tuvo una elevada participación de todos los pueblos citados anteriormente, los cuales fueron realizando distintas moniciones, ofrendas y peticiones.

La ceremonia fue realizada con mucho gusto y sin ninguna falta de detalle, contando con la participación desde el coro parroquial, hasta la agrupación de dulzainas de Macotera. Así mismo, la iglesia contaba con una ornamentación del altar para la ocasión, hallándose repleto de hermosas flores y con un simbolismo especial que representaba la última cena con 12 panes y uvas naturales, haciendo alusión a todos los pueblos que se reunían como Iglesia, en torno al altar, en agradecimiento a Dios por la persona de Don Luis. A medida que avanzaba la celebración, se le dirigió un mensaje muy emotivo que resumía perfectamente su itinerario pastoral, y en el que a la vez se agradecía y se pedía disculpas por aquello en lo que los pueblos le pudieran haber fallado. 

En el mensaje, dirigido directamente a Don Luis, se destaca su lema de más de 60 años de sacerdocio, «Vengo a servir y no a ser servido», el cual ha llevado al dedillo durante todo su apostolado. A su vez, se hacía bastante hincapié en la gran labor tanto espiritual como humana, desde un trabajo incansable en las parroquias, así como un trabajo cercano a los ancianos, enfermos y desfavorecidos. También, se destacaban la labor de diferentes personas al servicio de la comunidad, durante su servicio a la parroquia, en especial a Lauren y a Nando.

Al finalizar la eucaristía, se le entregó por parte del Ayuntamiento de Blascomillán un crucifijo, el cual indicaba la alcaldesa de dicha localidad, «podrá portar muy cerca de su corazón».

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