Silos es también un canto a la libertad

R. Monje (Ical)
-

El monasterio burgalés atesora desde el siglo XIII el testimonio y los grilletes de los miles de cautivos cristianos que sufrieron la esclavitud en las zonas musulmanas

El Prior de Silos, Lorenzo Maté, junto al sepulcro de Santo Domingo en el claustro del Monasterio. - Foto: Eduardo Margareto (Ical)

El Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos) es morada, patrimonio, tesoros, cultura, alma, fe y también, aunque más desconocido, un canto a la libertad. Sus paredes acogen una impresionante colección de grilletes y relatos en carne viva de miles de cristianos que fueron esclavizados por los musulmanes en el siglo XIII, principalmente en el Reino de Granada. En perfecto estado de conservación, estos instrumentos se guardan justo delante de la capilla, donde se encontraba situada la antigua iglesia románica.

El abad de Silos, Lorenzo Maté, explica que estos grilletes fueron llevados por los propios convictos cristianos al monasterio, tras quedar libres como exvotos en señal de agradecimiento al Santo por su intercesión para conseguir su liberación o por su ayuda para escapar de un duro y tortuoso cautiverio. La abundancia de estas cadenas a lo largo de los siglos ha sido de tal magnitud que muchos de ellos fueron fundidos para forjar las verjas del monasterio, aunque otros muchos se conservan y constituyen un testimonio histórico de un extraordinario valor. Su poderoso valor como símbolo lleva a que incluso el propio santo titular sea representado, en muchas ocasiones, con estas cadenas para que el pueblo identifique su imagen.

Y es que, junto a los grilletes se conserva también el testimonio de muchos de estos cautivos gracias a la pormenorizada relación que redactó un monje del monasterio burgalés, llamado Pedro Marín, de los denominados 'miraculos romançados', un relato de los episodios más llamativos de cautivos de entre los años 1232 y 1293 que narraron los esclavos liberados, según la investigación de la profesora de la Universidad de Murcia, María de los Llanos Martínez Carrillo. Son, no obstante, una mínima parte de los 12.000 cautivos que, según atestigua la tradición católica, viajaron hasta Silos en sucesivos años para testimoniar al Santo su gratitud por haberles posibilitado la fuga del territorio granadino.

Los escritos de Pedro Marín describen las milagrosas liberaciones de muchos cristianos que se encontraban en manos de los musulmanes. Los grilletes depositados en el monasterio permiten imaginar los tormentos y el dramático e inhumano calvario que padecieron todos estos cautivos. Precisamente, la imagen de Santo Domingo de Silos, cuyos restos se veneran con devoción en este monasterio burgalés, acostumbra a representarse acompañado por unos grilletes.

Un sinfín de tormentos

¿Y qué perfiles tuvieron esos 12.000 desdichados durante sus años de suplicios y cautiverios? José María de Cossío, otro estudioso de los textos que dejó escritos el monje Pedro Marín, señala en su estudio de investigación sobre los mismos, que publicó en el año 1942, que unas veces se trataba de verdaderos prisioneros forjados en el campo de batalla que eran capturados cuando estos cristianos fracasaban en sus algaradas y correrías por tierras de los moros. En otras situaciones, eran los guerreros musulmanes los que penetraban en territorio cristiano y llevaban entre su botín a cristianos cautivos, pero por regla general se trataba de campesinos y gentes sencillas a las que sorprendían las tropas musulmanas cuando confiadamente se ocupaban de sus labores y trabajos en el campo, sembrando y trabajando con los animales.

Una vez capturado, el cristiano era conducido al lugar definitivo de su cautiverio en el caso de que el cautivador tuviera el propósito de adueñárselo, o si no entregarlo a otro amo, o más frecuentemente a alguna ciudad, la más próxima al lugar del cautiverio, en la que hubiera posibilidad de sacarlo a subasta pública y ser vendido. El monje asegura que los cautivos que lograron fugarse narraron a su llegada a Silos que vieron una luz que les deslumbró y oyeron una voz que les animó a buscar su libertad. Algunos fueron capaces de romper los grilletes que les apresaban y aseguraron que ello fue posible a la milagrosa intervención de Santo Domingo de Silos. Muchos de ellos también relataron tras llegar a Silos que durante su cautiverio recibieron todo tipo de malos tratos, sobre todo azotes con correas.

Los testimonios de los cautivos que viajaron a Silos tras su liberación son impresionantes. Un caso especialmente llamativo fue el de Gonzalo de Soria, quien el martes 8 de mayo de 1282 llegó al monasterio burgalés y en el claustro del mismo, ante los ojos de los monjes acostumbrados a las penitencias corporales, enseñó su espalda martirizada por los azotes que recibió durante más de dos años con una fuerte correa rematada con unos hierros, recibiendo entre 40 y 100 latigazos diarios. Se trataba de la tortura más habitual dispensada a los presos, con el fin de obtener de ellos la máxima docilidad en el trabajo, unas condiciones más lucrativas para su rescate y en última instancia la conversión al islamismo, según subraya Martínez Carrillo en su investigación.