A sus 18 años, Fátima contribuyó este sábado por primera vez a mantener viva una tradición ancestral de su pueblo, El Fresno. Se cubrió el rostro con tela de arpillera, se ocultó los pies y las piernas con cuerdas y papel y portó una cornamenta con la que fue embistiendo a cuantos encontró a su paso. Ésa es, en definitiva, la misión de Las Toras, los misteriosos y atávicos personajes que, coincidiendo con la festividad de San Antón, toman las calles de El Fresno. Así volvió a ocurrir ayer. Alrededor de quince toras hicieron acto de presencia a primera hora de la tarde para recorrer la calle principal del municipio y asustar con sus cuernos a propios y extraños. Entre ellas había niños bien pequeños, para los que dar vida al personaje resultó un entretenimiento que, eso sí, se tomaron tan en serio como los adultos porque no cesaron de embestir a los congregados en torno al Ayuntamiento para contemplar a Las Toras.

La presencia de niños de El Fresno dando vida a estos personajes parece asegurar la continuidad de la primera mascarada de invierno de la provincia de Ávila, que el Ayuntamiento de la localidad ha tratado de revitalizar en los últimos años y que, a la vista de lo sucedido ayer, está encontrando la colaboración no solo de los vecinos que dan vida a Las Toras, sino también de las personas que, sin tener vínculos personales con El Fresno, se acercaron al pueblo a contemplar in situ esta tradición. Entre ellas numerosos fotógrafos, atraídos por la potencia visual de los personajes. Por supuesto, allí estaban los vecinos y allegados al pueblo participando también de la fiesta.

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