"Queremos fomentar un diálogo interreligioso"

B.M
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ENTREVISTA Jerzy Nawojowski, actual director del Cites, es un enamorado de la figura de Santa Teresa y sabe reconocer el atractivo que puede suponer para otros, especialmente en el campo del turismo

"Queremos fomentar un diálogo interreligioso" - Foto: David Castro

Quizá esos paseos de senderismo que le gustaban de joven tienen que ver con su amor a la vida tranquila y a la oración. Quizá haberse criado en una familia con cinco hermanos tiene que ver con su amor a la vida comunitaria. Dos intereses que puede vivir Jerzy Nawojowski (1973, Krynica, sur de Polonia), dentro de su permanencia en el Cites (Centro Internacional Teresiano Sanjuanista / Universidad de la Mística) donde ahora es director y donde puede desarrollar todo lo que aprendió a descubrir y valorar de Santa Teresa como mujer mística. Una santa, que él mismo dice, que cree que atrae a Ávila más turismo internacional que la propia Muralla.

Pero el Cites es mucho mas que Santa Teresa o los místicos, aunque sean su base, es también un foro en el que fomentar el diálogo interreligioso. Como su propio director dice, se intenta «buscar nuevos tipos de colaboración de tipo interreligioso» y precisamente un Año Jubilar como el actual ayuda a «abrirnos a nuevos contactos, con musulmanes, budistas... porque a ellos les llega información sobre en año dedicado a la Santa, esta figura mística y les llama la atención». De esta manera cumplen su intención de «fomentar un diálogo que sirva para la convivencia. Hay que seguir apostando por el diálogo, conocernos mejor para que no haya personas que realmente no entienden la fe y la usan para sus propios propósitos de manera trágica».

Nawojowski nació y creció en un pueblo pequeño, a cien kilómetros de Cracovia, en una familia humilde, normal. «Somos cinco hermanos, yo soy el del medio» y con ellos aún mantiene una buena relación. Sus padres trabajaban y «en aquellos tiempos del comunismo también tenían un campito pequeño para cultivar». Ahora todo es muy diferente, pero sus raíces siguen ahí.

Están en los recuerdos familiares de fiestas, también en las salidas de vacaciones con amigos y primos, «no de ir a hotel pero pasarlo bien, por ejemplo en las montañas. Hacíamos mucho senderismo porque el sur de Polonia es zona de montañas».

En su pueblo hizo los estudios de Primaria y luego fue a una escuela técnica de trabajo con hierro durante de cinco años en una ciudad cercana. Después llegaría el momento de estudiar filología rusa, un año, y fue en este año cuando se dio cuenta de que sentía vocación. «Primero pensé en ser sacerdote diocesano pero me asustaba la soledad, pero con la ayuda de los amigos elegí el Carmelo. Yo no me hubiera decidido solo, tenía una amiga carmelita que me dijo que fuera al convento donde vivían los frailes, carmelitas descalzos, y preguntara porque parecía que era mi vocación. Y así fue, fui a ver qué tal una semana y vi que era lo mío».

Entró al convento de Czerna, un convento de cuatro siglos y ahí hizo el noviciado. Después dos años de estudio de filosofía en una ciudad al este de Polonia, otros tres de Teología en Roma y, luego, de Regreso a Polonia.

En este tiempo ya pudo conocer Ávila porque en 2002 vino a hacer un curso de especialización el Teología Espiritual, con el primer año en el Cites y el segundo año en Madrid. Volvió a Polonia unos años, hasta 2008, cuando se incorporó a la comunidad del Cites. No fue fácil, y tuvo que pasar por varios 'no' a su traslado, pero al final lo consiguió. Y ya han pasado 15 años...

De todos estos años de preparación tiene muy buenos recuerdos. Así sucede con el noviciado, un tiempo que pasó muy rápido pero con un grupo muy unido. También fue el momento de su primer contacto con Santa Teresa «más de cerca».  Después tendría vida de estudiantes y ese paso por Roma, «en un colegio internacional para toda la Orden. Vienen frailes de diferentes provincias carmelitanas y diferentes países. Fueron tres años muy bonitos, había gente de muchos países y conoces otras culturas y gentes. Tengo muy buenos recuerdos de hermanos de Austria, Alemania, Cuba, México, Líbano».

