25 años de la riada de Venero Claro: la fuerza de la naturalez

M.M.G.
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El 18 de diciembre de 1997, lo que se conoce como 'rotura de una vejiga' provocó una riada con una importante carga sólida que causó importantes daños materiales en la colonia navalongueña

25 años de la riada de Venero Claro: la fuerza de la naturalez

La noche del día 17 al 18 de diciembre de 1997, tras haber llovido más de 800 litros por metro cuadrado en el mes anterior, empezó a llover con enorme intensidad sobre Venero Claro, en Navaluenga, llegando a superar los 230 litros por metro cuadrado en lo alto de la Sierra del Valle del Alto Alberche.

En estas condiciones, los suelos de los canchales de las laderas de La Atalaya y Arromoro, saturados por agua, comenzaron a deslizar y arrastraron bloques, cantos y arena ladera abajo.

Mezclado con los caudales de los barrancos, se transformó en un flujo denso y capaz de arrastrar grandes piedras, arrancar árboles e incluso puentes, caminos y todo lo que se encontró a su paso, hasta desembocar al río Alberche.

Se producía lo que en la zona se conoce como una 'rotura de vejiga', que derivó en una avalancha de derrubios (o riada con carga sólida), que causó grandes daños materiales en la conocida colonia de verano: en un antiguo puente, en la incineradora de residuos, en el embalse de abastecimiento de agua, en caminos y en zonas ajardinadas próximas a la piscina. Afortunadamente, no hubo que lamentar daños personales.

Se cumplen ahora, pues, 25 años de un fenómeno que desde el primer momento tuvo la atención del Instituto Geológico y Minero de España, que estudia este tipo de fenómenos de la mano de investigadores como Andrés Díez Herrero, miembro del Departamento de Riesgos Geológicos y Cambio Climático, con el que charla Diario de Ávila para recordar un proceso natural que, asegura, podría repetirse.

«Bueno, de hecho después de aquello se ha repetido alguna vez», descubre al comienzo de la charla el científico, que aclara que en esas nuevas ocasiones el volumen de derrubio movilizado fue menor y tuvieron lugar en zonas sin caminos o edificios, por lo que no resultaron tan llamativos. Recuerda, por ejemplo, el episodio ocurrido hace tres años en Navaluenga, a los pies del Pico Lanchamala. «No fue tan grave como el de Venero Claro, no afectó a caminos, pero produjo heridas en toda la ladera de la sierra. Heridas que eran visibles», expone Díez Herrero que, en cualquier caso, aclara que este tipo de fenómenos naturales son habituales. Y que si bien no se puede predecir el momento exacto en el que van a tener lugar, sí que se puede prevenir de alguna manera.

«Se puede saber en qué zonas van a ocurrir, en qué zonas hay más posibilidades de que ocurra», prosigue hablando el investigador, que distingue entre prevenir y predecir, y que asegura que su equipo ha realizado ya esos cálculos en toda la Sierra delValle del Alto Alberche.

Son estudios que tienen en cuenta las características de las pendientes, el tipo de litología de las mismas o las lluvias caídas, un factor determinante en este tipo de riadas con carga sólida.

En este sentido, Díez Herrero explica que estos fenómenos no se suelen producir por la cantidad de lluvia caída en un determinado momento, sino que tienen mucho que ver, por ejemplo, con la nieve caída previamente y con el agua acumulada en el subsuelo.

Es cuando, días después, la lluvia que cae funde la nieve, se satura el suelo y comienza lo que se conoce como 'rotura de vejiga'. «Cuando llueve, se rompe esa vejiga y arrastra todo por el torrente», prosigue hablando Díez Herrero