'Chemsex' las peligrosas fiestas sexuales

EFE
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La tecnología ha popularizado estos encuentros en los que drogas y sexo se convierten en los ingredientes de un cóctel que puede ser letal

Jóvenes de unos 35 años, con título universitario y salarios de más de 1.000 euros: así es el perfil de las personas que suelen frecuentar las conocidas como chemsex, peligrosas fiestas sexuales rodeadas de drogas que, según los expertos, han aumentado durante la pandemia.

El chemsex es el uso de drogas psicoactivas en un entorno sexual, un anglicismo que según la RAE es posible adaptar al español como sexdopaje, o lo que es lo mismo, la utilización de diferentes tipos de sustancias para facilitar o potenciar las relaciones sexuales con el objetivo final de desinhibir a la persona.

El perfil de los usuarios que acuden a una fiesta de este estilo suele corresponder a personas jóvenes, alrededor de los 35 años, universitarios hasta en un 69 por ciento de las ocasiones y con unos ingresos mensuales que superan los 1.000  euros, según un estudio realizado por 22 hospitales de la Comunidad de Madrid. Aunque no hay datos oficiales de cómo la pandemia ha podido influir en la realización de este tipo de prácticas de riesgo, la psicóloga y sexóloga Alba Alonso asegura que esta crisis sanitaria no solo ha modificado los patrones de consumo, sino que además lo ha disparado.

Alonso, que trabaja con la oenegé Imagina Más, una organización que defiende la igualdad, la salud sexual y la diversidad, asegura que «el patrón de consumo de estas fiestas ha cambiado».

En el tiempo anterior a la pandemia de COVID-19 estas prácticas «se centraban en los fines de semana, pero ahora muchos usuarios nos cuentan que tienden a ese consumo también entre semana», un cambio de modelo causado por los meses de confinamiento.

En 2020 la organización atendió 515 sesiones a causa de estas prácticas y, aunque en 2021 todavía no han recopilado datos, dicen que estas cifras están aumentando de manera alarmante.

Este tipo de reuniones en los que se mezclan sexo y drogas se siguió realizando incluso en los tres primeros meses del confinamiento, según explica Jesús Troya, médico especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Infanta Leonor de Madrid.

Incluso «durante los primeros meses de pandemia había gente que te mandaba un correo electrónico para preguntar por la posibilidad de venir al hospital porque tenía diversas enfermedades de transmisión sexual».

 

Sífilis, gonorrea y VIH

Troya defiende que estamos ante un «problema de salud pública», ya que «probablemente los sanitarios no hayan sabido dar la respuesta adecuada, ni establecer las necesidades y las prioridades necesarias para afrontarlo».

«Esto es un problema lo suficientemente grave e importante para que haya un apoyo institucional de primera mano, como se hizo antaño con el programa de la toxicomanía por la adicción a la cocaína o la heroína. Aquí hay una práctica que puede verse como un divertimento social, pero que en muchas ocasiones se convierte en un problema sanitario», afirma.

Muchos de los casos que diagnostica Troya han estado ligados a estas fiestas chemsex, y la mayoría de las veces los pacientes que acuden a su consulta dan positivo en sífilis, gonorrea, clamidia, hepatitis y VIH, ya que el 90 por ciento de estas prácticas se hacen sin preservativo.

Asegura, además, que estos encuentros suelen generar una dependencia muy peligrosa, ya que en muchas ocasiones los pacientes acaban totalmente desestructurados, pierden el trabajo, acaban con problemas familiares, en la calle e incluso «en algunas ocasiones intentan suicidarse».

El valenciano Juan C.M. responde al patrón: tiene 35 años y un trabajo estable. Mientras explica en qué consisten estas prácticas, encima de la mesa hay todo tipo de drogas: poper, mefedrona y alfa, una droga química sintética de color blanco que aumenta la frecuencia cardíaca y la tensión arterial.

Tapado con capucha negra y usando mascarilla, en la habitación hay una luz tenue, una cortina por la que entra algún rayo de sol y mucho humo. Con una pipa de cristal fuma alfa, aunque explica que también se puede tomar vía oral, esnifada o inyectada, algo especialmente peligroso.

«Ahora hay sesiones de slam, de gente que se pincha por vena», una práctica que «conocí en Madrid, pero creo que ya ha llegado a toda España aunque yo no la practico, me da miedo», explica.

De hecho, la forma de realizar estas chemsex ha evolucionado también y los expertos aseguran que el slam cada vez está más presente en estas peligrosas fiestas, una combinación de alto riesgo difícil de controlar.

«Un solo asistente puede llegar a transmitir hasta a 15 personas la hepatitis C si se comparten jeringuillas», asegura Troya, quien además añade que «es importante» que las personas que decidan participar en este tipo de reuniones se hagan chequeos regulares, «especialmente en hepatitis C y VIH».

 

Las aplicaciones

En cuanto a la organización de estas citas, Juan C.M. asegura que han proliferado aplicaciones específicas para mantener este tipo de encuentros y que, por tanto, se facilitan muchísimo. Él suele quedar con el mismo chico, consumen y más tarde abren una app para que acuda más gente. Asegura que ha llegado a estar hasta 72 horas sin dormir con 17 personas en una casa privada en Madrid.

La realización de estas chemsex ya no se limita a ambientes marginales: ahora, la disponibilidad de aplicaciones al alcance de todos y la facilidad del «aquí y ahora» permiten participar en este tipo de reuniones en muy poco tiempo.

Según los expertos, desde 2003 el uso de drogas en el ámbito sexual ha aumentado considerablemente pero es en 2016 cuando esta práctica se ha socializado de forma más masiva a causa del fácil acceso a las aplicaciones.

«Antes estábamos acostumbrados a escuchar hablar de cuartos oscuros o saunas», ambientes más o menos sórdidos, pero ahora el desarrollo tecnológico ha permitido «socializarlas, es decir, yo realizo en mi casa una reunión y basta con una aplicación en la que hago una convocatoria para que varias personas vengan», explica Troya.