Pero su destino, o más bien su vocación, estaba en el Carmelo, por la atracción de la «vida comunitaria y la oración». «Incluso de joven yo tenía una perra pastor alemán y me encantaba pasear, perderme, pasear horas y perderme solo. Este estilo de vida me atrae, me gusta. Y la vida en mi familia, éramos varios y empiezas a aprender las relaciones, la vida en una pequeña comunidad, como socializar, el arte de convivir. Luego es más fácil ser parte de una comunidad más grande o proyectos con diferentes mentalidades y culturas. Aprendes a compartir, a ceder. Coger la idea de otro que es tan diferente», afirma.

De su llegada a Ávila, la definitiva, recuerda que fue el 18 de mayo de 2008 y ya estaban construyendo la nueva sede. Querían terminar cuanto antes porque se alargaba la construcción (casi cuatro años) por lo que llegó, durmió una noche en el convento de La Santa «y ya bajé abajo con el padre Rómulo y otros dos frailes y estaban los albañiles». Fue el momento de la crisis económica y de la construcción y la obra se iba alargando, pero allí dormían, aunque no había ni agua caliente. Poco a poco bajaron los demás y estuvieron el primer año o año y medio de limpieza, adaptar toda la casa, arreglar averías. Lo que fue «una aventura».

Pero el recuerdo es bueno, porque fue el momento de empezar una etapa nueva, un gran «reto», preparando la «oferta educativa y espiritual a través del centro con nuevas y muchas más posibilidades que ofrecía el edificio. Las semanas y meses pasaban rapidísimo».

También fue un tiempo en el que pudo «profundizar y aprender más sobre Santa Teresa», de estudiar teología espiritual a través de ella y descubrir una ciudad que le gustaba pero de la cual el atractivo estaba en la mística de esta tierra.

Con la nueva etapa se abrieron muchas posibilidades en cuanto a la acogida de alumnos y otros grupos y personas y actividades de tipo cultural con gente que viene de fuera y proponen hacer en colaboración. Es algo «muy interesante» porque «este centro  es una casa religiosa, un convento, un centro de estudio y una residencia, es un lugar muy polivalente, muy interesante como edificio y la vez muy exigente en cuanto a la vida de una comunidad de religiosos, que a la vez es una comunidad ampliada que tiene también laicos que comparten la vida con nosotros y muchas personas que se van continuamente incorporando porque nuestras oraciones y capilla siempre están abiertas para quienes viven y duermen en la casa, aunque sean turistas que vinieron a visitar Ávila o conocer Santa Teresa en plan individual». Uno de los retos está en que el espacio de 'clausura' se restringe a la propia habituación cuando en otros conventos los espacios son más amplios. 

Cuando llegó al Cites Nawojowski se encargaba de la secretaría pero ahora es el director. Es un reto que se planteó con la intención de que su tiempo no sea dependiendo «de una persona o una visión» sino un tiempo para «nuevas ideas» tras las grandes aportaciones que hicieron los padres Javier y Rómulo (antiguos director y subdirector del Cites). Pero llegó un momento en el que se decidió un cambio, sin perder «lo que ya es positivo» pero apostando por una responsabilidad de equipo y ofrecer nuevas propuestas para englobar a todos, consagrados y laicos conjuntamente. Lo primero que se quiere «cultivar es la mística, este centro es espiritual y nos centramos en la mística y queremos promocionar esto y compartir». También ser acordes a lo que «nos pidió la ciudad cuando nos regaló el terreno para la nueva sede» y donde estaba «la condición de que promocionemos a Santa Teresa como abulense y estamos perfectamente de acuerdo. Nos pidieron al menos 30 años y ese es también nuestro propósito y no va a cambiar, porque es nuestra fundadora, nuestra madre».

En este tiempo se tuvieron que enfrentar a una importante pérdida, la del padre Rómulo, lo que fue «un momento muy fuerte, el curso académico pasado, estábamos saliendo de la pandemia, momento también muy complicado, exigente y duro para todos, y de repente este accidente tan tonto, tan raro y el padre Rómulo con su carácter tan positivo, un hombre tan pacífico y pacificador y también un punto de referencia para toda la comunidad, con sus años, su experiencia en la orden, tan lúcido... Nos tocó mucho».

Pero no se puede dejar de mirar al futuro, siguiendo «con los cursos, tenemos el máster anual con un trimestre a Santa Teresa, que es único en el mundo». También otros curso superior dedicado a Santa Teresa y otros  de fin de semana más pequeños.

Se intenta colaborar con las agencias de viaje para ayudar a este turismo religioso «porque nos resulta muy interesante y es fácil ayudar porque tenemos personas preparadas que pueden dar una charla sobre Santa Teresa», algo que agradecen los grupos.

Y, además, se sigue a la búsqueda de ese diálogo interreligioso que no se quiere perder.