Un puzzle con muchas piezas que encajar

E.Carretero
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María es una de las trabajadoras abulenses que el año pasado, tras nacer su segundo hijo, solicitó una excedencia, una decisión en la que el covid, el miedo al contagiar a abuelos y el temor a confinamientos de aulas pesaron mucho

Un puzzle con muchas piezas que encajar - Foto: Isabel García

María y Miguel fueron padres por segunda vez en octubre de 2020. La llegada de Manuel colmaba de felicidad a esta pareja que dos años atrás, cuando nació su otro hijo, Miguel, ya se había estrenado en las lides de la paternidad, lo que implica que ambos ya sabían lo difícil que es compaginar trabajo y cuidado de un menor. Pero con su segundo hijo, recuerda esta enfermera, encajar todas las piezas de ese puzzle que es la conciliación se complicaba entre otras cosas porque ya eran dos los niños pequeños de los que había que cuidar y porque debido a la pandemia tirar de ayuda externa, y en este caso de abuelos, era casi una temeridad por el riesgo de contagio. Así que cuando finalizó su baja por maternidad, a la que también unió las vacaciones, María Rincón y su marido echaron cuentas y decidieron que lo mejor era que ella se cogiera una excedencia en el hospital  hasta que el pequeño cumpliera un año. Así habían hecho también con el mayor y tuvieron claro que en ese momento aún era más necesario recurrir a esa medida para poder cuidar de dos hijos de tan corta edad y en un periodo de pandemia sanitaria.  

«El covid, y tener otro hijo también pequeño, influyó mucho», recuerda María al hablar de una decisión en la que no obviaron las posibles cuarentenas a las que los niños podrían tener que someterse por contagios en la guardería, el riesgo de enfermar y también el de contagiar a los abuelos que eran la otra opción para poder conciliar. «No queríamos tener que tirar de la familia para poder cuidar de los niños porque nos daba miedo por el covid», apunta esta enfermera uno de los temores que tuvieron tras la llegada del pequeño Manuel. 

«El covid nos hizo plantearnos qué pasa cuando no hay ningún recurso para poder cuidar de los niños», recuerda María al hablar de una decisión que ellos tomaron «para poder encajar todas las piezas de un puzzle que también incluye imprevistos». 

Es más, cuando en octubre del pasado año María se incorporó a su trabajo lo hizo con una reducción de jornada del 50 por ciento y también por el mismo motivo: el de poder conciliar trabajo y cuidado de menores y más teniendo en cuenta que su marido tiene turno partido y trabaja mañana y tarde. Aún así, cuenta, y aunque intentan tirar «lo menos posible» de ellos en no pocas ocasiones María y  Miguel tienen que recurrir también a los abuelos para que les echen una mano con los niños porque «conciliar es muy difícil», dice ella haciendo de altavoz de todos los padres y madres que día a día hacen (hacemos) encaje de bolillos para poder cumplir con las obligaciones laborales y también con el cuidado de  los hijos. Una tarea que llegado el verano, y en general en cualquier periodo vacacional, se vuelve aún más difícil y hace que el verbo conciliar incluya muchas más aristas.