Editorial

Ávila ha disfrutado de un breve pero intenso obispo

DAV
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Apenas han pasado cuatro años desde que José María Gil Tamayo se hiciera cargo de la Diócesis de Ávila, dando el relevo a un obispo que devolvió la concordia, como fue Jesús García Burillo, que aterrizó en Ávila para recuperar, como así hizo, la paz social en una sociedad soliviantada por unas decisiones injustificadas de su antecesor.

Gil Tamayo se encontró una diócesis en aparente paz, pero con no pocos problemas. Uno a los que siempre el nuevo obispo coadjutor de Granada se refirió era el peso tan importante que representaba la Iglesia en una sociedad como la abulense, y la enorme carga de responsabilidad que suponía para la diócesis por la cantidad de abulenses dependen de las decisiones que tome o deje de tomar el obispo, tanto a nivel económico, laboral o de cualquier tipo de servicio que la Iglesia presta con esa vocación de atención a los más necesitados y desfavorecidos. 

Han sido apenas cuatro años en los que los fieles abulenses han vuelto a recordar la entrada de Gil Tamayo en Ávila, y su urgente visita a la ermita de Sonsoles. Así se ganó la confianza de muchos, y demostró lo que pasado el tiempo se puede afirmar sin contemplaciones: ha sido un obispo volcado con sus fieles abulenses, al servicio de una sociedad, además de un prescriptor y dinamizador a quien desde organismos oficiales no han hecho todo el caso que merecía.

Preocupado por la sociedad abulense, y pisando continuamente cada rincón de la provincia, ha sido un testigo de excepción que bien podría hacer ahora mismo una de las radiografías de la sociedad abulense más completa y certera. 

Pero las dificultades que hubo de sortear durante estos años han sido muchas, como la falta de vocaciones y sacerdotes, lo que ha propiciado una reorganización de la Diócesis que, si bien nunca deja contentos a todos, era necesario afrontar. No menos importante han sido la puesta en valor (más si cabe) de Santa Teresa o la iniciativa diocesana para gestionar la oferta educativa de la Iglesia en Ávila a través de la Fundación Obispo Santos Moro, dejando las mimbres para un proyecto más ambicioso tal y como explicó este sábado durante el anuncio de su designación como obispo coadjutor de Granada, y que habrá que ver si su sucesor, de quien se desconoce aún el nombre, está dispuesto a asumir como reto diocesano. Uno de sus últimos servicios a Ávila ha sido la firma del decreto de transmisión de la titularidad de la Universidad Católica de Ávila al Instituto Secular de las Cruzadas de Santa María, un gesto que da garantía de continuidad a una de las instituciones abulenses más asentadas, y con mayor proyección de futuro por los valores que entraña, el empleo que genera, y el conocimiento que transmite, con todas las derivadas económicas que influyen muy positivamente en el día a día de la provincia abulense, y que las Cruzadas gestionan de forma impecable.

La proyección que siempre tuvo Gil Tamayo se culmina ahora con este nuevo nombramiento, que igual que Antonio Cañizares, marchará en breve hacia la diócesis de Granada donde, a buen seguro, realizará también allí una gran labor.